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lunes, 29 de agosto de 2022

La liturgia del buen morir


Es natural que la Revolución cubana, obsesionada con las ficciones de su origen, elabore con el mismo empeño tantas ficciones de muerte. La épica de la guerra -la juventud, el plomo, los barbudos- encuentra su contraparte lógica en la liturgia del buen morir. De ese modo, el mito de Guevara cabe en un retrato; Almeida es el difunto melódico y Raúl -fallecido ya para la vida pública- tiene previsto el osario de esposo ejemplar, junto a Vilma.

Fidel Castro, planificador neurótico de sus funerales, fue más precavido: se calzó a sí mismo en la piedra, a salvo de las imágenes y los iconoclastas. Pero Camilo Cienfuegos, el muerto inicial, el muerto por excelencia, fue encapsulado en el relato y el rito.

Como el Prometeo de Kafka, de la muerte de Camilo hay tantas versiones como conspiradores. Me interesa menos el destino de la célebre avioneta Cessna 310 que el oficio de tinieblas con que Fidel sepultó al «Cristo rumbero» de Lawton. Porque en esa tumba desconocida se cifra la inocencia -sería mejor decir la ingenuidad- de la revolución.

Durante un discurso de 1964, Guevara divaga sobre sus compañeros caídos. Recordarlos año tras año se le hace oneroso, pesado. Genera una "mecánica", dice, "que choca". No comprende el melodrama cubano, dado a la evocación constante de los muertos. Por eso, en su intervención, decide hablar de comida.

Mientras comparten una lata de leche condensada en la Sierra Maestra, Camilo le habla a Guevara de la harina de maíz con cangrejos que sabe preparar su madre. Es lo que más extraña de la casa familiar. Este cruce entre la muerte y el apetito es sumamente revelador sobre Camilo. Es la paradoja que lo define: por un lado, la vitalidad sensorial, las mujeres, la adrenalina, el tabaco y la guerra; por otro, una especie de pulsión hacia la muerte.

La "mecánica" funeraria que molestaba tanto a Guevara (quizás porque la padecería más adelante) tenía su fuente en Castro. Embalsamar la memoria era una de las "malas artes" de la dirigencia a las que el argentino aludiría en ese mismo discurso, pues "de los muertos se puede hablar de forma distinta" y sin padecer su réplica.

Fidel comprendió mejor que nadie en qué órdenes Camilo se le distinguía y por qué esa interferencia, más temprano que tarde, le sería perjudicial. Fidel viene de arriba, de Belén, la universidad y una luna de miel en Miami; Camilo viaja también al norte, pero en busca de trabajo y comida. Castro es mojigato y no baila; Camilo es mujeriego, no tiene un peso en el bolsillo y los guajiros lo quieren.

Fidel es el comandante; Camilo, a sus espaldas, le roba el espectáculo. Es el "segundo hombre", el "Señor de la vanguardia". Hay una energía poderosa en él, un ciclón. Castro no puede aprovechar la ventolera y, de hecho, apenas puede resistirla. Cuando triunfó la Revolución, Fidel Castro tenía 33 años; Camilo Cienfuegos iba a cumplir 27.

Un hombre que muere con 27 años es una fuerza de la naturaleza. 1959 es el año que fija un límite simbólico para los rebeldes: atrás queda el caos, ahora comienza el orden. Camilo es el único que se resiste a abandonar la edad heroica. No se encuentra a sí mismo como parte del gobierno, y esta carencia de identidad suya como dirigente, como político, lo distancia en lo fundamental de Castro y Guevara.

Ellos llevan años regurgitando un nuevo orden. Tienen un plan y un método. Cuando acaba la guerra, acceden por fin a la posibilidad de ejecutar su utopía en la isla. Cuba se convierte en un campo de experimentación histórica, en el cual se despedazan la vieja aristocracia comunista del PSP (Partido Socialista Popular) y los jóvenes revoltosos del Movimiento 26 de Julio.

Cuando vemos a Camilo aferrándose, sin camisa, a un helicóptero que se eleva por los aires, trepando por los patines de aterrizaje como si fuera un niño, no es difícil adivinar que se precipitará en la nada. Está demasiado lejos de Guevara y sus libros de marxismo; de Fidel y sus delirios de líder máximo; de Raúl y sus intrigas con los comunistas. Se va a caer.

Camilo pierde la noción del tiempo. Cuando todos padecen la resaca de la guerra, todavía él está ebrio en su popularidad, firma autógrafos y se acuesta cada noche con una mujer distinta. Le oían decir con frecuencia: "No sé si esto es sueño o realidad". Es el único joven en un mundo de adultos.

El comandante Huber Matos también entró a la adultez política de modo abrupto. Acostumbrado a la franqueza de los soldados, escribe un par de cartas a Castro para -según la famosa fórmula- "emplazar a Fidel a que definiera lo que es humanismo, y lo que es la revolución y hasta dónde piensa llevarla".

Los sucesos han sido contados por numerosas voces: Fidel se encoleriza e insulta por televisión a la tropa camagüeyana; Camilo recibe órdenes de arrestar a Matos; viaja al campamento Agramonte y comprende que va entrando al matadero. Pero Huber ha tomado la previsión de apaciguar al ejército y se evita un alzamiento, lo cual parece haber sido la idea de Castro.

