Google
 

martes, 14 de agosto de 2012

De mi infancia habanera



Por Tania Quintero

Como ya en otros momentos he contado, cursé la primaria en la Escuela Pública No. 126 Ramón Rosaínz, situada en Monte y Pila, en el municipio habanero del Cerro. En la sesión de la mañana iban los varones y por la tarde las hembras. Al igual que el resto de las escuelas públicas antes de 1959, a cada rato se celebraban actos, de corte patriótico o festivo.

Unas veces con el uniforme escolar, ropa de calle o diversos disfraces, como el de la foto, de mexicana. Entonces tendría 6 o 7 años y todavía no había matriculado para estudiar inglés en cursos gratuitos impartidos en las mismas aulas de la Ramón Rosaínz. Había tres turnos: de 6 a 7 de la tarde, de 7 a 8 de la noche y de 8 a 9.

En mi época, el inglés era como un segundo idioma, por la cercanía de Estados Unidos, país con el cual Cuba mantenía buenas relaciones diplomáticas, comerciales y culturales hasta la llegada de Fidel Castro y su ejército de barbudos.

La mayoría de las películas que veíamos en los cines eran americanas, subtituladas. En todos los estanquillos vendían revistas de Estados Unidos. Eran baratas, pero mi padre no me podía dar todas las semanas 0.20 centavos para que me comprara una revista y practicara el inglés. La solución la tuvo mi madre.

Habló con Fermín el carbonero, un asturiano dueño de una carbonería en la esquina de Zequeira y Romay. Para envolver el carbón, la gente le llevaba periódicos y revistas, entre ellas Lifey National Geographic Magazine. Fermín las iba separando y una vez por semana yo pasaba y las recogía. Otro surtidor de revistas en mi niñez era Castell, chofer de un camión de Lindsay, una de las grandes lavanderías y tintorerías de la ciudad, en la Calzada del Cerro, al lado del Asilo de Santovenia.

Castell era muy amigo de Delia, una portuguesa que vivía en el primer piso de nuestro edificio y se ganaba la vida alquilando a parejas en uno de los cuartos de la casa. Discretos encuentros amorosos por unas horas o una noche. Ese tipo de negocios era tan frecuentes en La Habana de mi infancia como el de las "cantinas", personas que se dedicaban a preparar comida y repartirlas a domicilio, en cantinas (envases) de aluminio.

Nunca vi la mujer con la cual todas las semanas Castell se acostaba. Lo que recuerdo es que con Delia me dejaba revistas, de las que iban a botar clientes a quienes le recogía la ropa sucia y se la llevaba lavada y planchada. Su zonas de recorrido eran el Vedado y Miramar, y entre las que se encontraban dos de mis favoritas: Good Housekeeping, que aún se publica con el mismo perfil, y Lana Lobell, catálogo de modas por encargo, ya desaparecido.

Aprendí a recortar en el Kindergarten, donde a los 3-4 años se solía ir en mi niñez, antes de empezar la enseñanza primaria. Más que colorear con crayolas, me gustaba recortar y pegar. En las quincallas, por 0.05 centavos, uno compraba un paquetico con una veintena de papeles de colores. El pegamento podía ser una pasta blanca sólida, que se untaba con el dedo o un pequeño pincel, o líquido, carmelitoso, en un frasco de cristal con una goma que tenía una abertura, y no se ensuciaban las manos.

El Kinder lo hice en una escuela pública que había en Monte entre San Joaquín y 10 de Octubre, casi al doblar de la Esquina de Tejas. Mucho tiempo después, ya ruinoso el local, en la parte de alante, donde antiguamente quedaba el portal, pusieron una de esas tiendas dedicadas a vender chucherías... por dólares!

A los 5 años me inscribieron en la Ramón Rosaínzseis cuadras más arriba, cerca de 'la Plaza', como en aquellos tiempos le decían al Mercado Único o de Cuatro Caminos. En la Rosaínz comencé en el Pre-Primario, y que hoy sería el Pre-Escolar. Cuando uno terminaba ese grado, ya prácticamente sabía leer, aunque la lectura se consolidaba en el Primer Grado.

