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lunes, 15 de enero de 2024

La expansión urbana de La Habana (I)

Para muchos especialistas los planos de ciudad son una fuente de información valiosísima. Son una radiografía que les permite entender la historia del proceso urbanizador al visualizar las huellas de su crecimiento, los tejidos que lo conforman, sus cicatrices. Con ojos entrenados se obtienen datos exclusivos respaldados por la veracidad de la minuciosa labor topográfica.

Por eso resulta un ejercicio de gran enriquecimiento que, lamentablemente, se pierde cuando derivamos la revisión del espacio a las aplicaciones GPS. Es cierto que esta tecnología facilita muchísimo el camino, sin embargo ha socavado nuestra habilidad de orientación y sobre todo nuestro conocimiento general del territorio.

Si tomamos un plano de La Habana, podremos ver que es una ciudad intensamente urbanizada, con pocos espacios abiertos. Sin embargo, las retículas que definen sus barrios no son iguales. A veces las diferencias quedan divididas o subrayadas por las vías principales, que también tienen su propia historia. Por ejemplo, aquellas que circunscriben la lenteja del centro histórico de La Habana Vieja, siguieron en su trazado el de la antigua muralla (1674-1740). Aún hoy en las calles Egido y Monserrate, unificadas desde 1918 con el nombre Bélgica, se conservan fragmentos del lienzo de piedra que protegía la ciudad en su frontera terrestre.

Por mar, el curso de la muralla estuvo marcado por la línea de costa. Durante la primera mitad del siglo XX, el desarrollo del puerto motivó obras de alineación y relleno que permitieron construir sobre el mar nuevos muelles, e incluso, el hermoso espacio ajardinado del canal de entrada de la bahía que cambió para siempre la imagen de ese tramo de costa.

La vista actual del canal del puerto delata la importante transformación urbana de la que fue objeto. La costa este mantiene la irregularidad del terreno natural, mientras que la oeste es una gran línea recta, un artificio que posibilitó la construcción de una avenida marítima moderna (1927-1930) flanqueada por una serie de cinco parques, en uno de los cuales quedó circunscrito el castillo de la Real Fuerza. La calle Tacón, que delimita por el sur estos parques, recuerda el antiguo borde de la ciudad, y por tanto allí se conservan los restos arqueológicos de la muralla de mar.

El centro histórico fundacional tiene un trazado reticular semiregular, que conjuga la tradición medieval con las nuevas instrucciones de población dictadas desde España para sus colonias de América. La intención era que tuviesen cierto orden, con lo cual se exigió que las calles fueran lo más rectas posible, y en este caso estrechas para favorecer la sombra en un clima tan cálido. En pleno siglo XVI se hizo lo posible con los recursos y especialistas existentes. El resultado fue una grilla donde ninguna manzana tiene las mismas dimensiones. Las primeras calles, trazadas junto al mar desde la plaza fundacional o Plaza de Armas (Mercaderes, Oficios y Baratillo), hicieron lo mejor que pudieron en la punta irregular de la península donde se asentó la villa.

Como era habitual en esa época las manzanas se rellenaron con edificios de paredes medianeras, quedando solo los agujeros de los patios interiores de las viviendas. Por eso fueron tan importantes las cinco plazas y las plazuelas que quedaron en esta trama compacta, como espacios de interacción y uso público. Entre los siglos XVIII y XIX, tres paseos marítimos intentaron dar nuevas opciones de recreo a los residentes.

En el XX, de ellos solo pervivió la Alameda de Paula, pero se remozó el canal del puerto incluyendo la citada franja de parques. En las últimas décadas ha sido estratégica la incorporación de pequeñas áreas ajardinadas para establecer un balance en la vieja ciudad. Estos nuevos parques conforman los múltiples puntos verdes que muestra el mapa actual.

Con la muralla en pie y el centro histórico saturado, a partir del siglo XVIII La Habana creció hacia afuera, donde repitió el mismo modelo reticular y compacto. Así nacieron los primeros barrios de los futuros municipios Centro Habana, Cerro, Diez de Octubre y Marianao. De vuelta al mapa se verá que las zonas más irregulares son las que están junto a las vías principales. Corresponden a las primeras fincas urbanizadas, que debieron adaptarse al recorrido sinuoso de los caminos que hasta entonces habían unido el centro fundacional con las zonas de cultivo.

Antiguas calzadas como Zanja, Monte, Cerro, Puentes Grandes, Marianao (51), Jesús del Monte (10 de Octubre) y Luyanó son las grandes serpentinas que atraviesan La Habana hacia el oeste y el sur. Esta forma irregular que mantuvieron a pesar de distintos procesos de rectificación, se debe a su surgimiento como trillo abierto al monte, sin una planificación conmensurada. En el caso de Zanja su forma siguió el recorrido del primer acueducto de la ciudad, por lo que construir junto a ella traía la doble ventaja del agua potable.

Resulta realmente interesante comprobar en el plano de ciudad, cómo estos primeros trazados extramuros intentaron ajustar la cuadrícula a las curvas del camino, lo que sin dudas ayuda a entender las características de cada barrio. También la pervivencia de la vivienda adosada al vecino y el necesario patio interior que favorece la ventilación e iluminación de las estancias; las calles y aceras estrechas; y la incorporación del portal en las arterias principales donde se concentró el mayor número de comercios y servicios.

A trozos se rellenó La Habana, en la medida en que cada hacendado decidió urbanizar su pedazo de tierra. Estaba normado que los nuevos repartos debían seguir un trazado a manera de grilla o cuadrícula. No se fijaron medidas exactas para las manzanas, pero era obligatorio mantener la continuidad de las calles entre los repartos. A mediados del siglo XIX ya se había urbanizado y ocupado de este modo toda la zona de Centro Habana hasta Belascoaín.

A este siglo corresponde el trazado de avenidas rectas importantes como Galiano, Belascoaín, Infanta y muy especialmente Carlos III, la primera en introducir dimensiones monumentales en el trazado capitalino. Así la ciudad se modernizaba y por eso, cuando quedó disponible el terreno intermedio entre Paseo del Prado y Monserrate que era parte de la defensa de la muralla, se ocupó con un nuevo reparto monumental a escala urbana y arquitectónica. Desde el plano, el ring de La Habana posibilita entender por qué se siente como si la ciudad se abriera y cerrara cuando se cruza entre Centro Habana, el reparto Las Murallas y La Habana Vieja.

Pero las lecciones más importantes del urbanismo moderno se practicaron en otro reparto de este período, que podrán leer la próxima semana.

Yaneli Leal
Diario de Cuba, 17 de septiembre de 2023.
Foto: La Habana vista desde el aire. Tomada de Diario de Cuba.

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