No viví la tensión que rodeó la Crisis de Octubre -o de los Misiles, como es conocida fuera de Cuba. En 1962 me dedicaba a la tarea de escolarizar a antiguas criadas de los ricos. Lo hacía cada noche, de lunes a viernes, en escuelas de superación para la mujer, abiertas en distintos barrios habaneros.
Por las mañanas estudiaba marxismo, historia y literatura en la Escuela de Instructores Revolucionarios Conrado Benítez, en una hermosa mansión del antiguo reparto Biltmore, hoy Siboney. Y por las tardes impartía clases a muchachas campesinas, procedentes de provincias orientales.
Hasta que llegué a la televisión cubana en 1982, había dejado mis huellas laborales en una docena de empleos. Fui mecanógrafa, bibliotecaria, maestra, auxiliar en un registro civil, oficinista, secretaria y divulgadora de una empresa. En el periodismo me inicié autodidactamente. Lo ejercí desde 1974 hasta 1993, cuando publiqué la última colaboración en la revista Bohemia.
Desde 1961 hasta 1995, cuando comencé a escribir en Cuba Press como periodista al margen del control estatal, mi visión de la realidad cubana siempre fue discrepante. Hasta ese momento nunca había podido expresar públicamente mis críticas y puntos de vista, pero por escrito se los hacía llegar a dirigentes del Partido Comunista y del Estado, Fidel Castro incluido.
Todavía pertenecía al periodismo oficial cuando el 8 de marzo de 1991, un operativo de la Seguridad del Estado irrumpió abruptamente en mi casa y después de un registro de tres horas se llevaron detenido a mi hijo, Iván García -actualmente también periodista independiente-, bajo cargos iniciales de "actividades contrarrevolucionarias", más tarde cambiados por "propaganda enemiga".
Iván estuvo trece días detenido en Villa Marista. No llegó a ser enjuiciado. Pero a partir de ese día comencé a revisar uno por uno mis pensamientos. Y a leer otro tipo de libros y textos. Entonces corroboré que el comunismo no era la salvación de la humanidad, como desde mi infancia había creído.
Tania Quintero
Publicado con otro título en enero de 1999 en Cubafreepress.
Foto: Underwood de 1939, muy similar a la primera máquina de escribir con la cual aprendí a teclear velozmente durante los 19 meses que trabajé como mecanógrafa en el Comité Nacional del Partido Socialista Popular, que en 1959 radicaba en Carlos III y Márquez González, Centro Habana.
Leer también: Pistola en mano y Sobre Eudocio Ravines, autor de La gran estafa.
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