Hay ciudades que enseñan y La Habana lo está haciendo, a veces emocionando. Ahora entiendo lo que me contó Mari Carmen en su visita a La Habana cuando Javi se derrumbó emocionalmente.
Desde el primer día que llegué, empecé a tener conexión emocional, que es el paso previo a encontrarle el alma. Ya lo he encontrado, es esa mezcla de pasado glorioso, decadencia, belleza en su arquitectura y sus gentes y sobre todo, ese espíritu de supervivencia que reflejaba Yusi, personaje de la película Últimos días en La Habana cuando decía : ‘’Lo mismo me pasa a mí, ya no trato de decir la verdad como antes, para qué, si la gente no entiende. Me adapté y así vivo más tranquila, pero saben que, a veces me entran unas ganas de llorar, pero unas ganas de llorar, que lloro".
Hasta ahora hemos visto lo que La Habana ha perdido. ¿Veremos lo que ha ganado? Hablar con los cubanos es muy sencillo, son buenos conversadores. A España, la identifican con tres ideas: crisis, independencia de Cataluña y fútbol. Saben muy bien lo malo de España y poco de lo bueno. Vistas las ganas de hablar, he pensado, "ésta es la mía".
En esta ciudad se pasea con total tranquilidad, incluso por la noche, tienes sensación de seguridad casi permanente, no se ven demasiados policías de uniforme. Me llama la atención la cantidad de perros callejeros que encuentras tumbados al sol. A veces parecen muertos.
Camino del Callejón de Hamel y en una parada de autobús se ha acercado un anciano que tenía dificultades al caminar, de lejos venía agitando una tarjeta, que facilita el gobierno, y gritaba "inválido, inválido" Me ha dicho que lo decía para que le cediesen asiento.
Antes de llegar al callejón, nos encontramos un español de unos 78 años que se ha puesto a hablar con nosotros y nos ha contado lo dura que es la vida en Cuba. Teníamos mucho interés en tener una conversación con él para saber cómo era la vida antes de la revolución. Nos parecía más cómodo seguir charlando mientras tomábamos un café. Se lo hemos propuesto y nos ha dicho: ‘’Con el dinero que se van a gastar, yo como una semana y prefiero que me lo den’’.
La charla en la calle ha sido muy interesante, nos ha hablado de cómo se vivía en La Habana antes de la revolución y nos ha dicho que a pesar de que Batista era un corrupto y un dictador, se vivía mejor que hoy. La situación ha sido muy dura porque ver a un hombre aceptablemente vestido y de buen porte, tener que humillarse para pedir dinero nos ha mostrado otra realidad, o quizás la realidad.
El Callejón de Hamel es una explosión artística, mezcla de arte afrocubano con un ligero toque kitsch. Está decorado con cualquier utensilio al que le dan una nueva vida: una bañera cortada por la mitad convertida en asiento, una antigua caja registradora puesta en una columna, fachadas con murales, frases pintadas en cualquier lugar que te hacen pensar y por supuesto, habaneros buscándose la vida.
Dos de estos buscavidas nos han vendido dos CDs de música cubana y nos han aconsejado un sitio para comer, donde hemos comido bastante bien. Mientras comíamos, se nos acerca la esposa del que nos había recomendado el restaurante y nos dice que la comida que nos sobre se la demos a ellos. Era la comida que no habíamos tocado, arroz y fríjoles, les he llamado, han venido a la mesa, se han sentado y se lo han comido.
Por lo que nos han contado, y hemos visto con esta pareja, seguimos viendo diferentes formas de buscarse la vida. En otros países no soporto el engaño, aquí, quizás por el idioma y la forma menos agresiva de actuar, lo estoy aceptando.
En el barrio de Cayo Hueso, las casas que encuentras desde el Callejón de Hamel hasta la Universidad de La Habana, son como en casi todos los barrios que hemos visitado, de dos plantas y buena factura exterior. Todas han tenido un pasado mejor que el actual, el deterioro es la pauta general. La arquitectura no engaña por lo que concluyo que, antes, debió haber una clase media que debió vivir con cierto desahogo y también por la gran cantidad de almendrones (coches americanos de los 50), que aún quedan.
