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lunes, 11 de noviembre de 2019

De La Habana musical



Hay muchas Habanas hoy día. Hay una Habana tangible; sufrible y sufrida, amable y amada con igual fiereza; hay una Habana de postal colorida por obra y gracia de filtros y Photoshop, pija y poderosa, potentada, que se empeña en defender una blancura imposible; los límites geográficos de esa Habana no conocen a Atarés, ni Los Sitios, ni La Cuevita, ni La Lisa, ni nada que huela a barrio periférico o marginal; pero La Habana real, la verdadera, la sufrible y sufrida, y también amable y amada, es total y abarcadora y no deja huérfanas -no puede hacerlo- a esas zonas que a veces se prefiere evitar o ignorar, y donde hay cultura raigal.

Y está la otra Habana, la que no existe ya, pero que, aún desde el no ser, se niega a abandonar los atisbos con que ha marcado a todas esas otras Habanas de hoy. Esa Habana que fue y no será más, solo late en el recuerdo de los que la vivieron, pero el latido y la huella es tan enorme e importante que hoy estremece el conocimiento admirado de los que aún no estaban; es origen y crisol de una parte de la cultura cubana de tanto significado, que no muere, que aún está, aunque se desconozca. De esa Habana, en lo musical, hay sitios a los que una excursión turística nunca te llevará:

1. Los Jardines de la Tropical, donde fue habitual Arsenio Rodríguez y su Conjunto, y todas las mejores orquestas. Tocaban en los bailes más fabulosos de los años 40, 50 y e inicios de los 60, que disfrutaron nuestros padres y abuelos. Y ya que está cerca, mencionemos las ruinas de lo que fue también otro memorable sitio donde se medían las mejores orquestas cubanas y la gente gozaba: los Jardines de La Polar. Obra de arquitectos catalanes, estos parques construídos por los dueños de las industrias cerveceras y sus fábricas de hielo, en su época esplendor poco tuvieron que envidiar al famoso Parque Güell de Barcelona. De La Tropical aún se conservan espacios e instalaciones de una belleza que debes conocer. No hay un ballroom en Estados Unidos que tenga la historia acumulada por estos jardines de baile, cerveza, son, guaracha, mambo y chachachá.

2.El Alí Bar, en una zona cercana al Caballo Blanco, el cuartel general de Benny Moré, el sitio que se amoldó a él y a sus éxitos; donde el Bárbaro del Ritmo alimentó una buena parte de sus mitos. Era de esos cabarets que llamaban «de segunda», pero donde dicen se presentaban los cantantes y agrupaciones más populares entre la gente. Y por supuesto, por muy de segunda que fuera, allá iban todos a verlo a él, al Benny. Lo que pasa es que el Alí Bar estaba justo donde Benny quería vivir, en la periferia, no en Miramar ni en el Vedado. Así era él. Con tal historia, El Alí Bar es un olvidado.

3. En la esquina de Prado y Cárcel radicaba la radioemisora RHC Cadena Azul y en el mismo edificio también un discreto hotel nombrado Packard. Chano Pozo llegó a la RHC Cadena Azul, cantó, bailó, quinteó y arrasó. (Sí, ya sé que ahí está ahora un nuevo y flamante hotel Packard, pero los que llevan su publicidad y comunicacion prefiere ignorar al gran tamborero y hablar de otros huéspedes foráneos, también ilustres, como Marlon Brando y Pablo Neruda).

4.El Club La Red, en 19 entre K y L, en el Vedado, hoy tan venido a menos, fue donde La Lupe comenzó a tejer la leyenda de su “arte nervioso” y su buen cantar. Su temperamental modo de asumir una canción, y el modo en que interactuaba con músicos y público, rompió moldes y convenciones y atrajo hacia ese minúsculo semi-sótano de la calle 17 casi esquina a L, en El Vedado, a lo más exótico y rupturista de la intelectualidad habanera de principios de los años sesenta y a muchos nombres importantes que estaban de paso por La Habana. Fueron dos años donde La Lupe escribió el preámbulo de que luego sería su meteórica carrera internacional. Y fue allí, en La Red.

