Por Michel Suárez
En Televisa, uno de los más grandes emporios audiovisuales del mundo, el productor cubano Alexis Núñez Oliva ha logrado hacerse de un nombre. El creador de una decena de programas exitosos en México, y productor ejecutivo del canal de pago Ritmoson Latino, habla con CUBAENCUENTRO.com de la televisión que se hace en la Isla y en el exilio, y sobre su país adoptivo.
Mientras vivió en Cuba, Núñez Oliva trabajó en la prensa escrita, la radio y la televisión. Se le recuerda, sobre todo, de los programas Entre ocho y diez (Radio Ciudad de La Habana) y En confianza y Puntos de vista (Cubavisión).
¿Cómo llega a Televisa?
Siendo casi adolescente, comencé en Cuba a colaborar primero, y a trabajar profesionalmente después, en la radio, en la televisión y en varios medios escritos. En la televisión cubana tuve la fortuna de conocer a los que hicieron grandes programas de comedia y concursos, a excelentes comediantes y directores que me contaban sus experiencias sobre cómo complacer al público buscando siempre hacer una televisión entretenida.
Mi primera gran oportunidad en televisión me la dio Tania Quintero, realizadora de aquel programa llamado Puntos de vista, que intentaba buscar la diversidad de opiniones sobre temas de actualidad. Ella creyó en mí desde la primera breve conversación, y me lanzó a la calle con un camarógrafo y mis ganas de trabajar.
Llegué a conducir el programa de radio Entre ocho y diez (Radio Ciudad de La Habana), dirigido por Bladimir Zamora y Alejandro Zayas Bazán, dos talentos inolvidables. También fui conductor de En confianza, un programa semanal de televisión para jóvenes, donde entrevistaba a personalidades del arte y los espectáculos, bajo la dirección de Rudy Mora, Orlando Cruzata y Alejandro González, incansables creativos de los que todos aprendimos trabajando en equipo.
Después de vivir algunos años en México, y de publicar en varios periódicos, trabajé cerca de dos años en Televisión Azteca, la competencia de Televisa. Un día, conversando con el actor César Évora sobre mi interés de ingresar a Televisa, me puso en contacto con el vicepresidente de Producción, Jorge Eduardo Murguía; tratamos el tema en varias comidas que organizó el propio Évora en su casa y así llegamos al acuerdo para entrar a Televisa.
Mis padrinos laborales en esta compañía son entonces César Évora y Jorge Eduardo Murguía, dos personas con prestigio y profesionalismo que me convencieron para dar un paso importante en mi carrera. Con ellos dos estaré siempre en deuda, porque su generosidad inicial significó todo lo que logré después.
En su más reciente proyecto en Televisa (Qué tarde tan padre) hay varios cubanos: Ismael Cala, Osvaldo Doimeadios, Sirio Soto… ¿Cómo lo ha recibido el público mexicano?
En mi nueva producción, los pocos cubanos que trabajan conmigo no representan ni el 1%, porque mi equipo está conformado por más de 150 personas, casi todos mexicanos, con una larga experiencia en la forma de hacer televisión, verdaderos maestros en sus áreas de responsabilidad, "graduados" de la escuela Televisa, la meca de la televisión en castellano, la fábrica de sueños que creó la familia Azcárraga, abriendo las puertas de su compañía a cuanta idea surja.
Tengo la suerte de contar con Sirio Soto, que dejó de ser actor para trabajar en guiones y dirección de escena, hijo de un director de la televisión cubana que hizo historia. Trabaja conmigo como productor Xavier Rodríguez (hijo de Mario Rodríguez Alemán y Laura Estrems) y algunos otros compatriotas que han estado en distintas producciones a mi cargo, así como Ismael Cala, conductor de televisión con un talento especial para conquistar a cualquier público de televisión.
Doimeadios trabajó sólo en la primera etapa de preproducción de este proyecto y estuvo en los primeros días al aire, pero regresó a La Habana, porque es un excelente actor que extrañaba sus escenarios. Él es un hombre del teatro que visita la televisión y con su talento nos deja huellas, pero no es un hombre de la televisión.
Como hombre de los medios, ¿qué siente cuando mira atrás y ve que la televisión cubana (antes líder, tanto técnica como culturalmente) ahora está fuera de competencia?
La historia de la televisión cubana es casi siempre un tema entre los que trabajamos en Televisa, aun sin ser de la Isla, porque aquí se reconoce que Cuba marcó un rumbo en las telenovelas, en los programas de concurso, en la participación del público, en la forma cercana de hacer televisión.
Hace casi cincuenta años esa televisión se fue transformando, en manos del Estado, en un intento —eso dijeron— por conseguir un medio más cultural y educativo. Como propuesta es interesante, pero en la realidad la hicieron aburrida y desterraron el primer objetivo de la televisión: ser entretenida.
El aburrimiento de la TVC sufrió, además, una censura sin límites y se convirtió en un medio de propaganda política y de movilización de masas, dejando fuera las tradiciones nacionales, las historias y conflictos de la vida real, la participación popular en programas en vivo, hasta perder la batalla como representación de una auténtica cultura isleña.
Todo ocurrió en un largo proceso de altas y bajas, donde las bajas fueron superando a las altas, hasta quedar anestesiada, sin la sensibilidad que demanda el público. En los últimos años, una ligera luz se asomó con algunas telenovelas y programas humorísticos que han abordado temas actuales y polémicos; pero estos espacios ocupan todavía muy poco tiempo en la programación, frente a todo lo demás que sigue siendo aburrido. También siguen ausentes los asuntos más inmediatos que la gente comenta en las esquinas.