Camilo no obedece la orden de escoltar él mismo al prisionero hasta La Habana y, antes de marchar a Santiago, pronuncia un turbio discurso en el teatro del campamento. Se sabe que tanto Guevara como Camilo imitaban el estilo retórico de Fidel, a su vez heredero de la histeria ortodoxa de Chibás.

Pero aquí a Cienfuegos se le corta la voz más de una vez. Su propia imagen es la de un león al que han trasquilado o confundido: le han quitado la melena, aunque le queda la barb, por orden del lampiño Raúl. Habla "con una seriedad poco acostumbrada en nosotros".

Deja en claro su lealtad a Fidel y evita toda mención a los cambios en el ejército. Llama a su audiencia "compañeros del Ejército Rebelde" y les recuerda la carta de Matos y su "mala causa". Desvaría cósmicamente: "Si tenemos que llegar a la luna en un cohete nuestro", grita, "a la luna llegará la Revolución cubana en un cohete también".

No entiende de comunismo ni de romances bolcheviques, y así se lo hace saber entre líneas a los soldados: la Revolución es "cubana, cubana como las palmas, cubana única y exclusivamente". La gente le aplaude, recupera parcialmente la confianza de la tropa y se va a Oriente. Se le escuchó por última vez en La Habana, el 26 de octubre de 1959, durante la «concentración monstruosa» de cubanos frente al Palacio Presidencial.

El periódico Revolución, dirigido por Carlos Franqui, envió dos corresponsales a cubrir la búsqueda del Cessna 310, rebautizado como FAR-53. Dos tristes tigres, bohemios y amigos del muerto: el escritor Guillermo Cabrera Infante y el fotógrafo Jessy Fernández. Volvieron con una foto en la que aparece Fidel, consultando un mapa sobre una avioneta. El aparato lleva dibujada, bajo las aspas, la dentadura de un tiburón.

Cabrera Infante contó a Franqui -el chisme como documento histórico- que Fidel, cuando terminaba la pesquisa, mataba a tiros una vaca y armaba una comelata, una fiesta en Turiguanó o en Playa Larga. Al día siguiente comparecía ante la prensa afligido, inconsolable, y del mismo modo recibía a los padres de Camilo. Lunes, el suplemento cultural de Revolución, dedicó el primer número de noviembre de 1959 a Cienfuegos. Cabrera Infante organizó allí las fotos de Jessy y un mapa de la búsqueda, donde Fidel garabateó sectores y coordenadas. A la altura de Matanzas había escrito con trazo fuerte la palabra USA.

No deja de ser curioso cotejar los documentos reproducidos en Lunes con las grabaciones que se conservan de Camilo. En el discurso a las tropas camagüeyanas, el editor suprime el "compañeros del Ejército Rebelde" y borra el "día doloroso y triste". Permuta los "problemas interiores" del gobierno por "problemas anteriores"; sustituye proposiciones "indecorosas" a Juan Almeida por "indirectas".

Y, por último, extirpa el fragmento más problemático del discurso: "Que no vengan los compañeros a sentirse afectados porque quien fue su jefe heroico", y aquí se le corta la voz a Camilo, "en estos momentos atraviesa una situación difícil". El corte es tan genial que es imposible no atribuírselo a Cabrera Infante: aprovecha el cambio de página, cuando el lector tiene que manipular el folio y bajar la vista, para omitir la frase. Trucos del viejo Caín, tipógrafo en la adolescencia, para que aquellas palabras cayeran, como Camilo, en el vacío.

Dicen que Cienfuegos iba a menudo a la redacción de Lunes, para saludar a la gente y "aconsejar" a los muchachos sobre los contenidos del número. No cabe duda de que, tras su muerte, otro censor con menos guasa recomendó a Cabrera Infante lo que debía o no colocar en aquel número especial. Y él lo hizo de buen grado, o accedió a que otros lo hicieran. Al fin y al cabo, ¿quién nombró a Caín guardián de su hermano?

En el propio editorial de aquel número, Lunes ofrecía las instrucciones de la "mecánica" para momificar a Camilo: "Estas fotografías por las que anda su rostro impaciente, enérgico, dichoso, bueno y lúcido, conservémoslas en nuestras casas, hagámosles un lugar para siempre".

Castro fue minucioso en la elaboración del rito. El antiguo alumno de los jesuitas aprovechó de tal modo al muerto que cuando le tocó el turno a Guevara ya había perfeccionado la técnica. Sin cadáver, todo cubano puede hacer de un retrato su tumba. Sepultado en el mar -como Hernando de Soto- cualquier costa, río, cenagal o palangana sirve para que funcione la liturgia. Todos deben arrojar una flor o un barco de papel: los objetos, por alguna brújula metafísica, encontrarán al homenajeado en el abismo.

Luego queda trabajar la conciencia y la culpa: Castro repite una y otra vez, alimentando la salación del cubano, que si Huber Matos no hubiera traicionado Camilo no hubiera volado una y otra vez a Camagüey, y por lo tanto no se habría accidentado. De manera que Matos es el asesino indirecto, el chivo expiatorio. El 28 de octubre se convirtió en el día del exorcismo nacional. Camilo es Sansón, pero también es Osiris, fantasma ejemplar para ser imitado. El héroe muere y resucita. Lo dice la fórmula de Castro, que siempre sonó a amenaza: "en el pueblo hay muchos Camilos".

