Músico, diseñador, fotógrafo, escritor, viajero, poeta, cronista y editor, Canek Sánchez Guevara (La Habana, 1974–Ciudad de México, 2015) fue un cubano-mexicano que defendió su libertad a toda costa.
Vivió entre La Habana, Barcelona, Francia y México, cargó la cruz de ser el nieto mayor de Ernesto Che Guevara. Sin embargo, marcó distancia crítica con la revolución cubana. Su libro 33 revoluciones (Alfaguara, 2016) es un develamiento literario póstumo muy significativo de la literatura cubana.
Canek Sánchez Guevara, hijo de Hilda Guevara Gadea y del mexicano Alberto Sánchez Hernández, falleció en la Ciudad de México el 20 de enero de 2015, después de una complicada cirugía del corazón que no pudo superar.
Escurridizo de los flashes publicitarios y de las notas de prensa sensacionalistas, le incomodaba que lo identificaran como el nieto del Che: “Solo soy un egoísta que aspira a ser un hombre libre, un egoísta que sabe que el egoísmo nos pertenece a todos y que éste ha de ser solidario si se quiere pleno: en otras palabras, mi libertad es válida si la tuya también lo es, si mi libertad no aplasta tu libertad ni la tuya a la mía”, dijo en una ocasión.
33 revoluciones es una novela breve que aborda los desencantos de una generación de cubanos que nunca profesó abierta simpatía por el régimen castrista ni creyó en sus ofrecimientos. Frustraciones que han concurrido en un viaje arriesgado en el que la vida está de por medio: muchos jóvenes optan por los azares del océano en forzada emigración de apuesta desafiante: las profundidades del estrecho de Florida acogen en su manto las desilusiones. Ese viaje, muchas veces, también es una coincidencia con la orfandad de las decepciones.
El protagonista, un cubano común, quien ha decidido lanzarse al mar en una balsa inducido por la desesperación, camina en las páginas de este relato siguiendo el ritmo de una suerte de danzón que un disco de vinilo reproduce a 33 revoluciones por minuto: fonograma que entona el mito de una ‘Revolución’ que se repite a sí misma: consignas, metas, promesas, discursos, adoctrinamientos… Canek Sánchez Guevara entrega una prosa de cadencia cifrada en briosa conjugación narrativa.
“Canek llevaba siempre varias libretas: en ellas apuntabas ideas, bocetos de sucesos, gestos de personajes. Era muy curioso, muy inquieto. Se encerraba horas enteras a escribir. Era obsesivo, podía concebir un relato íntegro en pocas horas”, comenta Alberto Sánchez Hernández, padre de Canek, quien presentó en la XXX Feria Internacional del Libro de Guadalajara, celebrada en 2016 en México, la edición española de 33 revoluciones.
El volumen integra la novela breve 33 revoluciones y ocho relatos más. ¿Cómo se conformó la selección del material?
-Cuando Alfaguara decide editarlo nos pide otros textos. Revisamos los archivos de Canek, su computadora, sus libretas, y complementamos el volumen con esos relatos que guardan relación directa con 33 revoluciones. El texto había sido muy bien recibido en Francia. Estamos hablando de relatos que tienen su origen, más o menos, en el año 1997: ideas para una novela y cuentos, que cobran forma definitiva años después en distintos países. Le interesaba perfilar personajes cubanos dentro del entorno social surgido en las circunstancias del Gobierno revolucionario.
¿Cómo fue el proceso para dar a conocer estos trabajos póstumos de su hijo?
-Amigos cercanos que sabían de las manías de mi hijo, y yo mismo, nos abocamos en la tarea de promover para su publicación estas historias, lo cual ha dado como resultado que ya se está gestionando la edición en Italia, por ejemplo. Alfaguara publica 33 revoluciones para México, España y países de Sudamérica, así como Grecia, Holanda, Dinamarca, Noruega y Turquía.
¿El título es de Canek o de los editores?
-Cada palabra publicada es de mi hijo. No se ha metido la mano en nada. Todo ha sido seleccionado de los papeles que dejó. El título evoca a los discos de vinilo que existían hace años. Hay un juego ahí con los 33 breves capítulos que conforman la novela y asimismo el hastío que acosa al protagonista. Porque todo el sentido de la novela está edificado desde la sensación que está viviendo el protagonista. Disco rayado que da vuelta y vuelta sobre lo mismo. La verbalización de los sucesos, en que siempre se oculta una vida muy desventurada, todo está justificado con consignas repetitivas: disco rayado que asfixia a los personajes y los conmina a un final trágico.
¿Y el Canek cronista que publicó durante muchos años en revistas mexicanas, y también el poeta?
-Publica en 1996 el poemario Diario del Yo. De las vivencias de sus viajes nacen las crónicas Diario de motocicleta, escritas entre 2005 y 2012 que da a conocer aquí en publicaciones periódicas y salen a la luz en forma de libro en 2016 en la editorial española Pepitas de Calabaza. Tenía interés por la música: era admirador de John Cage y escuchaba mucho jazz de vanguardia, free jazz y rock duro. Su visión, su espíritu impaciente, lo llevó a explorar la fotografía y también el diseño.
¿Conocía usted de antemano los textos de su hijo?
-Leí la primera versión de la novela hace años, me la enseñó él: compartía conmigo sus relatos, sus escritos, sus ensayos y sus ideas, éramos muy cercanos. Pero Canek la fue puliendo con el tiempo y terminó por ser una obra más breve que la primera, quitando lo que le pareció redundante, e incluso algunos personajes, elementos con los que construyó otros relatos. Era muy exigente con su trabajo. Aquello que yo leí se transformó en esta breve novela de gran concisión y de mucha efectividad narrativa.
¿Cómo era Canek en la intimidad, en la vida diaria?
-Mi hijo fue un hombre alegre, risueño, muy reflexivo. No porque sea su padre, pero fue una gran persona, muy modesto en sus actos cotidianos. Como escritor no le interesaba la fama, no aspiraba a escribir libros de impacto, su intención no era escribir un best seller. Siempre eludió la fama: todo el mundo habla del nieto del Che Guevara, pero quiero que con sus libros se reconozca a Canek Sánchez Guevara por lo que siempre fue, un escritor, un artista inquieto con mucho amor por la vida y una gran nostalgia por su Cuba natal
Dicen que no le gustaba que lo relacionaran con el Che. No daba entrevistas y no le interesaba ser protagonista ni cabeza de la disidencia cubana.
-Sí, es cierto, no le interesaba presentarse como el nieto del Che, huía de los reflectores, su posición era crítica con respecto a la Revolución cubana, pero como un cubano más. No le gustaban los protagonismos.
-Una vez en la escuela, en La Habana, la directora del plantel quiso presentarlo como el nieto del Che. Canek la miró y le dijo: “Sí, mi abuelito mexicano el papá de mi papá”. Fue me parece, en todo caso el nieto incómodo del Che. No fue un disidente de acciones, fue un contestatario del gobierno de Fidel Castro desde un convencimiento de que en Cuba no hay democracia ni libertades políticas.
Carlos Olivares Baró
Cubaencuentro, 9 de enero de 2017.Foto: Alberto Sánchez, padre de Canek Sánchez Guevara. Tomada de Cubaencuentro.
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