El mayor daño está en la interrupción del oficio de hacer televisión entretenida, que heredamos de los años cincuenta y hasta de inicios de los sesenta. Confío en que todo pueda volver a recuperarse el día que la televisión deje de ser tribuna. La TVC, excesivamente politizada, dejó además fuera la participación de los artistas e intelectuales cubanos, que si bien tampoco son garantía para realizar producciones entretenidas, quizá al menos habrían mostrado una programación más colorida y alegre, para hablar en términos populares.
¿Ha visto Cubavisión Internacional? Analizado desde países que tuvieron televisión después que Cuba, da mucha vergüenza ajena…
No conozco su programación. Si se rige por lineamientos similares a los de la televisión nacional, está condenada a no ser vista.
El gobierno se ufana de tener una televisión culta, "fundada en valores educativos y culturales", ante tendencias internacionales alabadas y criticadas, como los realitys o la televisión de sucesos y espectáculos. ¿Cómo se le explica a un ciudadano que vive en Cuba si esto es así o no?
La televisión es el antigobierno. Mientras que la política es sobriedad y solemnidad, la televisión es entretenimiento y emociones. En el mundo, la televisión sigue intentando parecerse cada vez más a la realidad. En Cuba, la tendencia ha sido que la realidad pueda parecerse a la televisión, aunque ambos intentos siguen fallando.
Los latinoamericanos nacemos melodramáticos, nos gustan las historias y las tragedias, el ridículo ajeno, competir y ganar, y hasta disfrutamos cuando vemos perder al otro. La propuesta de hacer una televisión culta la comparto, y me parece que puede perfectamente ligarse con el entretenimiento. Los mejores ejemplos están en canales de televisión de pago, en programas como los que producen Discovery Channel o Animal Planet, o cualquier otro, donde se mezclan conflictos, dramas, humor y cultura de una forma entretenida y emocionante.
En Cuba, la televisión se despojó de todo su lenguaje seductor, se alejó del público alegre, bailador y fiestero, para representar la realidad de los políticos y sus políticas, decidido por personas más atentas al "qué no se puede decir", que a todo lo que se necesita decir por televisión. La televisión cubana se extravió en un callejón oscuro, y allí fue violada, ultrajada y usada. Ha deambulado por décadas como una señora divorciada, sin aspiraciones de volver a enamorarse, pensando que los demás no creen en ella.
Querían una televisión inmaculada y lograron con éxito que no se intoxicara de pésimas tendencias que se transmiten en otras partes del mundo. Pero el costo de ese acierto fue producir programas ajenos al lenguaje televisivo y dejaron fuera la capacidad de entretener.
He visto en los últimos meses una ligera preocupación por transmitir series y películas extranjeras con buenas historias, y aunque la motivación tiene su origen en competir con la televisión clandestina, que muchos ven a escondidas con antenas y artefactos ilícitos, eso me hace pensar que desde el Poder se está comenzando a entender la gravedad de esas ausencias. Falta ahora que escritores, directores y productores nacionales realicen programas similares partiendo de la realidad cotidiana, sin límites en las formas ni en los contenidos. Es sólo cuestión de abrir la cerradura, pero la llave la sigue teniendo el Estado.
El fenómeno de las antenas parabólicas ilegales confirma que la libertad de elección finalmente se impone, aunque haya una ofensiva para evitarlo…
El uso clandestino de antenas parabólicas y el trasiego de programas extranjeros, grabados y pasados de mano en mano en discos y cintas, como si se tratara de estupefacientes, es una muestra de que la televisión entretenida es una necesidad en el ser humano, como lo puede ser el hábito de comer o dormir.
Las parabólicas escondidas son pancartas electrónicas de una manifestación en silencio que parece decir: "yo veo lo que quiero, y no lo que quieren que yo vea". El control remoto es una boleta electoral, y los televidentes en la Isla han buscado la forma de emitir su voto para elegir lo que prefieren ver.
La televisión producida por cubanos, en Miami, no es precisamente líder, desde el punto de vista de la innovación y la factura. ¿A qué se debe esto?
Depende desde que ángulo se esté evaluando el liderazgo. La televisión es o no entretenida, cumple o no sus objetivos, de acuerdo con el mercado y a la cultura que va dirigida. Puede o no gustarme la televisión que se hace en Miami, Barranquilla o Barcelona, pero hay que preguntarle a los televidentes que la ven. Si ellos la aceptan, seguramente cubre sus intereses estéticos y emocionales.
En la ciudad de Miami he visto algunos programas bien diseñados y producidos con muy pocos recursos, lo que habla de ingenio de sus creadores y de las compañías que se esfuerzan localmente por competir frente a las grandes cadenas de televisión.
¿Qué opina del periodismo cubano que se hace fuera de la Isla?
Veo una diversidad exquisita, con detalles en los análisis, y mucha, muchísima opinión sobre casi cualquier tema. Los cubanos tienen necesidad de decir tantas cosas y las escriben de tantas formas, que en general somos una muestra maravillosa de nuestra individualidad, haciendo uso de todo el avance de los medios de comunicación del siglo XXI y sus distintos lenguajes.
A veces falta tolerancia frente a las diferencias, en las réplicas o en los comentarios. Pero la tolerancia es un ejercicio que suele aparecer después de la catarsis. Primero surgen los gritos de lo que se quiere comunicar. En ese proceso, siento que estamos. Cuando todos hayamos gritado, aprenderemos a escuchar más, entendiendo que cuando se escucha, se reafirman nuestros argumentos o se transforman y somos mejores.
(Publicado en www.cubaencuentro.com el 23 de junio de 2008)
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