Por Carlos Olivares Baró
El vocablo Tango proviene de lenguas africanas que llegaron con los esclavos al Río de la Plata. / Orígenes posibles del término criollo afro — portugués: tangere (tocar). Tambo, tam — tam, candombe: “toca tambo”: “toca tango” (celebración, fiesta de negros). Tango: lugar de reunión de los esclavos en casas de los arrabales: los negros se encontraban para danzar. / Inmigrantes africanos, españoles, argentinos, italianos, británicos, polacos rusos… Polkas, valses, mazurcas, habanera cubana, ritmos candombes africanos: nacimiento del tango, danzón, milonga… Danzón cubano (1879). Auge del tango argentino (1900). / Malones, compadritos y orilleros se reúnen en los boliches para escuchar ese ritmo agridulce y quebradizo en 2 x 4. En los salones de Matanzas, Cuba, los “negros de sociedad” se juntan para zapatear en pareja los acordes de violines, clarinetes y tímpanos (danzón). // El tango es demanda. Abundancia de morriña que el organillo vocea. / El tango, gestualidad frente al azogue. Guitarra, piano, violín, bandoneón y contrabajo escriben las pausas en los costados del silencio. / El tango, exuberancia de acordes lindantes con la vendimia. / El tango sucede en intemporalidades acuciantes: la duración se extiende hasta las riberas del deseo y estalla en sinuosidades: acordes del violín. Dentellada caprichosa de las cuerdas tensando el instante: prolongando el abrazo y el cruce de las piernas en transposición tersa. / El tango, disimulo de bálsamos armónicos. / El tango permite que sigamos andando curtidos de soledad. / El tango nos reconoce en el lejano mirar, por las coplas que mordemos. / El tango emborracha el corazón y apaga, en el olor del trago de un buen oporto, esos amores locos que más que amor son sufrires. / El tango, fruición en los ejes del destierro: cadencia que todos los exiliados del mundo acogen en su soledad. / El tango, una fiesta: sollozos y dolencias que se despliegan en el estrado de la vida. / “El tango es un pensamiento triste que se baila”: magister dixit, Enrique Santos Discépolo. Hay una consonancia afro en los acordes del tango que detona en los cuerpos que se enlazan.
La vuelta del Malón (CNR Discos, 2008), de Tango Negro Trío (Juan Carlos Cáceres, piano y voz; Marcelo Russillo, batería y percusión; Carlos 'El tero' Buschini, bajo y percusión. Invitados: Javier Girotto, sax soprano y barítono; David Pecetto, bandoneón y acordeón), álbum porteño que chorrea euritmias afrocubanas por los 15 temas que lo conforman. Segunda placa que se conoce de esta agrupación dirigida por el exuberante Juan Carlos Cáceres, quien con su voz de barítono bronco enseñorea los conformes armónicos y repasa los recodos meridionales del tango. Tango que me hiciste mal… (2005), primer disco que conocimos de estos músicos argentinos que exploran, con tino, las gradaciones africanas presentes en los ritmos rioplatenses.
Temas de Cáceres y Buschini arreglados en consonancias jazzísticas en las que las enunciaciones bordean el toque a la parrilla: variaciones y ornamentos que respetan la melodía y armonía planeadas, pero con ciertas libertades en la ejecución instrumental. Recreaciones de rock latino de Santana (Qué pasó, La vuelta del malón), latin jazz con halo de candombe (No te mueras nunca, La nueva,), habanera cubana con asomo de milonga y vals (Sólo un sueño, Gris, Alejandra) y tango (Queremos saber, Quédate piola, La casita de mis viejos). Percusión que compendia colores africanos, bandoneón que se pasea por resquicios rioplatenses, sax que explaya apuntes jazzísticos a la parrilla (“Sólo un sueño”).
La vuelta del malón confirma los cruces de polka, vals, habanera, candombe y ritmos africanos en las raíces del tango. Seductora propuesta del pianista Cáceres y su Tango Negro Trío.
Cubaencuentro, 30 de enero de 2012
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