5.El Pico Blanco del Hotel Saint John's, en O entre 23 y 25, Vedado, La Rampa, entonces templo del filin, donde comenzó a cantar Pablo Milanés, y Elena Burke hizo época. En definitiva, meca de los cantantes y músicos del filin, donde confluyeron la generación iniciática con sus continuadores. Marta Valdés se encargó de escribir los inicios de Milanés en este sitio de atractivo innnegable, y de qué modo comenzó a dejar en estado de gracias a quienes acudían allí noche a noche a oirle cantar. Desde allí y aún bajo el influjo del filin, Pablo se lanzó a nuevos descubrimientos y empezó a transitar hacia una nueva canción.

6. El edificio ruinoso del Teatro Amadeo Roldán (antes Teatro Auditorium) aún duele desde la altivez de su maltratada fachada. En su escenario actuaron grandes de nuestra música: Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig, Rodrigo Prats, Jorge Bolet, Esther Borja, Rita Montaner, Rosita Fornés, Zenaida Manfugás, Ivette Hernández, Bola de Nieve, Benny Moré, Leo Brouwer, Frank Fernández o Jorge Luis Prats. De igual forma, acogió en diferentes etapas a la Orquesta Filarmónica de La Habana y a la Sinfónica de La Habana, junto a las que se presentaron importantes músicos extranjeros, como los Niños Cantores de Viena, Herbert von Karajan, Leopold Stokowsky, Erich Kleiber, Ígor Stravinsky, Heitor Villa-Lobos, Sergei Prokofiev, Vladimir Horowitz, Arthur Rubinstein, Claudio Arrau, Andrés Segovia, Yehudi Menuhin y Jascha Heifetz, por solo citar algunos. Y mejor no hablar de la cafetería El Carmelo, cuya exquisitez es mejor hoy no recordar. Situada frente al teatro, siempre fue como una extensión socorrida del teatro, a donde todos nos íbamos al concluir la función. Y cuando digo todos, entiéndase todas las luminarias que por allí desfilaban, y nosotros, los comunes mortales.

7.En la calle Zulueta donde hoy está la ampliación el hotel Parque Central, estuvo antes el cabaret Zombie Club. Allí Dámaso Pérez Prado empezó como pianista su camino hacia la internacionalización del mambo y de sí mismo. Dicen que fue ahí donde comenzó a hacerse notar y asombrar con su tremendo desempeño en el piano.

8.El estudio de Radio Progreso, en Infanta esquina 25, con una historia tan grande como la del estudio Areíto (antiguo Panart) y la ventaja de que allí no sólo se transmitía la programación radial, sino que también se realizaron muchísimas de las más memorables grabaciones de la música popular cubana. En Radio Progreso grabó Benny Moré; allí Celia Cruz con La Sonora Matancera grabaron muchos de los temas que se volvieron íconos guaracheros en la mayoría de sus discos registrados en Cuba. No menos importante fueron los discos registrados en Progreso por la Orquesta Aragón, Cachao, Bebo Valdés, y muchos otros importantes músicos.

9. En las ruinas del Teatro Campoamor, gracias al sabio Fernando Ortiz, por primera vez en un recinto teatral sonaron unos tambores batá en manos de Trinidad Torregrosa, Pablo Roche y Giraldo Rodríguez, con la carga de conocimiento, alarma y ruptura a los prejuicios que aquello conllevaba. El Campoamor tiene una historia cultural imposible de obviar. Sería interminable mencionar todos los importantes artistas, músicos y bailarines cubanos y extranjeros que pasaron por el escenario de este teatro capitalino.

10.En la Playa de Marianao, el Pennsylvania y otros clubes, frente a lo que hoy es el parque infantil (antiguo Coney Island). Ahí, tarde, noche y madrugada, la discreta peregrinación de nativos y foráneos, iba a ver tocar al Chori, desde Marlon Brando y Ava Gardner, hasta Josephine Baker y Tito Puente. Alguna vez Juan Formell dijo que sus inicios como bajista estaban en la Playa de Marianao.

