Rosa Marquetti es muy laboriosa. El blog que edita esta investigadora y musicógrafa desde La Habana, da constancia de ello. Cientos, miles de bytes que recolocan a figuras importantes de la música cubana en el ciberespacio. Con Rosa conversamos con la intención de revelar cuánto hay detrás de Desmemoriados. Historias de la música cubana.
¿Cómo surge tu interés por revelar la vida y obra de esos músicos de los que hablas en Desmemoriados?
Lo primero fue lo primero: siempre la música ha sido una parte importante de mi vida, en su sentido más amplio y ecuménico. Disfruto lo mismo el jazz, el R&B, la música clásica que la electrónica, pero desde siempre siento una pasión especial por la música cubana, por casi todos sus géneros, a pesar de que soy una pésima bailadora. Me gusta seguir a los músicos y sus historias y he tenido la suerte de que mi propia historia de trabajo me acercara a ellos y me obligara a conocer, a estudiar y a investigar cada vez más.
Hay un momento que marca un estadio superior: cuando me vi enfrentada a la necesidad de documentar la vida y obra en Cuba de Bebo Valdés para el documental Old Man Bebo, del realizador Carlos Carcas. Ahí descubrí el encanto de la investigación musicográfica, pero también supe que, por razones de índole personal, en ese momento no disponía de tiempo para dedicarme a hacer lo mismo con otros músicos y otros procesos o historias que me llamaban la atención, por el gusto que sentía por ellos y también por la poca información disponible que encontraba sobre ellos.
¿Cuándo nace la idea de crear un blog y cuándo y cómo la haces realidad?
El blog Desmemoriados. Historias de la Música Cubana, como idea, nace a inicios de 2015, cuando entiendo que tengo un mínimo de condiciones materiales y prácticas para emprenderlo: ya tenía un poco más de tiempo, al haber concluido algunas obligaciones familiares ineludibles, y también en el país hay ya mejores condiciones de conectividad y acceso a internet.
A partir de mis propias carencias informativas, de las zonas de opacidad o escasa información que había detectado en mi propio conocimiento y de la aún limitada presencia porcentual en internet de contenidos referidos a la música cubana, en su sentido histórico, comencé a tener muy claro a qué zonas de la musicografía quería entrar y a qué lectores quería llegar. También tuve claro que quería hacerlo no de la manera tradicional, sino hacerlo sobre una plataforma digital de acceso general, pero fundamentalmente para llegar a los más jóvenes.
Y el nombre es Desmemoriados, porque decidí jugar con la etimología de esa palabra: no escribo ahí de personas que hayan perdido la memoria, sino a la inversa: escribo sobre personas y hecho que han sido olvidados o que sus carreras y vidas tienen escaso reflejo en libros y medios; de otros, cuya contribución merece mayor visibilidad, de hechos a los que le concedo cierta significación, y que no tenemos en nuestra memoria como debe ser.
Todo esto desde una óptica donde pretendo contribuir a que la gente joven conozca historias y hechos que, por diversas razones, les fueron escamoteados informativamente, o no ha habido tiempo, ni posibilidades antes para enfocarse en ellos. Es decir, que los desmemoriados somos nosotros, los receptores de la información, los que vamos descubriendo estos hechos y esas personas, porque en todo el proceso investigativo, yo también me incluyo entre ellos, entre los desememoriados.
De las investigaciones que has llevado al blog, ¿en cuál te ha costado más trabajo acceder a las fuentes originales?
La de Cheo Marquetti, a quien muchos le reconocemos una importancia entre los soneros y los cantantes de guajira. Sin embargo, hay escasa información sobre su vida y obra, sobre su recorrido dentro de la música. Aclaro que Cheo no pertenece a la familia Marquetti, de Alquízar, de donde provengo.
También el trabajo sobre Carlos Vidal Bolado, el percusionista cubano que tocó en las tres bandas que cambiaron la historia del jazz en los Estados Unidos. El caso de las fuentes originales ha afectado también a muchos otros temas e investigaciones que he realizado y realizo ahora, porque considero muy importante, por ejemplo, la prensa de la época, y ya sabemos que estamos muy lejos de poder disponer en formatos digitales de toda aquella cantidad de periódicos y revistas que reflejaban la vida musical del país antes de 1970.
En La Habana, las únicas bibliotecas que cuentan con fondos de esos periódicos y revistas son la Biblioteca Nacional y la del Instituto de Literatura y Lingüística (esta última atesora los valiosos fondos de hemeroteca de la Sociedad de Amigos del País). Pero en la vida real, la dirección del Instituto de Literatura y Lingúistica prohíbe el uso de cámaras fotográficas, tablets o celulares, con lo cual vas obligada a, después que te autoricen el acceso, copiar de puño y letra cualquier cosa que necesites, algo impensable en el mundo actual. Eso, sin contar con los horarios de esos centros, bastante complicados para los que trabajamos en horarios de oficina.
Es justo señalar que estas dificultades a veces se compensan con la colaboración realmente incondicional de familiares y amigos de los músicos, y de otros investigadores y varios amigos de diversos países que se implican de manera entusiasta y buscan información y datos en websites a los que no tengo acceso; aportan fotos, testimonios, datos, grabaciones, etc. La historia de esas colaboraciones, de esa maravillosa interacción, aparece siempre al final de cada entrada en forma de agradecimiento, del mismo modo que los comentarios de los lectores enriquecen también y mucho el trabajo.
¿Y cuál historia te ha sorprendido más al descubrir información completamente desconocida?