Una posdata: el 28 de octubre de 2021, cuando comencé a pensar en este ensayo, tecleé lo siguiente a Julio Llópiz-Casal: "Pronto escribiré un texto sobre Camilo, el símbolo-Camilo, el muerto-Camilo, el ícono-Camilo, el tipo-que-pudo-ser, sus diarios, etcétera".

Julio me respondió: «El Camilo que pudo ser es interesante. Me cuenta un amigo que en el museo en Yaguajay hay una chaqueta diseñada por él. Es una imagen preciosa que está en mi cabeza desde entonces". El resto del mensaje era también entrañable y cortés, como todo lo de Julio. Por eso no lo quise amargar con mi opinión sobre ese Camilo hipotético.

El fallo de Camilo Cienfuegos -su popularidad, su "olor a santo"- estaba más allá de su voluntad. Quizás nunca se hubiera opuesto en la práctica a Fidel Castro, pero esta sola contingencia era demasiado riesgo para el futuro de la Revolución. No soy yo quien lo dice, sino los allegados, los historiadores, los amigos. Hubiera tenido que madurar, que entrar en el tiempo y en el reino de Castro, como lo hicieron Juan Almeida y otros jóvenes que formaron la aristocracia militar de la Sierra.

Por otra parte, es innegable que la muerte lo llamaba. "Recuerdo una vez que llevamos a los muchachos al río Almendares", contaba su madre, Emilia. "Yo le digo: Camilo, no te vayas a meter en el río; y él, tan pronto llegó, se tiró y por poco se ahoga, porque no sabía nadar; lo tuvieron que sacar los demás".

La chaqueta de Julio o el fragmento escondido entre las páginas de Lunes nos permiten soñar, acudir a la escritura e inventarle un destino a Camilo. La historia de las revoluciones -lo dijo Guevara, el otro muerto- tienen una gran parte subterránea. Tenemos derecho a interpretar ese silencio del archivo y destrozar, eventualmente, la liturgia mortuoria de Fidel Castro.

Xavier Carbonell
El Estornudo, 13 de junio de 2022.

lunes, 22 de agosto de 2022

"En Cuba, malo que bueno..."


Lo vieron los vecinos, la foto está en las redes sociales: a Zidán Batista Álvarez, con dos heridas de bala, esposado, tirado en el piso, desangrándose, lo remató, luego de patearlo, el agente de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) con chapa 15388.

Zidán tenía 17 años, era negro y vivía en El Condado, un barrio pobre de Santa Clara. Según la nota del Ministerio del Interior del pasado primero de julio, el adolescente era violento, de pésima conducta social y agredió con un machete al agente. Es lo que siempre dicen en estos casos, cuando los policías se ponen nerviosos y se les sueltan los gatillos. Y da la casualidad que los muertos siempre son jóvenes negros.

Hay mucha indignación. Pero no faltan zoquetes que aun aceptando que hay brutalidad policial y racismo, afirman que en los Estados Unidos son más frecuentes estos casos. Y es cierto, solo que allá, como impera un estado de derecho, los policías, si son hallados culpables, van a la cárcel, mientras que aquí, los justifican, los apañan, y si no hay más remedio que sancionarlos, lo hacen de mentiritas.

Pobre y estúpido consuelo ese de pensar que tenemos problemas, pero todo es peor fuera de Cuba. Ese consuelo y la mansa resignación resultante han sido inculcados por el régimen, durante décadas, a varias generaciones de cubanos.

A los cubanos, los medios oficialistas nos pintan una visión tétrica del mundo que se extiende más allá de Venezuela, Nicaragua, Rusia y China: crisis económica, desempleo, inflación, miseria, hambruna, represión, guerras, racismo, epidemias, contaminación…

Es como para agradecer la dicha inmensa de vivir en Cuba, “la fiesta innombrable” que tuiteó Díaz-Canel en onda lezamiana, con todos los problemas habidos y por haber que tenemos, que como todos debemos saber –y si no, nos lo vuelven a explicar los mandamases- son por culpa del “genocida bloqueo yanqui”.

Y han exagerado con esa visión catastrofista en los últimos dos años, para contribuir a nuestra indefensión inducida, haciéndonos creer que si hay apagones, faltan las medicinas, los precios andan por las nubes y tenemos que pasar la mayor parte del día haciendo colas para conseguir algo de comer es, además de por “el recrudecimiento del bloqueo”, consecuencia de la crisis ocasionada por el Covid 19 y por la guerra de Ucrania. Como en el resto del mundo. Hasta en el Primer Mundo.

Hace unos meses, en el NTV, llegaron a expresar preocupación por el desabastecimiento en los Estados Unidos, basados en el terrible hecho de que en los supermarkets de Miami estaban escaseando productos como el papel higiénico y el queso crema. El verano del pasado año, cuando la epidemia de Covid 19 mayores estragos hacía en nuestro país, querían, manipulando los datos que daba el Ministerio de Salud Pública, que nos consoláramos con el hecho de que en Estados Unidos y Brasil, países con muchísima más población que Cuba, era mucho mayor el número de contagiados y fallecidos por culpa de las fallidas políticas gubernamentales para enfrentar la epidemia.

