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domingo, 29 de enero de 2012

Regreso a la isla cementerio (III y final)


Por Lázaro Cuba

Durante el regreso de Florida, municipio camagüeyano, nuevas visiones de la Cuba actual. Hay una oleada timbirichera, donde se aparenta vender de todo, pero la calidad lo contradice.

En la parada de Jiguaní (frente a una paladar de amistades de los choferes), ofrecían variados platos y bebidas. Un baño para hombres y mujeres y un comensal lavándose la boca en un fregadero, nos desanimó. La miseria se ha extendido a las buenas costumbres. El trapicheo igual o peor que en la ida.

Llegamos a la terminal con casi dos horas de retraso. Ni un Cubataxi y otra vez el enjambre de taxistas, esta vez los azoré. En las afueras de la terminal, alquilé a un señor mayor que me pareció decente. La educación se está haciendo endémica. En el camino me contó cómo los taxistas en el turno de noche sobornan al jefe de turno de la piquera de la terminal para que les reporte las carreras que le exigen. Todo es un engranaje de pagos por conveniencias, la corrupción ha tomado tanta fuerza que 'los arreglos' se hacen mecánicamente.

El último día fue familiar.Nos encaramamos en un almendrón en la Avenida de Boyeros hasta la calle Bruzón, en Ayestarán, Cerro, donde vive parte de mi familia. Era un auto viejo con una extensión. Se modifican buscando más capacidad sin importarles cómo viajan los usuarios. Hay un descarnado afán por el dinero. El egoísmo se ha entronizado. Las personas no hablan ya entre sí, están como robotizados. La alegría si no ha muerto, ha cambiado su rostro.

La Plaza de la Catedral con artesanos oficialistas en su interior. Vendiendo imágenes, rosarios, estampillas, muy poca iluminación y un sombrío ambiente. Afuera, algunas señoras con disfraces de negras vendedoras, todas pintorreteadas tratando de halarte: hay cartománticas, vendedoras de maní, de flores. Siempre algunos turistas y sus fotos correspondientes, mesas con sombrillas descoloridas y un perro calor. En la esquina del restaurante El Patio aparecieron las ofertas.

Ahora los dueños de las paladares han tomado las calles, con menú y vestimenta gastronómica te ofrecen de todo, desde langosta hasta pollo gordon blue. Fui por curiosear al Rincón de Pancho, una salita pequeña con cuatro mesas, mesas muy pulcras y una decoración sencilla y elegante. Tomamos jugos naturales para ayudarlo, muy buenos, por cierto.

No podía faltar La Bodeguita del Medio, es una tradición como el café Du Monde en New Orleans. Afuera todo tipo de personajes luchando por la subsistencia. La Habana es una enorme selva. Una bulla ensordecedora, tres grupos musicales entre los dos pisos, cantan casi encima de la mesa, ya no hay espacio ni para las firmas. Cuando algo auténtico se convierte en negocio se degrada. Mi primo la llama 'la bodeguita del quilo'. Pero todavía sigue atestada de turistas.

Caminar por la calle Obispo es entrar a un campo de batallas. ¡Ni en New York he visto tanto aglomeramiento! Vendedores de todo tipo, periódicos, discos, artesanías, turistas, mendigos, empleados de restaurantes que salen a buscar clientes, policías al acecho y al negocio, parece como si existiera esa única calle.

Hay boutiques, bares con grupos musicales con la música estridente martillando una gastada melodía, frente al Ministerio de Educación subimos a comer una ligera merienda. Bello lugar, con aire acondicionado en una parte cerrada del segundo piso y baños limpios, sí, baños limpios.

Un sólo restaurant auténticamente chino en el China Town de Galiano y Zanja, es al final. Se llama El bien y el mal, creo que se escribe Tieng Tang o algo así. Su chef es chino. Con aire acondicionado en el segundo piso y el decorado traído de China. La dueña viaja con permiso y trae todo el staff para su negocio que corre muy bien. Excelente comida y servicio. Era la primera vez en cinco días que olvidamos dónde estábamos.

Al siguiente día de nuevo aeropuerto que tú conoces: gritería, molotes, los hombres 'especulando' (alardeando) con su cerveza Cristal mañanera. El vuelo era para las doce y debíamos estar tres horas antes para los chequeos rutinarios. Pasar por la aduana cubana es como transitar por un campo minado.

He visto gente abominable y pedante, pero éstos son escogidos. Forma parte del tratamiento psicológico de la Tiranía. Envían señales constantemente: allí ellos mandan, no importa nacionalidad, ciudadanía, clase o cultura. Están entrenados para aterrorizar.

Una brigada de 'avispas' (tropas especiales) descendió de un moderno van Toyota con cristales calobares, empujando a diestra y siniestra, hasta que se abrieron paso. Desapareció la molotera. Creo que se han adaptado a la humillación y la fuerza, como mismo se han adaptado a pedir, con la excusa que falta de todo, pero todos 'empacotillados' (con ropa de marca) hasta el cuello, anunciando la vanidad de tener al lado un 'comunitario' (exiliado).

Cuando el Delta despegó después de una hora y media de retraso por la búsqueda de alguien con dos menores, mi esposa y yo sentimos un descomunal alivio. La Isla es un gigante moridero. Aparte de los crímenes, hay que juzgar al Tirano y a la Tirana por haber asesinado una idiosincracia.

Blog de Zoé Valdés, 4 de noviembre de 2011
Foto: Aduana de La Habana. Litografía del paisajista francés Fredéric Mialhe, perteneciente a la colección Isla de Cuba Pintoresca, realizada entre 1830 y 1840.

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