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jueves, 7 de diciembre de 2017

Los cubanos de Harvard



En el verano de 1900, los buques McClellan, McPherson, Crook, Sedgwick y Burnside llevaron una insólita 'carga' desde La Habana a Massachusetts. Al comenzar el mes de julio, más de 1,200 maestros cubanos de toda la Isla estaban en Cambridge, listos para asistir durante ocho semanas a la Harvard’s Summer School for Cuban Teachers, en la que fueron entrenados en temas de cultura general y pedagogía. El gran plus de aquellas jornadas sería el encuentro con la sociedad norteamericana en “esta época de elaboración y transformación espléndidas”(1), como la había descrito José Martí.

“Quien dice Harvard, que es el colegio magno de Massachusetts y como el Oxford de la América del Norte, dice palabra mágica, que abre todas las puertas, lleva de mano a todos los honores, y trae perfume de años.”(2).

Bajo ese manto, aquellos maestros cubanos, llegados de ciudades y pueblos fatigados por treinta años de guerra, y ahora abocados todos a la nueva República, disfrutaron los mimos de la sociedad que los recibió, al punto de que, al finalizar los cursos, el presidente William McKinley se encontró con ellos en Washington. Según la prensa de la época, McKinley pronunció en voz alta el nombre de cada uno mientras estrechaba sus manos.

Los maestros cubanos de Harvard, que fueron bendecidos por una experiencia extraordinaria, tuvieron que regresar a su patria ocupada aún por ese mismo poder político, militar y económico de Estados Unidos, que traspasó la regencia del país a los cubanos en 1902 tras imponer la Enmienda Platt, con todas sus consecuencias posteriores.

Estos hechos relacionados con la Expedición de Maestros, bastante poco conocidos, nos regresan a las siempre paradójicas relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Una historia de película a la que le ha llegado su hora, gracias al auspicio del Programa de Estudios sobre Cuba del Centro David Rockefeller para Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard.

El 23 de octubre, en el Tsai Auditorium en Cambridge, Massachusetts, tuvo lugar la premier de Los cubanos de Harvard, documental de 72 minutos, dirigido por el periodista cubano Danny González Lucena, quien con imágenes ha podido reconstruir una historia con muchos ecos contemporáneos. Y para el 6 de noviembre se había programado su presentación en la Universidad Internacional de La Florida. Ojalá en Cuba sea visto pronto. A continuación, entrevista con el director.

Danny, en 1900, en plena ocupación militar de Cuba, esta iniciativa promovida ante todas las instancias gubernamentales en Estados Unidos por un funcionario norteamericano del gobierno de ocupación, fue vista por más de uno con sospecha. A la expedición de maestros cubanos se le supuso un propósito perverso de “americanización” de este grupo de personas dedicadas a la reproducción cultural de la nueva sociedad cubana, republicana. A partir de tu investigación, ¿pudiste confirmar esta sospecha? ¿Qué saldo tuvo para Cuba esta aproximación a la realidad de entonces en Estados Unidos de un número tan grande de estos intelectuales cubanos?

-La Expedición contó con la asistencia de 1,273 maestros cubanos. Muchas de sus firmas aparecen registradas en un Libro de Autógrafos, atesorado en Harvard University Archives. Y una de esas firmas es la del maestro Ramiro Guerra. Varias décadas después del viaje a Harvard, este historiador nacido en Batabanó en 1880, en un artículo en El Diario de la Marina escribió: “En cuanto al Gobierno de los Estados Unidos, no tuvo otra intervención, directa ni indirecta en la excursión, que la de facilitar cinco transportes de la Marina de Guerra para conducir los maestros desde los puertos cubanos a Boston, después a Nueva York y Filadelfia, y traerlos nuevamente a Cuba.”

-Sin embargo, en vísperas del viaje había mucha incertidumbre acerca de las pretensiones reales de esa Escuela de Verano. El maestro guantanamero Regino Boti, quien también formó parte del grupo, expresó en el periódico El Managüí: “Para seducirnos nos tienden ahora otra red, al parecer débil, pero es fuerte y temible: el viaje de los maestros cubanos a Estados Unidos.”

