Cuando Esther, Herminia, Ofelia, Olga, Hilda y Rafael Pérez Vega, hermanos los seis, decidieron dejar su Cienfuegos natal y establecerse en La Habana, a fines de los años 30, a la capital llegaron con una preparación académica. Creo que las mayores estudiaron en la Escuela del Hogar y una de ellas hizo la carrera de Pedagogía.
Rafael, el más pequeño, se graduó de la Escuela de Artes y Oficios, uno de los institutos politécnicos más completos que entonces había en La Habana. Como dominaba bien el inglés, se presentó a la convocatoria que todos los años hacían en busca de jóvenes cubanos para trabajar en la Base Naval de Guantánamo. Fue seleccionado y cuando terminó el contrato, con el dinero ahorrado se casó con su novia Lucrecia López.
Con exactitud no sé cuando las cinco hermanas Pérez empezaron a bordar a máquina. Sí recuerdo que en su casa, en el tercer piso de un edificio de puntal alto, en Peñalver 210 entre Escobar y División, en el centro de La Habana, tenían tres o cuatro máquinas de coser. Y una habitación repleta de moldes, dibujos, tejidos, hilos, revistas...
El hecho de haber perdido a su madre de niñas, pudo haber influido para que las Pérez fueran muchachas muy hacendosas y que en vez de estar pensando en novios, lo propio de la edad, ellas contribuían a la economía doméstica bordando a máquina. Empezaron con poca clientela, pero en la medida que la voz se fue regando, llegaron a bordar para tiendas, talleres de confecciones y modistas de alta costura.
El bordado es un arte conocido desde épocas lejanas. Se cita el bordado que hacían los hebreos en el éxodo; Herodoto nos habla de los bordados egipcios, siendo Babilonia uno de los centros de producción de bordados más famosos de la antigüedad, hasta tal punto que a los bordados se les llamaba “telas babilónicas”. En Egipto, Grecia, Roma y Bizancio, llegó a tener una calidad excepcional en los vestidos reales y eclesiales, pasando luego a toda Europa de la mano de los italianos.
Se considera que en España, Francia, Flandes e Italia tuvo su cénit el arte del bordado en el siglo XVII, tanto en la ropa, como en los tapices. El oficio de bordador estaba muy considerado en la sociedad y los más sobresalientes tenían taller propio con operarios asalariados a sus órdenes. El taller de las Pérez fue su propia casa y ellas fueron sus propias operarias, aunque a más de una mujer enseñaron a bordar, como hicieron con su cuñada Lucrecia.
Entre los tipos de bordados más conocidos en todo el mundo se encuentran el BLANCO, que actualmente se hace también con colores y puede ser de plumetis, inglés, festón, madeira, richelieu, colbert, renacentista, etc. CALADO, que se efectúa sacando hilos del propio tejido. FANTASÍA, cuando se usan diversas guarniciones, como algodón, lana, seda, cordoncillos, trencilla, hilo de oro, de plata, de cobre, perlas, lentejuelas, etc. Este tipo de bordado recibe diferentes nombres según su tipo, origen, materias utilizadas, etc y puede ser de canutillo, de realce, sobrepuestos o de aplicación, en relieve, al pasado, de espiga, cadeneta e incrustaciones, entre otros.
El bordado de LAMINILLAS METÁLICAS o LAMÉ se realiza con unas agujas especiales. El UMBRÍA, italiano, con colores vivos y velado con gasa dorada. El LUNÉVILLE se realiza a ganchillo sobre un bastidor. El PERSA, realizado con oro y piedras preciosas, y el PUNTO DE BEAUVAIS, originario de Francia, suele ser muy colorido y su técnica muy refinada. Las Pérez llegaron a dominar casi todos estos bordados, pero su especialidad era el Punto de Beauvais (se pronuncia bové).
De los seis hermanos Pérez Vega, solo se casaron dos: Rafael, con su novia Lucrecia, y con la cual tuvo tres hijos: Rafael, Armando y Marco Antonio, y Herminia, con Obdulio Vilaú, su único novio, con quien tuvo dos hijos: Esther y Alfredo. Me imagino que Esther, Ofelia, Olga e Hilda tuvieron enamorados, pero como eran exigentes, ninguno les convino. Y en vez de bordar ajuares matrimonales para ellas, prefirieron bordárselos a otras parejas.
El hecho de que cuatro de las cinco hermanas se quedaran solteras, no influyó en su carácter: eran mujeres alegres y compartidoras. Como además de coser y bordar, sabían cocinar, hacer cakes, dulces y adornos para fiestas, en su casa se celebraron bodas, cumpleaños y bautizos, de familiares y amigos.
Había que subir unos cuantos escalones para llegar hasta el tercer y último piso, pero cuando uno tocaba la puerta de de las Pérez, una de ellas te recibía sonriente. La sala era espaciosa y los invitados podían también permanecer en el balcón o en el pasillo interior, desde donde se podía acceder a los cuartos, al baño, al comedor y la cocina.
Esther, Herminia, Ofelia, Olga e Hilda Pérez Vega simbolizan esa generación de cubanas educadas, honorables y laboriosas que dedicaron los mejores años de su vida a hacer felices a otros. Aunque fuera a través de las iniciales de un pañuelo, una blusa, un mantel o un juego de toallas bordados con amor y buen gusto.
Tania Quintero
Foto de la celebración en casa de las Pérez del bautizo de Armandito, en 1954. En ella aparecen cuatro hermanas Pérez: Olga, la primera a la izquierda; Ofelia, la sonriente, inclinada hacia delante; Hilda, con vestido floreado y Esther, a la derecha, con espejuelos y vestido oscuro. Falta Herminia, madre de Estercita, la niña a la derecha que tiene cargado a su hermanito Alfredo. Las otras tres mujeres son las hermanas Merceditas y Ana Rosa López Vega, tías de Armandito, la mulata con collar en el cuello es Graciela Pego, madre de Papito, como le decían Rigoberto López Pego, el mulatico con guayabera que mira serio a la cámara. El niño delante de él es Rafaelito, hermano mayor del bautizado. La niña sonriente soy yo y tengo cargado a un lloroso Armandito.
En esa foto falta Lucrecia, madre de Armandito y Rafaelito, que aún vive y tiene 92 años. De las mujeres de la foto, la única que vive es Merceditas. También siguen vivos los seis niños (Estercita y yo somos las mayores de aquellos niños). Armandito y Rafaelito son hermanos de Marco, administrador de este blog, nacido dos años después de esa foto.
Que diferente a la extraña forma de ganarse la vida en la Cuba de hoy.Bellas, trabajadoras y decentes.
ResponderEliminarTania tus nietas tienen un gran parecido contigo.
Excelente reseña de la Cuba de ayer