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lunes, 29 de marzo de 2021

Hoteles cubanos antes de 1959



Antes de 1959, en Cuba el turismo se explotó más que nada por su lado malo. La promoción de las bellezas naturales de la Isla y de su patrimonio histórico-cultural quedaba en segundo plano frente a la combinación fascinante de ron-juegos de azar-mujeres en que se asentaba su publicidad.

La idea de convertir a La Habana en una suerte de Montecarlo de América se manejó por primera vez en la década de 1920 y a partir de ahí y sobre todo en los años 50 el desarrollo turístico del país se centró en la aspiración de hacer de esta ciudad la capital del juego en América.

En el libro A la hora del coctel en Cuba, publicado en 1928, su autor, Basil Woon, a los potenciales viajeros hacía estas sugerencias: "Usted puede beber todo lo que desee, probar suerte en la lotería y perder lo que estime pertinente en el casino". Y aclaraba que no era necesario portar el certificado de matrimonio si se viajaba en pareja y que el visitante podía “mirar provocativamente a las bellas señoritas cubanas”.

La ley seca, que entre 1920 y 1935 prohibió el consumo de bebidas alcohólicas en Estados Unidos, impulsó a muchos estadounidenses a visitar la Isla. Antes, en 1919, el presidente Mario García Menocal firmó la ley que reglamentaba los juegos de azar. En 1915 se había inaugurado el hipódromo Oriental Park, en Marianao, y a partir de 1925 la sociedad Sindicato Nacional Cubano, encabezada por dos norteamericanos que eran además los propietarios del Hotel Sevilla, operaba ese campo de carreras de caballos y el Casino Nacional, también en Marianao. Antes de la apertura del Hotel Nacional en 1930, los hoteles habaneros de lujo eran el Sevilla y el Almendares. Entre los de primera clase se encontraban Inglaterra, Plaza, Telégrafo, Florida, Ritz...

A fines de la década de 1940, la capacidad hotelera era de poco más de 5,800 habitaciones. De ellas, 4,000 estaban en la capital. En una provincia como Matanzas, incluida Varadero, se registraban solo 504 habitaciones. Muchas de esas edificaciones eran inadecuadas y obsoletas, como se reconoce en un Decreto Presidencial de mayo de 1948. La construcción de nuevas instalaciones se mantenía prácticamente estancada pese a que el número de turistas pasó de 114,885, en 1946, a 188,519 en 1951. Después del golpe de Estado de Fulgencio Batista en 1952, Cuba se abre a los intereses de la mafia de Estados Unidos. Hasta 1958, en el país se habían construido o remodelado 3,152 capacidades de alojamiento. En 1959, el Directorio Hotelero consignaba 125 hoteles, con una capacidad total de 7,728 habitaciones.

Es en esos años cuando se construyen los hoteles Internacional de Varadero (1950), Rosita de Hornedo (1955), St John’s (1957), Capri (1957), Riviera (1957), Habana Hilton (1958), Deauville (1958) así como el Copacabana y el Chateau Miramar. Y se remodelan el Nacional, Comodoro y Plaza. De todos ellos, solo hubo capital foráneo en las edificaciones del Internacional (Varadero), Riviera (Vedado) y Deauville (Centro Habana). El resto se construyó con capital cubano. La construcción del Hilton (hoy Habana Libre) fue costeada con el dinero de la Caja del Retiro Gastronómico y sucesivos créditos estatales. De los 12 millones de dólares que se invirtieron en el Riviera, el Estado aportó la mitad y la suma restante se cubrió con bonos que adquirieron inversionistas cubanos, canadienses y norteamericanos. La mafia, que hizo de ese hotel su cuartel general en La Habana, aportó 400 mil dólares. Ni un quilito más.

En algunas de esas instalaciones, como el Capri, en 21 y N, Vedado, el casino era más importante que el alojamiento y la sala de juego era la parte más lucrativa. Por el alquiler de esos salones se pagaban unos 25 mil dólares anuales tanto en el Capri como el Riviera y el Nacional, sin contar que el casino sufragaba por lo general el espectáculo y las orquestas del cabaret.

Los planes no se quedaban en esos hoteles. Eran más ambiciosos. Comprendían los hoteles Montecarlo (657 habitaciones) en Santa Fe y Habana-Fontainebleau, en El Vedado, con 550. Otro hotel, de 500 habitaciones, se edificaría donde ahora está la heladería Coppelia, en L entre 23 y 21, La Rampa. Uno más, con 600 habitaciones, estaba previsto levantar en las áreas del actual parque deportivo José Martí.

Los proyectos igualmente incluían instalaciones hoteleras en Soroa y Trinidad. Ya el 31 de diciembre de 1958 se había inaugurado el Hotel Colony en Isla de Pinos y se había iniciado incipiente desarrollo turístico en Cayo Largo del Sur. Los planes eran tan vastos en Cuba y en particular en La Habana que contemplaban construir en una faja de terreno sobre el mar a todo lo largo del Malecón.

Entonces el turismo se concentraba en la capital y, en muy menor medida, en Varadero e Isla de Pinos. La capital disponía de más de 50 hoteles -cuatro de ellos de lujo- con 4,900 habitaciones y 9,800 capacidades. En Varadero no pasaban de 700 las habitaciones e Isla de Pinos, a lo sumo, solo podía acomodar a unos 200 visitantes. En 1956, cerca de 223 mil turistas extranjeros vacacionaron en Cuba en 1956., 272 mil lo hicieron en 1957, pero en 1958 la cifra descendió a 212 mil. La mayoría de los veraneantes eran ciudadanos residentes en los Estados Unidos.

Ciro Bianchi Ross
Apuntes del cartulario, 23 de enero de 2021.

Foto: Hotel Nacional en 1930. Tomada de Cubadebate.

Ver también: Hotel Nacional, auténticamente cubano (Hotel Nacional: auténticamente cubano - YouTube).

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