-No obstante, cuando se firmó el citado Libro de Autógrafos, el pensamiento de la mayoría de los maestros era totalmente uniforme en dos sentidos: por un lado agradecían la gestión de la Universidad de Harvard y del gobierno de Estados Unidos para materializar la visita, así como el apoyo recibido por los habitantes de Cambridge y Boston; pero por otra parte, decían que ese agradecimiento sería mayor el día que Cuba fuera libre e independiente. Estoy hablando de la mitad de los maestros de las Escuelas Públicas de Cuba en esa época.

-Alexis Everett Frye, Superintendente de Escuelas de Cuba, fue una pieza clave en este proceso, al ser el creador de la Expedición. Era un oficial del Ejército de Ocupación, había estudiado en Harvard y, además, un ferviente impulsor de la educación en la Isla. Creo que en Cuba tenemos una seria deuda con él porque nunca se ha estudiado su obra a fondo. Después de su nombramiento abrió más de 3 mil escuelas con capacidad para 130 mil alumnos. Algo que los maestros comenzaron a ver como un elemento positivo.

-En Estados Unidos, el magisterio cubano recibió enormes muestras de cariño del profesorado de ese país. Y lo más más importante: no hay un solo documento -al menos que yo conozca- donde se explicite las ansias del gobierno estadounidense de 'americanizar' a los cubanos a través de la enseñanza durante esa visita. Responder completamente esta pregunta requeriría de un ensayo, y realmente prefiero que las interrogantes que queden en el aire puedan ser aclaradas durante la proyección del documental.

-Pero no puedo dejar de afirmar que según mi experiencia, el viaje tuvo un saldo muy positivo, no solo para el magisterio, sino para la sociedad cubana de principios del siglo XX. Por ejemplo, el movimiento feminista y sufragista en Cuba tiene parte de su génesis en esa Expedición. En 1900, Estados Unidos era uno de los países más desarrollados del mundo y en la Expedición había maestros que nunca habían salido de los pequeños poblados donde vivían en la Isla. Esa experiencia, sin dudas, les cambió la vida para siempre.

Estos maestros, que representaban a todo el territorio nacional, eran la primera hornada de los maestros cubanos a los que tanto mérito se les reconoce en la forja, en tiempo de paz, de la identidad cubana, de los valores cívicos, durante el siglo XX. ¿Cómo pudo la Expedición estimular esta función?

-La gran mayoría de los maestros cubanos que asistieron a la Escuela de Verano de Harvard en el año 1900 nacieron en el último cuarto del siglo XIX. Habían sufrido en carne propia los estragos de nuestra última guerra de independencia, donde al final intervino Estados Unidos, y profesaban un gran sentimiento nacionalista. Sin embargo, no se conocían entre sí.

-En esa época, la posibilidad de vivir en La Habana y conocer a un maestro de Santiago de Cuba era muy remota, sobre todo en un país con terribles secuelas después de las luchas independentistas. Y es la Escuela de Verano de Harvard la que por primera vez reúne a maestros desde Guantánamo hasta Pinar del Río en un mismo espacio, dándoles la oportunidad no solo de conocerse, sino de proyectarse desde un punto de vista nacionalista y magisterial.

-En Estados Unidos observaron un desarrollo que, por supuesto, deseaban que se materializara en Cuba, pero siempre a través de la soberanía y la independencia. En innumerables ocasiones fueron recibidos por el pueblo norteamericano con enormes carteles que decían: ¡Viva Cuba libre e independiente! Y eso los llenó de orgullo. Todo lo que observaron, aprendieron, y debatieron sobre las relaciones entre Estados Unidos y Cuba durante esa visita, en el contexto de la Ocupación militar, seguramente fue llevado a las aulas de la Isla.

Podemos suponer qué huella dejó en esos jóvenes la estancia en Harvard. ¿Pero qué quedó de ellos en Cambridge? ¿Pudieron ellos dejar alguna influencia allá, más allá de las demostraciones del danzón? ¿Qué nos enseña esta historia para el presente?