Las edificaciones de la Universidad son de estilo neoclásico. Mientras charlábamos con el vigilante (en Cuba le dicen custodio), al enterarse que éramos españoles, pregunta cómo va la crisis en España. Había otra persona sentada en una silla, que apenas hablaba y cuando decía algo era para decir que en Cuba todo iba mejorando. El custodio nos preguntaba por los sueldos y pensiones y se quedaba sorprendido por lo que se ganaba en España y que en Cuba los precios en muchas cosas eran más elevados, el de la silla, asentía con cierto enfado al oír la conversación. El custodio ha preguntado cuantos países conocíamos, le hemos dicho que más de treinta, se ha sorprendido y el de la silla ha vuelto a poner cara de mus (juego de naipes).
Cuando ves en cualquier plaza o rincón jóvenes con móvil (celular), sabes que allí hay wifi. Ropa y hábitos parecidos. La globalización está entrando en Cuba. ¿De dónde sacan las jóvenes cubanas la ropa y los útiles de maquillaje para ir tan bien arregladas, si dicen que les falta de todo? Lo mismo pasa con los uniformes de los escolares, van impecables.
Hacen su correspondiente cola para comprar alimentos básicos con una cartilla (libreta de racionamiento) y en la puerta un cartel recuerda que Con un mejor servicio saludamos el 59 aniversario del triunfo de la Revolución.
En un sitio moderno, en Centro Habana, coincidimos con una pareja, él gastrónomo (se dedica a la hostelería), nos confesó que había robado al Estado cuando trabajaba en un local del gobierno. Estas prácticas, las confirmó Raúl Castro en un discurso: ‘’Una parte de la sociedad ha pasado a ver normal el robo al Estado’’.
A él le suministraban la carne en el circuito estatal y cuando llegaba al local, comprobaba que el peso era menor que el oficialmente vendido. Entendió que, si todos robaban, porque él no y sisaba (sustraía) otro poco para vender. Ya tenía negocio propio, por lo que se podía permitir vivir mejor. Les preguntamos sobre la posibilidad de cambio y respondieron como el resto de los cubanos con los que habíamos hablado: ‘’No habrá cambio’’.
En nuestra mesa, estaba escrita la frase VIVA EL DIVERSIONISMO IDEOLÓGICO. Le pregunté a la pareja, también a la camarera, si sabían el significado. Como no lo sabían, se lo pregunté a otro que estaba por allí, con el que habíamos intercambiado unas palabras, y nos dijo que sí lo sabía. La frase en cuestión se aplicaba, tiempo atrás por el castrismo, para todo aquello que confundiese o distrajese la atención del pueblo: el rock, la moda occidental, publicaciones capitalistas... En resumen, toda influencia exterior.
Llegué a la conclusión de que el diversionismo ideológico, a pesar de los esfuerzos en contra del castrismo, había triunfado y que, por tanto, el cambio era posible. Si los jóvenes ya no saben lo que es, tienen vía libre hacia un futuro mejor.
El hombre que sabía lo que era el diversionismo ideológico, me pidió mi opinión acerca de lo que pasaba en Cataluña y le hablé del incumplimiento de las leyes por parte del gobierno autónomo catalán y sentencias del Tribunal Constitucional.
Estaba muy enterado de la situación política en Cataluña, había vivido un tiempo en Barcelona con una novia catalana. Dijo no entender el incumplimiento de las leyes y que un país se pudiera dividir. Resumió con una frase su opinión sobre la independencia: ‘’Los catalanes se creen el ombligo del mundo, como mi ex novia, por eso nos separamos’’. Él sí que creía que las cosas cambiarían en Cuba.
Texto y foto: Francisco Javier Suárez Rodríguez
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