Los primeros días con lluvia, nublados y con poco sol, La Habana tenía un aspecto bello, pero más decadente, ahora con la luz del sol, mejora el color y la grandeza de su arquitectura (Paseo del Prado, Edificio Bacardí y los alrededores del Capitolio). Se cierra el círculo: Noche, Día, Lluvia y Sol. Toda el alma al completo. Para familiarizarse y conocer mejor las ciudades, hay que pasar varias veces por los mismos sitios.
Los coches americanos, se han convertido en un símbolo nacional y en una gran atracción turística. Cuando los ves a pleno sol, limpios y relucientes, no puedo evitar recordar las fotos del pasado anterior a la revolución.
Cerca del Edificio Bacardí, en la calle, nos vendieron dos libros de historia de Cuba por 10 cuc. Le preguntamos al vendedor cómo habría sido la vida en Cuba sin el castrismo. ‘’Seguro que viviríamos mejor. Tengan ustedes en cuenta que Cuba en 1956 tenía uno de los mejores niveles de vida de toda Latinoamérica’’.
Haciendo fotos, yo solo, dos jóvenes cubanas se acercan y me dicen: ‘’¿Sabes lo que estás fotografiando?". Les respondo: ’’Sí, el Edificio Bacardí’’. Una de ellas dice: ‘’Si quieres te podemos contar y enseñar cosas de La Habana’’. Contesto: ‘’No, muchas gracias vuelvo a España en unas horas’’. No pude evitar el recuerdo del primer día, cuando el español del hotel Inglaterra me puso al día acerca del turismo sexual.
En los antiguos Almacenes San José, en el puerto viejo de La Habana, se encuentra un mercado de artesanía. Hay muchos puestos, pero son muy repetitivos y quizás más caro que en La Rampa.
Quería comprar un delantal y los que me gustaban por tamaño y tejido, tenían la famosa Bodeguita del Medio a la que he cogido manía y me negué a comprarlo. La vendedora me preguntó el motivo: ‘’Sirven los peores mojitos y más caros que he tomado y no quiero hacerles publicidad’’. Ella me dice: ‘’Los cubanos no podemos ir a esos sitios por el costo’’.
Me pregunto cuándo en Cuba parará esta farsa. Les invaden desde que nacen con mensajes moralizantes de lo bueno que es su sistema y lo malo que es el capitalismo, para luego comprobar que los extranjeros tienen acceso a lo que ellos no pueden tener.
En otro puesto encontré un delantal que me gustaba y he ‘'conseguido’' que la vendedora me lo rebajara a 4 cuc. Pero tenía un rollo lastimero, diciendo que ese 'pesito' de descuento para ella era muy importante, que dicho por alguien que vive del turismo no cuela. Le dije que volvería y compraría otro, pero la sorpresa fue que al volver, el delantal había subido a 5 cuc. Fui a otro puesto y lo compré por 5 cu. Estuve tentado de volver y decir: ‘’Mira, hubiera preferido darle los 5 cuc a otra antes que a ti’’. Al final lo he dejado, pues ya había superado mi límite diario de broncas con el asunto del embargo en el Hotel Nacional.
Nuestra última comida cubana ha sido en el antiguo Almacén del Tabaco y la Madera, que está al lado del mercado de artesanía y lo han reconvertido en restaurante y fábrica de cerveza artesanal. Es un sitio agradable con música en directo.
Adiós Habana, adiós. Volveré. Vamos rumbo al aeropuerto. El taxi, un mini Fiat, resultó ser el coche particular del sobrino de la señora de la casa. Era un convencido del castrismo.
Nos ha contado que estuvo en misiones militares, no de guerra, a Etiopía y Angola. Le pregunté si era obligatorio ir y si pagaban. La respuesta ha sido de libro: ‘’Cuba es un país distinto que practica el internacionalismo como nos enseñó el Che, que siendo argentino vino a Cuba a hacer la revolución y como había mamado esos valores, era el momento de ponerlos en práctica’’. Sorprendido, le digo: ‘’Ahora, con la edad que tienes, ¿volverías a hacer lo mismo?’’. Responde: ‘’Por supuesto’’.
Vista la situación, no he querido plantear preguntas polémicas y me he limitado a decirle amén a todo lo que decía, por si era un comisario político (tiene coche, internet y hablaba bien de Fidel). Alababa las virtudes educativas del comandante diciendo que todo ‘’lo explicaba muy bien y te convencía. Ante cualquier situación o problema, ordenaba una investigación’’.
Hice lo posible para aguantar la risa, porque me recordaba al PP (Partido Popular de España) investigando la corrupción. Como no parábamos de hablar sobre series de TV españolas, la belleza de las etíopes, el petróleo de Angola, la política americana, la economía mundial, el desarrollo tecnológico, etc. y como yo recordaba el camino del aeropuerto a La Habana, le dije: ‘’Este camino no me suena, creo que estamos perdidos’’. Lo ha admitido y enseguida lo ha encontrado. Era un buen tipo, al final nos ha dicho que éramos gente de nivel por la conversación mantenida.
