Google
 

lunes, 22 de junio de 2020

Víctor Batista, retrato de un editor (I)



Víctor Batista Falla (La Habana 1933-2020) procedía de una familia de hacendados y banqueros cubanos. En Cuba estudió en las Universidades de La Habana y Villanueva, y en Estados Unidos, en las Universidades de Yale y Columbia. Dirigió y financió la revista Exilio (Nueva York, 1965-1974) y financió la revista Escandalar (NY, 1980-1985). Desde su fundación en 1998 y hasta su cierre en 2013, dirigió la Editorial Colibrí (Madrid), especializada en ensayos sobre temas cubanos. La entrevista a continuación fue el último trabajo que hizo para Encuentro de la Cultura Cubana su director y fundador Jesús Díaz. Salió en el número 28-29 correspondiente a la Primavera-Verano de 2003.

Víctor, ¿cuáles son tus antecedentes en términos de inquietudes intelectuales todavía en Cuba antes del triunfo de la revolución castrista? Tengo entendido que tu hermano Laureano inició las tertulias en tu casa, que tú luego continuaste.

-Mi hermano y yo teníamos amigos comunes, profesores de los dos en Villanueva, y él tuvo la idea de tener unas reuniones bastante informales los domingos por la tarde una vez al mes en nuestra casa. Invitábamos a personalidades, empezando con profesores de la Universidad, y entre trago y trago, se conversaba hasta las diez de la noche o las once... y eso lo hicimos durante dos o tres años en los 50. Ya en el 58 la situación en Cuba no era para dar tertulias de ese tipo. Recuerdo que invitamos a personalidades como Mañach, Baquero, Cintio Vitier... para que hablaran de lo que quisieran. Era una apertura al mundo de la cultura en las mejores condiciones, porque yo supongo que ellos iban a nuestra casa no por mi hermano ni por mi, sino por lo que significaba mi familia.

¿Cuántos asistían como promedio?

-Veinte o treinta, no más de treinta. A veces éramos quince, dependía. El día de Mañach, se aparecieron muchísimos amigos que nunca hubieran ido de no ser por eso.

Es el período tuyo previo al exilio. Tú te vas al exilio ¿cuándo?

-En agosto de 1960.

O sea, en el año 1959 no tienes ninguna actividad...

-Estaba, creo, en tercer año de Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana.

¿Y allí había actividades?

-Sí, cómo no. Pero fíjate que era el comienzo de la revolución, había un fervor, por un lado, e inquietud, temores por otro. Yo estaba muy activo. Recuerdo que el presidente de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria) en Filosofía y Letras era Ricardo Alarcón y yo era uno de los delegados de los cursos de primer año, y colaboré en la revista del Departamento de la Facultad de Filosofía y Letras. Escribí un articulito cuando llegó Sartre a Cuba, me pidieron un articulito explicando quién era Sartre.

Sales de Cuba en el 60, ¿qué edad tenías entonces?

-Veintisiete años.

Y te vas a Nueva York...

-Viví en Nueva York doce años por lo menos.

En 1965, fundas, financias y diriges la revista Exilio.

-Hombre, eso era una extensión de unas tertulias que hacíamos allí, con muchos amigos, más que nada, pintores, ... y de ahí surgió la idea de hacer una revista. Recuerdo a un pintor que se llama Sergio Alarcón, que fue el maquetador, el diseñador de la revista en los primeros números... después la abandonó. Otros fueron Gabriel Sorzano, Ricardo Pedreguera. Waldo Balart colaboró un poco después. Waldo a su vez hacía tertulias en un piso muy atractivo que tenía en el Village. A esas yo asistía, pero era ya una cosa mucho más dentro del ambiente hippy, beatnik, el ambiente de la contracultura americana. Tenía que ver con el mundo de la plástica, y no con Cuba directamente. Iban latinoamericanos, americanos... Eso era otra cosa.

¿Y por qué existiendo ese mundo que, en apariencia al menos, es muy atractivo, ese mundo hippy, beatnik, internacional, cosmopolita, tú decides crear una revista como Exilio, con una vocación de cultura cubana?

-Hombre, lo mío ya era una cosa obsesiva. Yo no aceptaba que me echaran de Cuba. Se puede decir que me echaron; yo salí por mis piernas, pero me fui porque sentí amenazada mi libertad personal. Lo de Cuba era una cosa obsesiva. No participaba en ese mundo que, como tú dices, era atractivo, hay que reconocerlo, el mundo de la contracultura. Luther King estaba muy de moda en ese momento. Los Beatles, yo estaba recién llegado cuando los Beatles aterrizan primero en Nueva York y hacen un concierto apoteósico. A mí todo eso me parecía una cosa ajena. Tampoco era mi generación. Ya yo tenía 28 años cuando todo esto, y ellos eran casi diez años más jóvenes que yo. Hubiera podido introducirme en eso como hicieron tantos cubanos. Pero yo no estaba para nada interesado en ese mundo.

¿Quiénes fueron los primeros colaboradores cuando se funda Exilio? Ese núcleo inicial.

