Si algo no se puede encasillar en una ideología o creencia religiosa es la moral. Tampoco tiene nacionalidad ni jerarquía. Por el contrario, mientras más responsabilidades se tienen más debe prevalecer la moral.
El escándalo sexual en torno al presidente Bill Clinton, trajo a debate un tema tan viejo como el mundo: el de la moral de los ciudadanos.
En la isla, donde en las últimas décadas ha predominado la hipocresía o doble moral, el tema tuvo actualidad. Hay quienes piensan que porque las cosas anden mal económicamente y el robo se haya convertido en algo común en la mayor de Las Antillas, debemos contribuir al desorden y al descontrol.
El asunto es complicado y tiene sus aristas porque la sociedad cubana, aunque desde lejos puede verse como uniforme, única, totalitaria, interiormente está subdividida como un anón, una fruta hace años desaparecida.
Está, por un lado, la "moral de los revolucionarios", por otro, la de los supuestos "contrarrevolucionarios" que no son más que opositores, personas que han tenido la osadía de disentir. Y en el medio, como un gran islote, la moral de la gente, indiferente o incondicional al sistema, y donde se producen los mayores contrastes.
En ese islote, en el delito y la ilegalidad suelen darse la mano funcionarios y trabajadores, independientemente de su posición política o si son militantes o no del partido o la juventud comunista.
Sea la sociedad que sea, dirija quien dirija, hágalo bien o mal, las personas deben cumplir un mínimo de requisitos ético-morales. No para quedar bien con nadie ni con ningún santo, sino con uno mismo.
Porque alrededor de uno todo el mundo esté robando, no se debe robar. Porque la corrupción se generalice por día, uno tiene que tratar de no corromperse. Porque el método del soborno se extienda cada vez más, no se puede sobornar a nadie ni dejarse sobornar. Porque una parte de la población partícipe en actividades fraudulentas y delictivas, uno no debe sumarse a la comparsa del relajo.
La moral debe ser una sola. Se sea lo que se sea y se viva donde se viva.
Publicado en Cubafreepress el 10 de septiembre de 1998.
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