Cuando no pudieron ocultar la represión de las protestas de los días 11 y 12 de julio de 2021, y justificar la muerte de un manifestante baleado por la espalda en La Güinera, intentaron convencernos de que la represión fue mucho más cruenta en Chile, Colombia y Ecuador, países donde no está criminalizado el disenso político y la protesta social, sino la violencia, y no condenan -para que sirva de escarmiento- a 20 y más años de cárcel por sedición a los participantes en manifestaciones pacíficas.

Y si se habla de los menores de edad encarcelados durante el estallido social, te dicen que en Estados Unidos hay cientos de menores condenados a cadena perpetua y a la silla eléctrica. Los robos, los asaltos, los feminicidios, aumentan, pero como no hay crónica roja, muchos siguen pensando que en Cuba hay menos violencia y se vive con más seguridad que en otros países.

No son creíbles ni respetados, pero los mandamases del continuismo han conseguido que los cubanos, aunque se quejen del hambre, las privaciones y la vida miserable que llevan, si no les da por emigrar a como dé lugar, acaben dándose por vencidos, resignándose con la filosofía del “aquí en Cuba, malo que bueno se va resolviendo”. Una actitud que se aviene de maravillas con la cínica e inmovilista aseveración de que “esto no hay quien lo arregle, pero tampoco quien lo tumbe”.

Luis Cino

lunes, 15 de agosto de 2022

Sangría de Cuba


Cuba se desangra y descapitaliza humanamente con la avalancha migratoria que no cesa y, unida a la bajísima tasa de nacimientos, dibujan un país de viejos, dependientes de las remesas de hijos y nietos y migajas de la casta verde olivo y enguayaberada que tras el 11 de julio de 2021, aceleró la destrucción de la nación.

Los balseros y caminantes cubanos rumbo a Estados Unidos simbolizan el fracaso del comunismo, que acabó siendo letal para los humildes a quienes pretendía redimir, a los que nunca deja ser adultos, aplasta con represión y cárcel, pobreza y desigualdad.

La emigración cubana ha escalado en ilegalidades y dos tiroteos recientes, con el resultado de un muerto y heridos, en sendas operaciones frustradas de contrabando humano, en las que implicados arriesgan sus vidas y penas de cárcel, cobrando por salvar a un grupo de la perversión del delirio tardocastrista.

Opositores y activistas anticastristas, incluidos los desterrados por la dictadura más antigua de Occidente, son minoría en esa legión de médicos, deportistas, ingenieros, creadores, científicos, macheteros, técnicos medios, campesinos, obreros y niños que huyen de la tierra que los vio nacer, hartos de sobremorir en medio de consignas absurdas y carencias injustificables.

¿De qué valió protagonizar una revolución socialista en las narices del imperialismo yanqui, para acabar siendo una cárcel con miles de fusilados y encarcelados por sus ideas? Las que no se mataban, avisaron.

¿De qué valió imponer un solo partido hegemónico, para acabar lamentando la escasez de vocaciones y las bajas masivas en el Partido Comunista de Cuba y la Unión de Jóvenes Comunistas?

¿De qué valió alardear de independencia y soberanía, para ser mantenidos por la Unión Soviética, la Venezuela de Hugo Chávez y la solidaria emigración cubana?

¿De qué valió la alfabetización y los programas educativos, para acabar siendo uno de los mayores productores de mano de obra calificada del capitalismo?

¿De qué valió fantasear con ser potencia médica, para sucumbir ante el coronavirus y el dengue, alquilar al mejor postor a esclavos de bata blanca y usarlos como sargentos políticos del socialismo del siglo XXI?

¿De qué valió perseguir a disidentes, intelectuales y artistas, religiosos, homosexuales y apáticos; en nombre de la pureza revolucionaria, para acabar construyendo un gran reino de la simulación y el oportunismo?

Cada cubano que huye es un voto diáfano contra la tiranía, incluidos ésos que se declaran emigrantes económicos, como si su fuga no fuera consecuencia del desastre político que aflige a la nación, urgida de libertad, justicia y pan.

Los intentos del Palacio de la Revolución de justificar el desastre de Cuba por causas exógenas, empezando por el comodín de la hostilidad de Estados Unidos, se estrellan contra esos artefactos decimonónicos flotantes, cargados de cubanos que prefieren zozobrar en el Estrecho de la Florida, en la Selva del Darién o los volcanes centroamericanos, a la zozobra infinita a la que están condenados en la Isla desde que nacen hasta que mueren.

Carlos Cabrera
CiberCuba, 30 de junio de 2022.
Leer también: Cuba se está vaciando.

lunes, 8 de agosto de 2022

Dándole pa'trás a la memoria


Esta noticia me recordó que entre 1968 y 1970 viví en Nueva Gerona, capital de la entonces Isla de Pinos, hoy municipio especial Isla de la Juventud. La delegación del Ministerio de Justicia, donde trabajé, quedaba en el local donde hay un cartel que en la parte de abajo es rojo y azul y adentro se ve una persona en la foto de esa noticia.

El entonces ministro de Justicia, Alfredo Yabur, fue el responsable de que en Nueva Gerona, Isla de Pinos, por primera vez funcionara una delegación del Ministerio de Justicia (MINJUS). Para atenderla nombró a un abogado amigo suyo, Rafael García Himely, en ese momento mi esposo y padre de mis dos hijos, quien la abrió en 1967. Un año después, me trasladé a vivir a Nueva Gerona con Iván y Tamila, entonces de 3 y 4 años. En 1969 nos divorciamos, mis hijos volvieron a La Habana al cuidado de su abuela, mi madre, y yo regresé a Isla de Pinos, pues debido a la falta de mecanógrafas fiables y con experiencia, me habían contratado para trabajar un año en el comité municipal de la UJC.