Hay varias. Ocurre casi siempre porque al hurgar en fuentes primarias, al investigar todo lo profundo que se pueda, se encuentran cosas sorprendentes. Eso me ocurrió al investigar la relación de la coreógrafa norteamericana Katherine Dunham con Cuba y los percusionistas cubanos. O cuando realicé el trabajo sobre la gran pianista cubana Numidia Vaillant, totalmente desconocida en Cuba, pero quizás la más sorprendente fue la de Silvano Schueg, el famoso Chori, al poder verificar el verdadero impacto de su quehacer en la historia de la percusión y la música cubanas.
También fue muy sorprendente, y grato, investigar acerca de la música y los músicos en el filme -hoy ya clásico- cubano-soviético Soy Cuba, descubrir que fue el primer acercamiento de un muy joven Chucho Valdés, como intérprete, al cine; ver el destaque de un Pello el Afrocán pre-mozambique, conocer la historia de un clásico de la guitarrística cubana Canción Triste, de Carlos Fariñas.
¿La más triste de todas?
No es una sola. Hay algunas que te golpean más, porque como mujer llegas a meterte dentro de las vidas de esos personajes femeninos y llegas a comprender cuánto más habrían podido hacer para nuestra música, cuánta deuda quedó sin saldar con sus talentos y carreras: es el caso de la pianista Zenaida Manfugás, de talento y constancia proverbiales, que nunca consiguió insertarse en los circuitos del pianismo clásico internacional y murió –como el Chori también– sin dejar grabado un disco o un video con todas las de la ley.
Muy triste también es la historia de la cantante Pilar Morales, con una carrera truncada por el racismo, la subestimación a la que fue sometida como extranjera en el país donde decidió vivir y trabajar, y también por una elección personal errónea. Y triste es la historia de Carlos Embale, una voz irrepetible, a la que la suerte no le llegó a tiempo.
Pero hay una tristeza que atraviesa la valoración de muchas vidas e historias de músicos y es la que te invade cuando constatas con cuánto trabajo tuvieron que hacer lo que hicieron, cuántos escollos tuvieron que vencer, cuánta pobreza material hubo en sus orígenes, y cuán grande ha sido su legado. No es ocioso recordar que las candilejas y las lentejuelas no alcanzaron a todos por aquellos años.
¿Cuál crees que sea el impacto de tus trabajos de investigación en quienes te leemos o en la cultura cubana en general?
Lo único que quiero es compartir el conocimiento, contribuir a que quede en internet lo más posible sobre la historia de nuestra música y nuestros músicos, que es un poco la historia de nuestro país. También quiero estimular esa interactividad con las personas a quienes interesan estos temas y también tienen cosas que decir, para enriquecer el conocimiento. No sé si hay algún impacto, porque somos muchos los que nos ocupamos de aportar algo en esto de escribir sobre la música cubana. Me gusta investigar y escribir para mi Desmemoriados, lo disfruto y hasta me divierte. Espero que a los que me lean les pase lo mismo, pero tu pregunta en todo caso sería para ellos, no para mí.
Del blog nació un libro, como un primer corte de lo publicado en internet. ¿Qué podrías contarnos sobre este proyecto?
La recopilación de algunas historias publicadas en el blog hasta finales de 2015 y su publicación posterior en un libro, fue idea de un entusiasta amigo colombiano: Rafa Bassi. Él interesó a la editorial La Iguana Ciega, de Barranquilla, para hacerlo. De la casa editora me pidieron, además, seis trabajos inéditos, es decir, que aún no hubieran aparecido en el blog.
¿Tienes en mente otro que también incluya contenido de la bitácora?
Dos años después ya casi todos esos contenidos del libro están en el blog, y ahora lo que quiero es publicar uno similar en Cuba, pero ampliado, con otros trabajos de más reciente aparición. En eso estamos.
Por último, si te dejarán hacer un libro de cabecera sobre Desmemoriados, ¿cuáles tres historias no podrían faltar?
Los trabajos sobre Chori, Freddy y Miguelito Cuní. La investigación sobre Silvano Shueg, Chori, la inicié con poco conocimiento sobre el personaje, desde la curiosidad, como explico en el texto, pero a medida que avancé y fui descubriendo quien fue en verdad, me lo planteé como una acción justiciera, reivindicativa del talento musical de alguien que siempre ha sido visto acaso como un personaje pintoresco. Descubrir contextos, personajes vinculados a él y la valoración que éstos dieron alguna vez sobre él, hacen para mi ese texto de los más queridos.
En el caso de Freddy, a pesar de su tránsito fugaz por la vida musical de La Habana de los 60, el mito ha perdurado hasta hoy, pero sentí que había que desentrañar un poco más la historia misma, que también es la historia de un segmento importante de aquella década. Que la tecnología haya venido en auxilio del esclarecimiento de datos y hechos que antes no pudieron ser conocidos, es una verdadera suerte para la propia historia de Freddy, su investigación y exposición.
Miguelito Cuní es otra cosa. Para mí, Cuní es un cantante total, y aquí sí prima, además de mi gusto personal, la importancia que le concedo a la existencia de este genial cantante en el panorama musical cubano. Cuní cantó en las orquestas de y junto a los más grandes: Arsenio Rodríguez y Benny Moré. Y él mismo, dicho por Benny, fue uno de los grandes, de los que se paseó de manera triunfal por géneros tan importantes como el son, la guaracha y el bolero.
La posibilidad fortuita de poder hablar con Marta Valdés sobre Cuní, desencandenó la necesidad urgente de profundizar y escribir, al tiempo que lo escuchaba –y escucho- una y otra vez. Es de mis cantantes imprescindibles.
Sandra Abd'allah
On Cuba Magazine, 12 de agosto de 2017.
Video: Miguelito Cuní con Chapotín y sus Estrellas en La guarapachanga, de Juan Rivera Prevot. Las imágenes aparecen en el documental Nosotros la música, realizado en 1964 por Rogelio París y que pueden ver completo en el post anterior, del lunes 2 de octubre de 2017.
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