-Tuvimos que improvisar un cuerpo de redacción. Se me criticó mucho el nombre, porque según decían tenía unas connotaciones demasiado circunscritas a lo político, cuando yo estaba pensando en una revista de Ezra Pound, que se llamaba Exilio también, y que tampoco era política. Ahí tuve que salir a la caza de escritores. Conocí a Raimundo Fernández Bonilla, que fue codirector conmigo y fundador de la revista; eventualmente a Carlos Luis, recién llegado al exilio, y que también se incorporó. Posteriormente, cuando volvió de México donde había estado trabajando, empezó a colaborar el músico Julián Orbón, que además era un gran animador de la revista. Fuimos poco a poco creando un cuerpo de redacción que tenía cierta dirección, una cierta orientación.

Hubo también en ese período una cierta disidencia con... ¿cómo fue la historia de la Revista Cubana y...? ¿eso no corresponde al primer período?

-Eso correspondería al primer período, sí. Hay dos períodos. Hay uno que es todavía más combativo, más ideológico, buscando una definición, digámoslo así.

¿Una definición de qué?

-Una definición de lo que es la identidad cubana. En última instancia estábamos buscando por reacción a lo que estaba sucediendo en Cuba. Y buscando una identidad más admisible que la que se estaba desarrollando dentro de Cuba.

¿Y eso qué tiene que ver, si algo tiene que ver con la Revista Cubana y la política?

-Bueno, en ese sentido, Fernández Bonilla propuso, y yo lo acepté, por supuesto, escribir una serie de trabajos que tendrían como título genérico "Hacia una interpretación de la historia de Cuba". Y bajo ese título escribió varios artículos. El primero fue una especie de interpretación filosófica de la historia de Cuba que partía de una concepción digamos más pesimista de lo que era la tradición filosófica cubana de un pensamiento positivista que, junto con el liberal, presidió los destinos del país hasta 1959, y lo enmarcó dentro de un contexto exclusivamente económico y social.

¿Y qué quiere decir una interpretación pesimista?

-Como diciendo que eso iba en contra o perdía el hilo de una tradición anterior que era mucho más auténtica.

¿Una tradición anterior a Félix Varela?

-Anterior a la tradición liberal que Félix Varela representa en una etapa de su desarrollo. Porque Varela tiene varias etapas y hay una anterior que no es todavía la liberal. Y que en política es incluso hispanista y monárquica, que cree en una confederación sudamericana que mantenga todavía la unidad de la tradición hispánica como un todo y no como una cosa desmembrada, fragmentada... ese es un Varela que luego la historia arrasa. Igual que después arrasa al Varela independentista, separatista, que hace El Habanero, que es la que se ha retenido en la memoria histórica de Cuba, pero que después él también abandona y se convierte en un exiliado al servicio de la Iglesia Católica en Estados Unidos. Un hombre ejemplar en cada una de sus etapas, pero que fueron etapas claramente diferenciadas. Bueno, pues esa tradición liberal que inaugura Varela y quizá antes de Varela empezaba a estar y está en Arango y Parreño, lo que pasa es que en Arango y Parreño no llega al grado de la separación política, sino de la autonomía que era su intención. Pero bueno, esa es una tradición que tiene una base filosófica en el liberalismo anglosajón. Y esa tradición fue cuestionada por este ensayo larguísimo de Fernández Bonilla. Eso crea una reacción en el exilio cubano en Estados Unidos y propició que Carlos Ripoll lo contestara y Humberto Piñera también.

¿Y esa respuesta apareció también en la revista Exilio?

-No llegó a aparecer en Exilio por discrepancias en cuanto a la forma de la polémica. Se les pidió que ellos dieran su respuesta y que nosotros la publicaríamos, pero hubo una discrepancia en cuanto a que ellos querían que esa respuesta no fuera con una contrarréplica nuestra sino que apareciera en un siguiente número. Tuvimos discrepancias en cuanto a las formas. Y entonces ellos lo que hicieron fue fundar una revista, que se llamó la Revista Cubana. Ahí salieron las dos respuestas. La de Piñera no, la de Piñera, que nos mandó a nosotros, fue más breve, fue más directamente en contra del trabajo de Fernández Bonilla y eso nunca se publicó. Después él, en el primer número de la Revista Cubana, indirectamente hizo su propia versión más liberal de la historia de Cuba.

¿Cuántos números publicó la Revista Cubana?

-Dos números.

¿Y Exilio?

-Creo que fueron 28. A lo largo de nueve años, con pequeñas interrupciones en el ínterin. 28 corresponderían a siete años porque era trimestral. De haber mantenido la regularidad hubieran sido siete años, pero se prolongó a nueve.

¿Cómo se financiaba y se distribuía la revista?

-Se financiaba con los medios particulares que yo tenía de mi familia. La distribución era muy errática. Yo no creo que sobre eso podría darte una respuesta muy explícita. Teníamos subscripciones. Cayeron muchas después de ese número, digamos, conflictivo, a partir de ese ensayo conflictivo. Al principio despertó bastante interés, que luego decayó. En parte debido a la orientación de la revista y después, en parte también, por cansancio, o porque cambió completamente su orientación. Ya no nos metimos a tratar esos temas de forma tan preponderante, y era una revista muy abierta a todas las tendencias. Lo que buscábamos era la calidad intrínseca de los trabajos, no precisamente una dirección determinada.

