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lunes, 8 de octubre de 2018

Habanera cien por ciento




La Habana ha estado presente en los cientos de textos que escribí durante los ocho años que reporté como periodista independiente desde Cuba. La cuarta parte de esa cifra estuvo dedicada o tuvo como fondo la ciudad donde nací el 10 de noviembre de 1942 y en la que viví hasta el martes 25 de noviembre del 2003, día que marché al exilio en Suiza.

"Tres ciclones en menos de un año han afectado a Cuba. Y ninguno ha pasado por la capital. Ni por su vecina, la provincia Habana, la que alimenta y en muchos renglones nos sostiene", escribí en 2002, en "San Cristóbal sigue protegiendo a La Habana".

En ese mismo artículo: "San Cristóbal es el patrono de la ciudad. En la religión yoruba se denomina Aggayú Solá. Según la leyenda cristiana, San Cristóbal era un gigante que ayudaba a los hombres a cruzar ríos anchos y turbulentos y en una ocasión ayudó a cruzar al propio niño Jesús. En la santería, Aggayú Solá es Orisha mayor, padre de Shangó y deidad de la tierra seca.

"No solamente los habaneros creyentes dan gracias a sus santos por la protección que les ha venido dando. También deben estar agradecidos los gobernanentes. Sobre todo Fidel Castro: el paso de un huracán fuerza cinco lo pondría en un dilema, pues más de la mitad de las edificaciones de la ruinosa ciudad se vendrían abajo".

En "Monte desmontado" (2001) insisto: "Recorrer la calle Monte, en La Habana, es caminar entre ruinas. Los tramos aparentemente mejores son los comprendidos de los Cuatro Caminos al Parque de la Fraternidad. Pero ni eso. Porque ni las "shoppings" pueden ocultar el abandono y la suciedad".

No siempre criticaba. A menudo informaba, como en "La Habana se viste de celuloide" (2001), a propósito del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. O escribía algo colorido: "La Habana tiene varios corazones. Pero ninguno late como el de 23 y L. Por allí pasa lo bueno y lo malo. A pie o sobre ruedas" (Ciudad trasvestida, 2002).

En "Café con leche" (2003) recordaba: "La bebida típica de La Habana siempre fue el café con leche. Poco después del triunfo de la revolución, la leche desapareció de las mesas habaneras -y de la isla entera. Pero quedó el café. Racionado o por dólares. Legal o ilegalmente conseguido. Lo último para un cubano que se respete es no poder brindar café a las visitas".

No faltaron reportajes. Recorridos por la ciudad (De Carlos III a San Agustín, pasando por Alamar, 2001): "Un periplo extenso. Eminentemente barato: gasté menos de 60 pesos (unos tres dólares). Y tuve el privilegio de contemplar a miles de habitantes de una ciudad semidestruida, donde la tristeza y la alegría se mezclan con la misma naturalidad que la música y el llanto en el sepelio de un abakuá".

"La casa de los muertos" (2001) recoge una visita al Cementerio de Colón: "Según rumores callejeros, los huesos de los muertos se han convertido en piezas codiciadas, para preparar poderosos trabajos de brujería. El vandalismo también ha hecho de las suyas en este museo funerario, hogar definitivo de los habaneros y un orgullo nacional. Sitio donde sobran las historias. De vivos y muertos. De fantasmas y espíritus. De milagros y dolores".

Tania Quintero
Video: Xiomara Laugart en Hoy mi Habana, de José Antonio Quesada.

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