Ese empleo lo acepté no por el salario (163 pesos), que era el mismo de cuando trabajé con mi ex esposo Rafael y la jueza Irene Alfonso, que era la presidenta del Tribunal Popular, si no porque en la UJC solo tecleaba cartas y mamotretos políticos, mientras que en la delegación del MINJUS tenía que mecanografiar extensos documentos jurídicos, algo bastante aburrido. Además, en la UJC repartían gratis mudas de ropa, las 'tos tenemos', llamadas así porque en esa época la usaba casi todos los cubanos, fueran dirigentes o trabajadores: pantalones de una dura mezclilla azul oscuro y camisas de mangas largas, de una tela gruesa de algodón que en distintos colores confeccionaban en la Textilera Ariguanabo de San Antonio de los Baños. También en la UJC daban ruedas enteras de cigarros suaves o fuertes. Todos los meses iba un fin de semana a La Habana a ver a mis hijos, por avión, en el 'patico', como le llamaban a los aviones soviéticos AN-24, con cinco vuelos diarios Nueva Gerona-Habana.

Además de llevarle dos o tres ruedas de cigarros fuertes a mi madre (desde los 12 años comenzó a fumar, aún viviendo con sus siete hermanos en la finca de sus padres Luis y Francisca en Tuinicuú, Sancti Spiritus y que no sé porque se llamaba Sebastopol), cuando iba a La Habana llevaba par de camisas para regalar: las habaneras les cortaban las mangas y algunas las bordaban. Cuando en 1969 mis hijos regresaron a la capital, hice en la Oficoda los traslados correspondientes de sus libretas de racionamiento, pero yo me quedé con mi libreta en Nueva Gerona porque en Isla de Pinos daban más alimentos. Lo único que nunca cogí fue el pollo, porque los daban vivos. Mensualmente no solo llevaba mi cuota de carne de res, arroz, etc., si no también productos que vendían por la libre, desde latas de jugos y conservas hasta pescado, camarones y langostas.

El primer secretario de la UJC municipal era Manuel Torres Muñiz, primo de Luis Orlando Domínguez Muñiz, primer secretario de la UJC nacional. En 1970 me propusieron laborar un mes como mecanógrafa en el campamento de la tercera Brigada Venceremos, compuesta por jóvenes izquierdosos de Estados Unidos. A mediados de septiembre de 1970 regresé definitivamente a La Habana. En nuestra casa de Romay, en El Cerro, no teníamos teléfono, yo daba los números de dos vecinas que vivían enfrente, el de la familia de Eloísa Pedroso y el de Rita Castro, una mulata que era sorda, pero no sé cómo oía el timbre del teléfono. Rita tuvo dos hijos con un americano que ya había fallecido. Vivía sola en la accesoria de un solar, su hija Violeta, mulata blanconaza, bonita y tiposa, se fue al principio de la llegada al poder de los barbudos. Su hijo Rodolfo era militar del Ministerio del Interior, lo destinaron a Isla de Pinos y allí se empató con Iraida, una pinera mayor que él, tuvieron un hijo, Rodolfito.

Fue al teléfono de Rita al cual me llamaron el 27 de septiembre de 1970, para decirme que al día siguiente debía estar a una hora de la tarde que ahora no recuerdo, en tal punto en el exterior del Ministerio de Comunicaciones. Debía llevar puesto el pulóver anaranjado de la Brigada Venceremos. A los cubanos que trabajamos en esa Brigada nos situaron en la primera fila, delante de la tribuna. En eso veo venir a Fidel Castro con Manuel Piñeiro, alias Barbarroja, quienes empezaron a saludar a los cubanos presentes. A Piñeiro lo había conocido en el campamento de la Brigada Venceremos, por la presa El Abra, en las afueras de Gerona.

No sé en las dos anteriores Brigadas de Estados Unidos, pero en esa había unos cuantos oficiales de la inteligencia que se hacían pasar por 'cuadros de la UJC'. La oficina quedaba en un un amplio salón y en una mesa, en una esquina, siempre había agua fría, un termo de café, jugo de naranja y toronja y bocaditos de jamón y queso. Los segurosos no sólo iban a que les mecanografiara, también iban a tomar café o merendar. Por lo menos en tres ocasiones, Piñeiro visitó el lugar. La primea vez que me vio preguntó si yo era cubana, según él, yo parecía puertorriqueña.

Por eso el 28 de septiembre de 1970 cuando Manuel Piñeiro se acercó a mí dijo: "Fidel, parece puertorriqueña, pero es cubana". Fidel respondió: "No sé de dónde sacaste que parece puertorriqueña, porque se ve que es cubana". Era mi tercer encuentro con Fidel Castro. Fragmento del discurso que localicé en este sitio chileno, porque en el oficial, donde conservan todos sus discursos, no se pueden leer.

Nosotros queremos en esta noche expresar de una manera especial nuestro reconocimiento hacia la tercera brigada de jóvenes norteamericanos que han venido a trabajar a nuestro país (APLAUSOS). Tenemos aquí presente en este acto un contingente de algo más de 400 jóvenes procedentes de 25 estados de la Unión Norteamericana y también de Puerto Rico (APLAUSOS). Constituyen la tercera brigada de jóvenes norteamericanos que nos visita este año. Dos brigadas anteriores participaron en el corte de caña, y fueron brigadas millonarias.