En mi infancia, existían asignaturas que luego fueron suprimidas de los planes de estudio en las escuelas primarias, como Moral y Cívica, Música, Dibujo, Ortografía, Caligrafía, Trabajo Manual, Corte y Costura y Economía Doméstica.

Luego de hojear las revistas que Fermín y Castell me regalaban (y leer lo que a esa edad me podía interesar), recortaba las fotos y dibujos que me pudieran servir para pegar en las libretas, y las guardaba en una caja, distinta a la de los recortes destinados a jugar con las "cuquitas" o paper dolls, esas muñequitas de cartón con vestiditos de papel. Igualmente recortaba y coleccionaba fotos de ropa, viviendas, artistas y países, para con mis amiguitas jugar a la casa y el vestuario que nos gustaría tener o el artista y país que nos gustaría conocer... cuando fuéramos grandes!

Para ese juego nunca recorté fotos de alimentos: éstos los guardaba para ilustrar clases relacionadas con la nutrición y recetas de cocina. Según los parámetros de entonces, mi familia pertenecía a la "clase baja". Éramos pobres.

Pese a nuestra 'pobreza', nunca dejé de desayunar, almorzar y cenar, ni de merendar dos veces al día. Tampoco recorté productos de aseo: hasta el cubano más humilde podía comprar, por pesos, una pastilla de jabón Camay o Palmolive para bañarse; de Oso o Rina para lavar la ropa o una caja de detergente Fab o Ace para fregar.

4 comentarios:

  1. Disfruto mucho de esos recuerdos tuyos. La foto magnífica, muy bonita. De china tienes, seguro...

    ResponderEliminar
  2. Esa era la cuba de ayer. De todo y para todos los bolsillos, sin cdr ni ojos ni oidos delatores, ni mochas que cortaban cabezas, sin paredones.

    ResponderEliminar
  3. Encantadoras estas vetas habaneras de Tania, que nos muestran como esa esa hermosa ciudad y su vida cotidiana antes de la llegada del "paraíso" que transformó ese bello país en un infierno. Apenas recorrí el Cerro cuando viví en la capital de todos los cubanos, pero he sabido que antes, quizá más a mediados del siglo XIX, era un elegante distrito habanero. Imagino que la pobreza de la familia de Tania fue digna y con muchas menos privaciones y humillaciones de las que padecen hoy la mayoría de los cubanos, que son, qué duda cabe, mucho más pobres que Tania en los 50. Ignacio I

    ResponderEliminar
  4. Gracias Sra Tania, su candidez ADMIRO, mucho mas el ejercicio de MEMORIA, Siii, ya viejos por aca estamos, coo~oo chica, ERAMOS FELICES, y NO LO SABIAMOS, perdimos, PERDIMOS, aun tal y como USTED expresa, proveniente de uan familia de "bajos recursos", en su humilde casa no faltaba el desayuno, almuerzo, comida, Y SOBRETODO la inocencia de la infancia, en lo personal TODAVIA no comprendo esa "tal" transformacion de la noche a la ma~ana de una GRAN mayoria de la poblacion cubana, oiga compay, SERIO, SERIO, un brote de ODIO, ENVIDIA jamas visto en la historia de Cuba, TODAVIA NO LO ENTIENDO, una realidad ES, QUE GENTE BIEN MALA SOMOS, pal carajo, malisimos SOMOS, mala idea NO SERIA, revisitar las clases de Moral y Civica, LAS NECESITAMOS, oiga, oiga, todavia los alaridos de PAREDON, PAREDON, PAREDON en mis ancianas orejas, oidos ME REZUMBAN !!!!!, "we ain't GOT nobody else to blame BUT US", and the fucking politica exterior de los USA, son of bitches !!!, Cuba LIBRE SERA !!!

    ResponderEliminar