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lunes, 22 de agosto de 2022

"En Cuba, malo que bueno..."


Lo vieron los vecinos, la foto está en las redes sociales: a Zidán Batista Álvarez, con dos heridas de bala, esposado, tirado en el piso, desangrándose, lo remató, luego de patearlo, el agente de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) con chapa 15388.

Zidán tenía 17 años, era negro y vivía en El Condado, un barrio pobre de Santa Clara. Según la nota del Ministerio del Interior del pasado primero de julio, el adolescente era violento, de pésima conducta social y agredió con un machete al agente. Es lo que siempre dicen en estos casos, cuando los policías se ponen nerviosos y se les sueltan los gatillos. Y da la casualidad que los muertos siempre son jóvenes negros.

Hay mucha indignación. Pero no faltan zoquetes que aun aceptando que hay brutalidad policial y racismo, afirman que en los Estados Unidos son más frecuentes estos casos. Y es cierto, solo que allá, como impera un estado de derecho, los policías, si son hallados culpables, van a la cárcel, mientras que aquí, los justifican, los apañan, y si no hay más remedio que sancionarlos, lo hacen de mentiritas.

Pobre y estúpido consuelo ese de pensar que tenemos problemas, pero todo es peor fuera de Cuba. Ese consuelo y la mansa resignación resultante han sido inculcados por el régimen, durante décadas, a varias generaciones de cubanos.

A los cubanos, los medios oficialistas nos pintan una visión tétrica del mundo que se extiende más allá de Venezuela, Nicaragua, Rusia y China: crisis económica, desempleo, inflación, miseria, hambruna, represión, guerras, racismo, epidemias, contaminación…

Es como para agradecer la dicha inmensa de vivir en Cuba, “la fiesta innombrable” que tuiteó Díaz-Canel en onda lezamiana, con todos los problemas habidos y por haber que tenemos, que como todos debemos saber –y si no, nos lo vuelven a explicar los mandamases- son por culpa del “genocida bloqueo yanqui”.

Y han exagerado con esa visión catastrofista en los últimos dos años, para contribuir a nuestra indefensión inducida, haciéndonos creer que si hay apagones, faltan las medicinas, los precios andan por las nubes y tenemos que pasar la mayor parte del día haciendo colas para conseguir algo de comer es, además de por “el recrudecimiento del bloqueo”, consecuencia de la crisis ocasionada por el Covid 19 y por la guerra de Ucrania. Como en el resto del mundo. Hasta en el Primer Mundo.

Hace unos meses, en el NTV, llegaron a expresar preocupación por el desabastecimiento en los Estados Unidos, basados en el terrible hecho de que en los supermarkets de Miami estaban escaseando productos como el papel higiénico y el queso crema. El verano del pasado año, cuando la epidemia de Covid 19 mayores estragos hacía en nuestro país, querían, manipulando los datos que daba el Ministerio de Salud Pública, que nos consoláramos con el hecho de que en Estados Unidos y Brasil, países con muchísima más población que Cuba, era mucho mayor el número de contagiados y fallecidos por culpa de las fallidas políticas gubernamentales para enfrentar la epidemia.

Cuando no pudieron ocultar la represión de las protestas de los días 11 y 12 de julio de 2021, y justificar la muerte de un manifestante baleado por la espalda en La Güinera, intentaron convencernos de que la represión fue mucho más cruenta en Chile, Colombia y Ecuador, países donde no está criminalizado el disenso político y la protesta social, sino la violencia, y no condenan -para que sirva de escarmiento- a 20 y más años de cárcel por sedición a los participantes en manifestaciones pacíficas.

Y si se habla de los menores de edad encarcelados durante el estallido social, te dicen que en Estados Unidos hay cientos de menores condenados a cadena perpetua y a la silla eléctrica. Los robos, los asaltos, los feminicidios, aumentan, pero como no hay crónica roja, muchos siguen pensando que en Cuba hay menos violencia y se vive con más seguridad que en otros países.

No son creíbles ni respetados, pero los mandamases del continuismo han conseguido que los cubanos, aunque se quejen del hambre, las privaciones y la vida miserable que llevan, si no les da por emigrar a como dé lugar, acaben dándose por vencidos, resignándose con la filosofía del “aquí en Cuba, malo que bueno se va resolviendo”. Una actitud que se aviene de maravillas con la cínica e inmovilista aseveración de que “esto no hay quien lo arregle, pero tampoco quien lo tumbe”.

Luis Cino

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