-La Expedición de Maestros cubanos a Harvard es uno de los hechos educativos y culturales más importantes ocurridos en el noreste de Estados Unidos en el verano de 1900. Todos los periódicos de la época se abarrotaron de titulares, relatando los detalles de la Escuela de Verano. Con la visita, cambió la visión que se tenía de los cubanos desde el punto de vista racial. Los norteamericanos quedaron sorprendidos por el gran parecido que había entre ellos y los isleños, no solo físicamente, sino también a nivel cognoscitivo.

-Hubo mucha tolerancia con los maestros que eran negros y mestizos, si se tienen en cuenta los estándares de la época. Los círculos de élite de Cambridge y Boston se abrieron, posiblemente por primera vez, a una masa de ciudadanos de origen popular. Los cubanos eran invitados constantemente a recepciones, sobre todo a las casas de personas que tenían propiedades en Cuba, como era el caso de la familia de Edwin F. Atkins.

-Sin embargo, durante las primeras décadas del siglo XX, la Expedición cayó completamente en el olvido, no solo en Cuba, sino también en Estados Unidos. El poeta y ensayista habanero Víctor Fowler piensa que esto sucedió porque la Escuela de Verano no fue 'monumentalizada', al no constituir una cuestión de Estado en ninguno de los dos países, sino una iniciativa de Alexis E. Frye, apoyada íntegramente por la Universidad de Harvard. Yo pienso lo mismo. Actualmente, los detalles de todo lo que ocurrió durante los meses de julio y agosto de 1900 se encuentran en las bibliotecas Lamont y Widener, de ese centro de estudios estadounidense. Incluso, hay información disponible a través de internet.

¿Qué cuenta el documental? ¿En qué historias se detiene? ¿Qué metáforas usa? ¿A quién pudiste entrevistar? ¿Conociste a algún descendiente de los maestros de entonces?

-El documental narra la Expedición de los Maestros Cubanos a Harvard en el año 1900 desde un punto de vista analítico. Muestra los antecedentes que propiciaron esa visita, las opiniones discordantes sobre las intenciones reales de esa iniciativa mientras se consolidaban sus preparativos, cómo se manejó el tema del racismo, teniendo en cuenta que varios maestros eran negros, así como la logística planificada para recibir a las mujeres cubanas, pues viajaban solas a un país extraño y constituían más de la mitad de los 1,273 maestros. Asimismo expone las asignaturas recibidas en la Escuela de Verano, las tensiones surgidas a partir del tema de la anexión de Cuba a Estados Unidos y el recorrido que hicieron por New York, Filadelfia y Washington, donde fueron recibidos por el presidente William McKinley, quien saludó y llamó a cada cubano por su nombre.

-Pero esencialmente es un documental sobre la amistad entre Cuba y Estados Unidos: esa visita ha sido el mayor intercambio pueblo a pueblo que ha existido entre ambos países. Entonces, jamás más de mil personas habían viajado de una nación a otra, formando un gran grupo, en un proyecto de este tipo.

-Una gran historia de amor surgió entre Alexis Everett Frye, el Superintendente de Escuelas de Cuba, y María Teresa Arruebarrena, una maestra de Cárdenas, que integró la Expedición. Como parte de la investigación, pude encontrar a dos de sus bisnietos que viven actualmente en Estados Unidos. También contacté a Eliana Rivero, profesora emérita en el Departamento de Español y Portugués en la Universidad de Arizona, quien es la nieta de María de Jesús Hernández, maestra de San Cristóbal que viajó a Harvard en 1900.

-Además de las tres personas mencionadas, en el documental son entrevistados especialistas de primera línea como Jorge Ignacio Domínguez y Alejandro de la Fuente, co-directores del Programa de Estudios sobre Cuba del Centro David Rockefeller para Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard, los historiadores Marial Iglesias Utset, Yoel Cordoví y Julio César González Pagés, y Víctor Fowler, quien trabajó conmigo como guionista.

Tú mismo has sido un “cubano de Harvard”. ¿Cómo surgió la idea? ¿Cómo trabajaste allá? ¿Qué te llevaste a casa además del documental realizado?

-Conocí por primera vez la historia de la Expedición de los Maestros Cubanos a Harvard gracias a un artículo publicado por Yoel Cordoví en la revista Espacio Laical. Soy un ferviente estudioso de la historia de Cuba, pero reconozco que nunca había escuchado absolutamente nada de la Escuela de Verano de Harvard para los maestros cubanos en el año 1900. Un viejo amigo de la Universidad, Lenier González Mederos, me animó a hacer un documental sobre el tema.

