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lunes, 5 de noviembre de 2018

¿Y tu agüela, aonde ejtá?


La lectura de una revista, de amplio prestigio y cuyo primer ejemplar se remonta a finales del siglo XIX, que dedicaba completo un número al tema de las llamadas razas despertó mi interés por saber cómo se mezclaban en mi ADN esas diversas variaciones genéticas.

Soy blanco, de piel más bien rosada, pero ¿mis antecesores también lo eran? Por el lado paterno la procedencia estaba clara, mi abuelo había nacido en las montañas asturianas y, que yo sepa, los moros no habían llegado tan lejos en España. El lado materno me ofrecía dudas: un abuelo con raíces posiblemente portuguesas daba pie a algún gen de origen no tan blanco, pero ¿quién lo podría decir? Quedaba por dilucidar la genética de mis abuelas, materna y paterna, de quienes no tenía la menor idea, salvo que los hermanos de mi madre eran rubios y de ojos claros, y mi padre solo tenía una hermana, mi tía, y tan 'rosadita' como mi padre.

Decidí gastarme100 dólares y realizar el test genético que promocionaba esa revista. En menos de un mes tuve en mis manos los resultados: mis antecesores son 87 por ciento europeos (2), de los cuales 22 por ciento son vascos. No tengo nada en contra de ellos y me gustan los pintxos vascos tanto como los pinchos asturianos, el paisaje de San Sebastián es maravilloso, pero yo estaba más que seguro de mis antecedentes asturianos, pues mi apellido Acebo me vincula de refilón a los Príncipes de Asturias y, por tanto, al Reino de España, algo que lo veo algo comprometido. Un 15 por ciento de mi procede de Cerdeña, o sea por allá tengo un antecesor sardo.

Pero lo que realmente me sacó de paso es un 8 por ciento askenazí. Todavía si fuese sefardí lo podría entender, y lo vería como algún que otro judeoconverso que se refugió de los edictos de los Reyes Católicos y de las persecuciones del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en las lejanas montañas asturianas.

Pero askenazí jamás lo hubiera pensado. Finalmente tengo un 1,3 por ciento (qué exactitud) de neandertal. No hay problema, eso explica mi gusto por los buenos bistecs a la parrilla y casi crudos.

Ahora viene la parte del 13 por ciento no europeo, que claro está es africano, pero de dónde, difícil de decir ya que sólo dice 10 por ciento nilótico del sur de Sudán, Uganda, Kenia y el norte de Tanzania. Pero ésas no fueron regiones que aportaron esclavos y, por ende, genes al ajiaco criollo.

El otro 3 por ciento es más complejo, dado el desbarajuste dejado por el colonialismo francés e inglés cuando se produjo la descolonización de en la década de 1960 y actualmente existen 16 países en el África Occidental. El grueso de los esclavos llevados a Cuba fueron congoleses y angolanos, algún que otro bantú vino de la actual Nigeria, tal vez ése sea mí 3 por ciento africano.

Bastante frustrado con estos resultados nada esclarecedores, decidí optar por otro test, de una organización especializada en genealogía. Me gasté otros 100 dólares y los resultados fueron aún más frustrantes, aunque disminuyeron mi procedencia askenazí a solo un 3 por ciento, ahora me incluyeron procedencia de Finlandia, el norte de Rusia, el Cáucaso, Gran Bretaña, y otros impensables lugares.

Lo único que me satisfizo es que el 3 por ciento de África Occidental se descompuso en 2 por ciento de Benín y Togo y 1 por ciento de Nigeria, pero eliminó lo de neandertal y lo nilótico pasó a ser África del Norte. Sin lugar a dudas, en mi pasado hay algún africano y tristemente no sé es de dónde era.

Estos tests, lejos de ayudarme me han confundido completamente. Si pudiese esperar quince o veinte años (demasiado tiempo dado mi sibaritismo y mi condición de fumador), entonces repetiría nuevamente los dos tests, con la esperanza de que con el lógico desarrollo de la genética fuesen un poco más precisos.

Waldo Acebo Meireles
Cubaencuentro, 14 de septiembre de 2018.
Notas

(1) El título del texto es de un poema de Fernando Fortunato Vizcarrondo (Puerto Rico 1895-1977), que a menudo recitaba Luis Carbonell (Santiago de Cuba 1923-La Habana 2014), el acuarelista de la poesía antillana.

(2) Según un reciente estudio, el 70 por de los cubanos tenemos un ancestro europeo.

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