Los compañeros que han trabajado con esta brigada han quedado con una magnífica impresión de su actitud ante el trabajo, de su autodisciplina y del sincero y profundo interés con que han estado haciendo su aporte de energía y de buena voluntad en favor del desarrollo de nuestro país. Y esta ha resultado ser también una brigada millonaria. Y ustedes dirán: “¿Pero cómo, si ya no hay zafra? ¿Cómo puede haber una brigada millonaria en Isla de Pinos, además, donde no hay caña?” Pues bien: fertilizaron 1 095 187 plantas de cítricos en un área de 570 caballerías (APLAUSOS). Y fertilizaron, además, 450 kilómetros de cortinas rompevientos en 28 799 horas de trabajo (APLAUSOS).

Recolectaron 5 389 quintales de limones en 16 518 horas de trabajo (APLAUSOS). Sembraron 21 681 matas de toronja, 3 903 de naranja y 6 832 de resiembra de naranja en 10 627 horas de trabajo. Esto representa un total de 13 caballerías sembradas nuevas (APLAUSOS), y 6 caballerías de resiembra. En aseguramiento de las siembras trabajaron 3 938 horas. En riego de posturas, en 32 903 posturas; descarga de posturas, 7 599. Relleno de huecos para siembra, 7 208. Además, en trabajo de construcción trabajaron 512 horas en la loma de Sierra de Caballos, que es para la antena de televisión en Isla de Pinos, y 960 horas en la construcción del círculo infantil de Gerona (APLAUSOS). Y aquí ustedes ven en concreto el esfuerzo realizado por estos jóvenes en un movimiento magnífico de gran contenido revolucionario e internacionalista (APLAUSOS), expresión de los sentimientos y de las reservas morales de lo mejor del pueblo de Estados Unidos (APLAUSOS).

Es esta ya la tercera brigada. Más de 1 500 jóvenes -si mal no recuerdo unos 2 000- han venido venciendo el bloqueo y los obstáculos de todo tipo y los riesgos de todo tipo. Porque hay que decir que a los imperialistas no les agrada absolutamente nada y se ponen histéricos al conocer de la presencia de estos jóvenes norteamericanos en nuestro país (APLAUSOS); jóvenes que se arriesgan a la ira de los imperialistas y a las consecuencias de este gesto revolucionario hacia nuestro pueblo, y que, desde luego, puede traducirse en los innumerables inconvenientes que los imperialistas crean para tratar de desalentar el movimiento progresista y el movimiento revolucionario en Estados Unidos. De ahí que nosotros expresemos con particular emoción nuestro reconocimiento y nuestro agradecimiento a estos jóvenes norteamericanos en este décimo aniversario de los Comités de Defensa de la Revolución (APLAUSOS).

Mi cuarto y último encuentro con Fidel Castro fue el 12 de mayo de 1986, cuando me citó a su despacho, lo narro en mi libro Periodista, nada más, que pueden leer en mi blog. Pero el primer y segundo encuentro, en 1960 y 1961, lo conté en el tercer capítulo de mi libro:

La primera vez que hablé con Fidel fue en diciembre de 1960, en la tribuna de un acto de recibimiento a maestros voluntarios en Ciudad Libertad, antiguo campamento militar de Columbia.

-Fidel, dice Lalo Carrasco que nunca le pagaste los libros de marxismo que te llevaste fiados.

-¿Y Lalo todavía se acuerda de eso?, me respondió.

Lalo Carrasco, viejo comunista como mi padre y mi familia materna, había tenido una librería en Carlos III y Marqués González. Entre 1959 y 1961 trabajé como mecanógrafa y bibliotecaria en las oficinas del comité nacional del PSP, y la librería de Lalo quedaba enfrente. A menudo hablaba con Lalo. Siempre decía: “¡Qué descarado es ese Fidel, se llevó los libros y nunca me los pagó!”. No sé si antes de morir Lalo, el comandante le pagó lo que le debía. (A una librería que durante un tiempo hubo a la entrada del hotel Habana Libre, a la derecha, le pusieron Lalo Carrasco. Cada vez que entraba, me acordaba de la anécdota de los libros de marxismo. Lalo era un tipo campechano y mi padre se llevaba bien con él, igual que con su mujer, una de las hermanas Restano cuyo nombre he olvidado).

Mi segundo encuentro con Fidel Castro se produjo un domingo del mes de febrero de 1961, poco antes de sumarme al tercer y último contingente de maestros voluntarios, en la Sierra Maestra. Fue en La Raquelita, finca ubicada en El Cacahual, otrora propiedad de Luis Conte Agüero, famoso periodista y político antes de 1959. La finca había sido expropiada y entregada a Blas Roca, secretario general del Partido Socialista Popular, para que allí pudiera trabajar y descansar con tranquilidad. Mi padre había sido guardaespaldas de Blas más de veinte años. Además, Roca era el esposo de mi tía Dulce Antúnez, hermana de mi madre. Por si no bastara, Blas Roca en 1961 era mi jefe en las oficinas del PSP.