-Hice un proyecto y se lo propuse al Programa de Estudios sobre Cuba. Ellos aceptaron seguir adelante con el proyecto, y pude estar un mes en Harvard, donde tuve acceso a todo el material relacionado con la Expedición de los Maestros Cubanos y recibí un gran apoyo de todas las personas relacionadas con el proyecto; específicamente de Marial Iglesias, quien me ofreció mucho material bibliográfico, y de Erin Goodman, directora de Programas Académicos del Centro David Rockefeller para Estudios Latinoamericanos: este documental también es su documental.

-Cuando estuve en Harvard, Víctor Fowler estaba haciendo otra investigación en el Centro Hutchins de esa Universidad. Le hablé de mi proyecto, se mostró muy interesado, y ya a nuestro regreso a Cuba, le propuse que concibiera el guión conmigo, y aceptó. Ha sido una relación profesional muy interesante, porque casi siempre hemos estado de acuerdo en todo. Tiene una capacidad de enlazar hechos y personajes que he visto en muy pocas personas.

-La música del documental es de Edesio Alejandro. Quedé muy complacido. Cuando terminó de montar los temas, revisamos todo una y otra vez, y me dijo: “Aquí se hace lo que tú digas, pero si está mal, no va”. Es alguien a quien respeto mucho. Su hijo Cristian igualmente jugó un rol muy importante en el montaje. Pero la gran sorpresa ha sido Eliades Ochoa, quien puso su guitarra a favor de esta historia, y compuso música original para el documental.

-La narración estuvo a cargo de Niro de la Rúa. Siempre me ha gustado mucho su trabajo en el doblaje. Las grabaciones se hicieron en el Estudio Blem Blem, que dirige Edesio. No puedo dejar de mencionar a los diseñadores gráficos, Camilo Suárez Hevia, Lisett Ledón Fernández y Wendy Valladares Hernández. Al ser un documental sin escenas de ficción, todas las fotografías utilizadas tuvieron que cobrar vida a través del diseño, y ellos lo hicieron magistralmente. Son muy jóvenes, pero excepcionalmente talentosos.

-Lo que traje a Cuba después de mi estancia en Harvard fue una verdad incorruptible: los pueblos de Cuba y Estados Unidos siempre han sido amigos. Sucedió hace más de cien años durante la Expedición de los Maestros Cubanos, y sigue sucediendo ahora.

Preparaste el documental en 2016, el año en que el presidente Obama realizó una histórica visita a Cuba, en pleno proceso de normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Con el gobierno de Donald Trump el panorama ha cambiado drásticamente. ¿Cómo tu documental puede contribuir a seguir impulsando un camino de diálogo y convivencia respetuosa entre nuestros dos países?

-Mi documental le mostrará al público cómo a pesar de las diferencias que existían hace más de un siglo, Cuba y Estados Unidos se unieron a través de sus pueblos para alcanzar un bien común. La amistad es algo que se construye.

-Independientemente de las relaciones políticas que existan entre los dos países, hay una historia que estrecha la distancia. Tenemos que investigar más a fondo cómo la cultura cubana, a través de la diáspora, ha influido en el sur de Estados Unidos; pero también -y de esto se habla muy poco- cómo la herencia cultural estadounidense permanece en la sociedad cubana. Somos pueblos amigos. Y es lo que mi documental muestra, de principio a fin. En una situación tan difícil como la que estamos viviendo, ésa es la verdad que debemos sostener por encima de todo.

Milena Recio
On Cuba Magazine, 16 de octubre de 2017.
Foto tomada de Carpe Diem Boston. Ver más fotos en el blog El imperio calibán.

Notas:
(1) Prólogo a El Poema del Niágara de Juan Antonio Pérez Bonalde. Este trabajo se publicó en Nueva York, en 1882, y fue reproducido en la Revista de Cuba, tomo XIV, 1883. En Obras Completas. Tomo 7. Páginas 223 a 238. Disponible aquí
(2) Carta de Martí al director de La Nación, Buenos Aires, 14 de agosto de 1883. Disponible aquí.

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