11.El Salón Mambí, creado cuando se decidió hacer de Tropicana un sitio popular. Hoy ese espacio ha sido condenado a ser parqueo del afamado cabaret, pero allí brillaron las más importantes orquestas bailables del momento, y también fue el sitio del bautismo de fuego de Chucho Valdés y su Irakere, cuando desataron el furor de los bailadores al ritmo de Bacalao con Pan y otras de sus primeras grabaciones.

12.La esquina de Humboldt e Infanta donde estaba el desaparecido Bar Celeste: busquen o imaginen la farola que estaba a su entrada, desde la cual, recostada a ella, comenzó a cantar en público la gran Freddy sus boleros de amor y desamor. Por suerte, Ela O’Farrill se apresuró a componer para ella «Freddy» (Soy una mujer que canta / para mitigar las penas…) y Guillermo Cabrera Infante se encargó de convertirla en «La Estrella» de su novela «Tres Tristes Tigres», para, desde su memoria enfebrecida de La Habana, recordarnos que debíamos tener como un clásico el único disco LP que Freddy alcanzara a grabar en sus 28 años de vida.

13.El bar-restaurant Monseigneur, imposible de imaginar sin Bola de Nieve y su piano, cada noche, cada día, durante muchos años. Habríamos querido que fuese para siempre. Allí Bola tuvo su casa y también el crisol donde fusionó y compartió toda la experiencia de sus múltiples andaduras internacionales, que le permitieron una entrega sin fisuras, con perfección y plenitud de sentimientos. En síntesis, cubanía enriquecida.

14. El Johnny’s Dream, en la calle 0 de Miramar, fue lo más parecido a un legendario club de jazz que tuvo La Habana alguna vez, a pesar de que hubo otros intentos. Eran los años 70 y todos los pasos de los músicos en búsqueda de libertad creativa y personal se encaminaban hacia allí. En una noche, sin esperarlo ni proponértelo, podías ver descargar allí a Emiliano Salvador, Nicolás Reinoso y el primer Afrocuba, a Pablo Menéndez o a Paquito D’Rivera. Hoy se llama Río Club y es otra cosa. Qué bien que hubiera sobrevivido para ser, con su carga legendaria, nuestra Village Vanguard criolla.

De los lugares asociados a la rumba en la capital no hablo. Bien se podría hacer una verdadera ruta de la rumba por los barrios habaneros: de Atarés a Belén; de Colón a Los Sitios, de Cayo Hueso a Pogolotti y a Santa Amalia, y revivir el espíritu de los grandes mitos rumberos sin los que esos barrios no serían lo que han llegado a ser en la historia musical de esta capital que cumple 500 años.

Rosa Marquetti Torres
Blog Desmemoriados. Historias de la música cubana.
Video: Fragmento del documental Nosotros la música (1964) del cineasta Rogelio París (La Habana 1936-2016). Miguelito Cuní y Chappotín con sus Estrellas tocan La guarapachanga, del guantanamero Juan Rivera Prevot, en Los Jardines de La Tropical, situado en la localidad habanera de Puentes Grandes.

Ver fotos publicadas en el post, cuyo título original es "La Habana musical: 14 sitios con historia, a los que no te llevará un tour".

Notas al margen.- Muchas veces fui al Pico Blanco del Saint John's a escuchar las descargas de José Antonio Méndez, uno de los padres del feeling, que falleció por un accidente de tránsito el 10 de junio de 1989 en La Habana, la ciudad que le vio nacer en 1927. A pocas cuadras, en O entre 17 y 19, César Portillo de la Luz, otro de los padres del feeling, había hecho suyo El Gato Tuerto, donde en la década de 1960 cantaba y actuaba Myriam Acevedo.Un poco más lejos, en Imágenes, situado en Calzada y C, Vedado, Frank Domínguez cada noche deleitaba a los noctámbulos habaneros. Durante un tiempo, los seguidores de Elena Burke, la señora sentimiento, podían verla en Scherezade, en 17 y M, en los bajos del Focsa, que aún sigue siendo el edificio más alto de Cuba (Tania Quintero).

Leer también: La Habana nocturna.

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