Ese domingo, Blas y los principales líderes del comunismo nacional se habían reunido secretamente con Fidel Castro. Si mal no recuerdo, se encontraban Aníbal Escalante, Joaquín Ordoqui, Carlos Rafael Rodríguez, Manolo Luzardo, Lázaro Peña, Flavio Bravo y Severo Aguirre. Aunque el rumbo socialista de la revolución no se hizo público hasta el 16 de abril de 1961, ya la cosa estaba ideológicamente amarrada. El slogan de “la Revolución es más verde que las palmas” no era más que eso, una consigna (en sus inicios se pensó que el proceso revolucionario tendría un carácter estrictamente nacionalista, con participación protagónica de la pujante burguesía cubana). Lo realmente cierto era lo que la gente decía: "Es como un melón, verde por fuera y roja por dentro".

En una pausa de la reunión de Fidel con los mandamases comunistas, mi tía Dulce me llevó al secreto encuentro. Se celebraba en una especie de bohío circular sin paredes y el techo de guano no permitía demasiada visibilidad. Me presentó al “máximo líder”:

-Fidel, ésta es mi sobrina Tania. Dentro de poco se irá a la Sierra Maestra, a un curso de maestros voluntarios, pero nadie en la familia cree que va a aguantar, porque mira qué flaquita es (tenía 18 años y pesaba cerca de 100 libras) y es muy mona (melindrosa) para comer.

Fidel se puso en pie. Dirigiéndose a mi tía, afirmó:

-No se preocupen. Aquello allá es muy sano. En las montañas hasta el aire engorda.

Y mirándome me dijo:

-Te vas a acordar de mí, porque cuando regreses no te van a conocer.

Y así fue. Luego de tres meses en el campamento La Magdalena, Minas del Frío, y después de subir tres veces al Pico Turquino -el más elevado de Cuba, con 1.974 metros de altura- cuando regresé a La Habana había dejado de ser flaquita. Pesaba 130 libras.

Tania Quintero

lunes, 1 de agosto de 2022

Testimonio de Lázaro Yuri Valle Roca*



Escribo estas líneas para liberar esos pensamientos y sucesos que me llevaron a tomar la decisión más correcta que he tomado en mi vida: declararme opositor y luchar contra la dictadura más vieja de Latinoamérica.

Corría el año 1978 o 79 cuando mi abuelo Blas Roca llegó a la casa indispuesto. Según oí decirle a mi abuela, Dulce Antúnez, había tenido una fuerte discusión con Fidel Castro. Esas discusiones acaloradas con Fidel eran bastante frecuentes. Ya se sabe cómo era el carácter del dictador, su prepotencia y autosuficiencia. Mi abuela le preguntó al doctor Cabeza qué le pasaba a mi abuelo y le dijo que nada, que solo había sido un dolor de cabeza y le había dado un calmante. Pero mi abuela, que lo conocía bien, me llamó al cuarto y me dijo que me preparara porque íbamos para la clínica con mi abuelo. El doctor Cabeza cuestionó la decisión de mi abuela, pero ella le dijo que conocía bien a su marido, pues llevaban más de 50 años casados. Cuando llegamos a la clínica, ya mi abuelo tenía el rostro y la boca desfigurados y le diagnosticaron una trombosis cerebro-vascular.

A partir de ese momento se empezaron a poner las cosas tensas, al punto que lograron divorciar a mis abuelos para casarlo con su secretaria Justina Álvarez. Argumentaron que mi abuelo y Justina mantenían una relación extramatrimonial de muchos años, algo totalmente incierto. En ese estado que se encontraba mi abuelo, Raúl Castro lo divorció y lo casó con Justina. Fueron innumerables las cosas que le hicieron a mi familia, al extremo de no dejarnos ir a verlo. Yo fui en varias ocasiones y Justina decía que tenía que avisar y sacar una cita. Otras veces me botaron, porque hablaba con mi abuelo cosas que a ellos no les gustaba, sobre todo las humillaciones y desprecio hacia mi familia.

Recuerdo el día que murió mi abuelo. Mi abuela, con un valor tremendo, me dijo: "Yuri, se murió tu abuelo, vístete que vamos para el velorio". Y nos fuimos caminando hasta la Plaza de la Revolución, ella se sentó al lado del féretro y yo a su lado. Imagínense cuando llegó la Justina, pero mi abuela y yo inconmovibles. Fidel, Raúl, Ramiro Valdés y Guillermo García miraban detrás de un paraván situado cerca. En eso Raúl me llama para decirme porque yo no llevaba a mi abuela para la casa, para que descansara, a lo que le respondí: "Por qué pinga no se lo dicen ustedes, o no tienen valor para hacerlo, así que váyanse a la mierda, hijos de puta". Y regresé y me senté junto a mi abuela. Cinco minutos más tarde terminaron el velorio. Al entierro pidieron que no fuera mi abuela. Después que finalizó la ceremonia, mi madre al ver que había gente echando la tierra dentro de la tumba, fue y le quitó las palas a los sepultureros y se las dio a sus hijos, para que fuera su familia quien le diera sepultura a su padre, Blas Roca Calderío.

Fueron muchas las vejaciones y humillaciones contra mi familia. Había mucho odio de parte de Fidel y su camarilla contra mi abuelo, que fue un hombre humilde, sencillo y correcto. Nosotros comíamos, como el pueblo, por la libreta de abastecimiento. Nunca mi abuelo quiso casas en la playa y a mucha insistencia de Fidel y Raúl, en las vacaciones alquilaba una casa en la playa, pero la familia tenía que ahorrar todo el año para pagarla. En una ocasión, Raúl le mandó un jeep de regalo a mi abuelo y él se lo devolvió. Le dijo que en el Comité Central solo se podía tener un auto. Son innumerables las cosas que puedo contarles, por eso mi abuelo caía mal pues nunca lo pudieron corromper. Tuvo discusiones con Fidel cuando la Constitución de 1976, que Fidel quería imponer cosas arbitrarias y mi abuelo nunca estuvo de acuerdo. Él era el único que a Fidel Castro le decía que algo no se podía hacer. Por eso lo odiaban, por eso lo divorciaron enfermo, con su cerebro destrozado por coágulos de la trombosis.

En otra ocasión, en 1981, yo tenía 20 años y estaba pasando el servicio militar en tropas guardafronteras, en la escuadrilla nacional ubicada en la Ensenada de Cubanacán, cerca de Jaimanitas, La Habana, donde me desempeñé como radarista en un barco interceptor Griffin. En esa marina guardaban sus barcos y yates muchos dirigentes entre ellos Fidel, el patrón de sus yates era el coronel Kiki Finalé, que andaba por allí ese día en una lancha rápida. Uno de los muchachos que yo tenía bajo mi mando fue corriendo a buscarme, para decirme que Finalé estaba abusando de ellos y humillándolos, haciendo gala y derroche de su prepotencia y despotismo por ser coronel y patrón de los yates de Fidel Castro.

Fui en ayuda de los soldados, entablando una tremenda discusión con el coronel Finalé, a quien terminé diciéndole que por mis cojones no saldría de la marina hacia Varadero, a donde se dirigían ese día, y salí en el barco para hacer mi guardia. Cuando vi venir su lancha de zafarrancho de combate y le hice los disparos de advertencia, paró la lancha. Cuando me acerqué, en la lancha con Finalé iban Alejandro Castro y Juan Juan Almeida, que enseguida me reconocieron. Yo no sabía que Kiki estaba acompañado por ellos, me disculpé y siguieron su viaje. Este hecho trajo como consecuencia que a los cinco días me botaron del servicio militar, con la prohibición que no podía portar ningún arma de fuego.

Espero entiendan que no sea más explicito y dé más datos y detalles, pero estoy preso y tengo muchos presos a mi alrededor, pendientes hasta del más mínimo detalle, lo que como, lo que escribo, todo. Además, para sacar este escrito y hacerlo llegar a su destino, debo burlar requisas y registros. Espero que con estos pocos ejemplos comprendan porque decidí ponerme contra la dictadura.

Mis abuelos siempre me dijeron que yo pensara y fuera lo que yo quisiera. De ellos aprendí a odiar a la dictadura, a ayudar a los más necesitados y que el pueblo, el soberano, es el que manda. También me enseñaron estas palabras de nuestro Apóstol: “Un hombre solo no vale más que un pueblo entero, pero hay hombres que no se cansan cuando su pueblo se cansa, y se deciden a la guerra antes que los pueblos, porque no tienen que consultar a nadie más que a si mismo. Y los pueblos tienen muchos hombres, y no pueden consultarse tan pronto ”.

La vez que más orgulloso me sentí de mis abuelos, Blas Roca y Dulce Antúnez, fue en uno de mis viajes a Estados Unidos, cuando fui recibido por amigos que conocieron a mi familia. Sus palabras de admiración y respeto a mi familia, fueron conmovedoras. Por eso lucho contra la dictadura, por eso cada día me siento orgulloso de mis abuelos y de mi madre, Lydia Roca Antúnez, quienes impregnaron en mí sentimientos puros y patrióticos.

Es mi compromiso seguir con la lucha que ellos iniciaron. Llevar a cabo sus ideas son mi guía y mi fuerza. Y los ejemplos de Martí, Maceo, Agramonte, me dan fuerzas para enfrentar todos los atropellos y humillaciones que me hacen, para tratar que desista en mi lucha para que Cuba y los cubanos seamos libres de una vez y por todas. El Apóstol nos enseñó que "son héroes los que pelean por hacer a los pueblos libres, o los que padecen en pobreza y desgracia por defender una gran verdad".

Muchas gracias a todos los hermanos que alzan sus voces en mi defensa para sacarme de este injusto y arbitrario encierro, que enfrento con la firmeza de mi legado familiar y de mis ideales. Y con la convicción de que Cuba tiene que ser libre ya.

Patria, Vida y Libertad.
Lázaro Yuri Valle Roca, preso político de conciencia.
Combinado del Este, prisión de máxima seguridad, 25 de junio de 2022,

a tres días de ser arbitraria e injustamente juzgado por un tribunal.

*Testimonio dado a conocer en La Habana por Eralidis Frómeta, esposa de Lázaro Yuri.

Foto: De la vez que detuvieron a Valle Roca en las afueras del cine Yara, en la céntrica esquina habanera de 23 y L, cuando junto con otros activistas se manifestaba pacíficamente el 10 de diciembre de 2015, Día Internacional de los Derechos Humanos. Antes de ser encerrado en Villa Marista el 15 de junio de 2021 y después enviado al Combinado del Este, Yuri estuvo muchas veces detenido. Imagen tomada de Radio Viva 24.