Íbamos llegando al aeropuerto y me dice: ‘’Deja los 20 cuc en la guantera, quiero evitar que alguien te vea entregándome el dinero’’. Al bajar el equipaje, no paraba de mirar hacia todos los lados.
En el aeropuerto, dos españolas recién llegadas hablan entre ellas, necesitan cambiar moneda. Intento decirles dónde y no me dejan acabar la frase: "Gracias, gracias" y huyen despavoridas. Me han confundido con un cubano y se han asustado. Una alemana, próxima a los 60 años, se despide efusivamente de un mulato de menos de 30. Otra versión del turismo sexual.
Quería comprar dos latas de cerveza para mi colección y me informan que fuera del aeropuerto hay cafeterías y ahí las puedo comprar. Al llegar, pregunto quién es el último: ‘’Da igual, llevo esperando media hora y no atienden porque están haciendo arqueo de caja". Esto a las 7.30 de la tarde con gente esperando. En otra cafetería que había cerca, peor aún. Volví a preguntar quién era el último de la cola y la respuesta, difícil de superar, aunque en Cuba siempre es posible: "Llevo media hora esperando porque están haciendo cambio de turno". Sonriendo digo: "Será que los del nuevo turno tienen que venir desde Santiago de Cuba".
Vuelvo a la primera cafetería, por si ya han terminado el arqueo de caja y las dos cubanas de antes me dicen que no. Les cuento el episodio de la otra cafetería y responden: "Esto es Cuba’’. Le pregunto a una camarera si faltaba mucho para despachar y una de las cubanas en voz baja comenta: ‘’Proteste, proteste, que a los extranjeros les pueden hacer caso’’. La camarera me dice que puedo ir a la otra cafetería y le digo que de allí vengo y que no atienden porque llevan más de media hora haciendo el cambio de turno. Sorprendida, dice que se va a informar (las cubanas:‘’Ve como a usted le hacen caso’’) y responde que en la otra cafetería ya están atendiendo.
Después de más de media hora, han conseguido cambiar el turno y empiezan a despachar. Pido el último a un señor que está al lado de la cafetera y me dice que él está solo para tomar un café. Me pongo en la cola y al momento se acerca una camarera a la cafetera a servir café y el que estaba esperando dice orgulloso: ‘’Por fin me voy a tomar un café’’, a lo que contesta la camarera: ‘’Estar al lado de la cafetera no es hacer cola’’. Se produce el consiguiente cachondeo diciendo, casi a coro: ‘’Pero hombre, si usted es cubano y en Cuba se hace cola para todo’’. Otro añade: "Las colas las hay en todo el mundo, el problema es que en Cuba están desorganizadas’’. Evito hacerme el listo y me callo.
Como el asunto del señor de la cafetera ha dado mucho juego, una mujer que estaba detrás de mí comenta: ‘’El problema es que en Cuba todo es así, aquí nada funciona, esto nunca va a cambiar’’. Me lo ha puesto a tiro y digo: ‘’Eso mismo se pensaba en España cuando vivía Franco y al final hubo cambio’’. La mujer no se queda callada: ‘’En Cuba no, incluso podemos ir a peor’’. Veo la puerta vacía y el gol es seguro. Suelto mi discurso definitivo ‘’Todos los seres humanos tenemos capacidad para arreglar y mejorar las cosas, por tanto, los cubanos también’’. Ella lo niega: ‘’No, porque los cubanos no somos seres humanos’’.
Después de quince minutos en la cola y dos camareras sirviendo cuatro bocadillos y unos refrescos a ocho clientes, he conseguido las dos latas de cerveza Bucanero. Me voy de Cuba con la amargura de comprobar cómo a los cubanos el castrismo les ha inculcado miedo al cambio, desconfianza y resignación. Algunos aseveran que la forma de protestar de los cubanos es huir del país. Fidel, la historia no te ha absuelto.
Pero siempre es posible la ilusión. En el aeropuerto conocimos a un español casado con una cubana. Había ido a Cuba a arreglar los papeles para llevarse a la hija de ella a España. La muchacha, una adolescente con una leve discapacidad, no paraba de mirar la puerta de embarque. Se le veía nerviosa, su cara de ilusión era el reflejo de los que todavía conservan la idea de que un mundo mejor es posible.
Después de este viaje, he entendido por qué a los españoles nos engancha Cuba. En el fondo, un cubano es un español suavizado por el Caribe. Me voy de la Isla con muchas vivencias y emociones. Y una frase: "Quítese los espejuelos y mire a la cámara".
Texto y foto: Francisco Javier Suárez Rodríguez
Muy cierto.
ResponderEliminarAsí somos.
Gracias, buen escrito.