¿Era una revista principalmente de política anticastrista?

-No, para nada. Ni siquiera en segundo plano. El subtítulo era: Revista de humanidades. También un subtítulo muy discutido y muy poco satisfactorio, pero era lo que más se acercaba a lo que queríamos hacer. Ni una revista literaria, ni una revista científica, ni una revista académica, sino que cubriera todo el espectro de la cultura.

Ese período de 1965-1970 tiene que haber sido particularmente duro para el exilio en general y para el exilio intelectual, particularmente. Algunos grandes nombres se fueron de Cuba desde muy temprano. ¿Cuáles de ellos colaboraron con Exilio?

-Yo pienso que todos. Los grandes nombres, los únicos que se me ocurren. Lo que ocurre es que no colaboraron con asiduidad, excepto Lino Novás Calvo, quien lo hizo con una modestia realmente ejemplar, muy propia de él. Continuamente nos enviaba cuentos, reseñas, artículos o ensayos. Un ensayo sobre Lydia Cabrera, por ejemplo, salió en un número. Le hicimos una entrevista también en un número posterior. Lino era un colaborador asiduo. La propia Lydia colaboró una vez, al principio, y después no más. Yo creo que en parte porque no le gustaba nuestra orientación. La revista era de un catolicismo, si tu quieres, heterodoxo. Estábamos dentro de la estela de Orígenes, ten en cuenta eso, que nos limitaba pero al mismo tiempo nos daba una cierta consistencia.

Aparte de Lino y Lydia, ¿qué otros escritores colaboraron?

-Gastón Baquero, Ramón Ferreira, Humberto Piñera, que después de la Revista Cubana, se incorporó al Consejo de Redacción de Exilio y fue un colaborador frecuente.

¿Cómo era recibida la revista por el exilio político más radical?

-En buena medida fuimos ignorados a lo largo de nuestra trayectoria. Después hubo cierto reconocimiento, porque se hizo más ecléctica, se amplió, cambió el formato, a formato de libro.

¿Esa nueva etapa cuándo empieza?

-Creo que en 1970, con motivo de la primera reunión del Instituto de Estudios Cubanos (IEC), que dirigía María Cristina Herrera. El IEC nos pidió, puesto que no tenía los medios, si nosotros estábamos dispuestos a publicar los resultados de ese Congreso. Y fue la primera conexión con un mundo académico, mucho más volcado en las ciencias sociales y políticas que lo que nosotros habíamos estado anteriormente, inmersos en una cultura más humanista, menos pragmática y menos académica.

De algún modo, el primer número del segundo período de Exilio publica, digamos, las actas del primer congreso del IEC. Y es ahí donde ustedes también cambian el programa. El primer período entonces habría durado aproximadamente cinco años. ¿Cómo caracterizarías ahora ese primer período?

-Fue un intento de ir a los fundamentos de lo que era la identidad de Cuba, identidad más allá de la política, pero vinculada a la política como es natural, y una búsqueda que en realidad era imposible de realizar, pero que fue un intento de buscar unas raíces que fueran más allá de la tradición liberal y revolucionaria, aunque sin negarlas.

¿En qué tema indagaron, en el tema de la democracia, en el tema negro? ¿Otros géneros, como la poesía por ejemplo, estuvieron presentes?

-No, el tema negro ni se tocó, la verdad, más bien en los temas filosóficos. Claro, una de las cosas más satisfactorias de la revista fue que dimos cabida a nuevos valores, a gente que salía, muy jóvenes, y que no tenían medios de publicar, cubanos que estaban escribiendo en español en Estados Unidos en ese momento. Recuerdo a José Kozer y a Octavio Armand. Ellos publicaron con alguna frecuencia desde el primer momento. También había grupos de poetas que tenían sus propias revistas que se hacían en Nueva York en ese momento, pero exclusivamente de poesía o muy literarias y muy puntualmente ellos colaboraban con nosotros. También dentro del campo de la literatura, pero por medio de las ciencias sociales. Y publicaban con nosotros autores que estaban en otra línea ideológica, si quieres, como Lourdes Casal o Andrés Valdespino.

¿Crítica literaria? ¿Artes plásticas?

-Crítica literaria, claro, José Olivio Jiménez hizo una memorable reseña sobre Memorial del testigo, de Baquero. Se publicaban reseñas constantemente. En lo que se refiere a las artes plásticas, durante la primera etapa incorporábamos ilustraciones de pintores que estaban en el exilio. Después se convirtió en un formato de libro y más académico. Una gran diferencia también es que en la primera etapa nada más colaboraban cubanos, en parte obligados por las circunstancias. No intentábamos siquiera buscar otras colaboraciones.

Nota.- La segunda parte y final saldrá el próximo lunes, 29 de junio.

Foto: Portada de la revista Exilio correspondiente al Verano-Otoño de 1970. Tomada de Morir en casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario