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jueves, 16 de febrero de 2017

Arnaldo Ramos Lauzurique (V) A seis años de la 'revolución energética' de Fidel Castro


Cuando en mayo de 2005 se desató una crisis energética -más bien eléctrica- a consecuencia de largos años de deficientes mantenimientos, utilización excesiva de petróleo crudo y obsolescencia de las Centrales Termoeléctricas, la solución, como siempre procedió de Fidel Castro, al que se le ocurrió la fantasiosa Revolución Energética, con la introducción generalizada de Grupos Electrógenos y la venta obligada de equipos electrodomésticos a cambio de la entrega gratuita de los antiguos. Según planteó, las Centrales Termoeléctricas serían sustituidas paulatinamente por los Grupos Electrógenos y los ciclos combinados de gas acompañante.

Fidel Castro pretendía un ahorro horario de un millón de kilowatts (Kw) en 2006, pero en lugar de ello, en ese año, la producción se incrementó en un 7,3%, desde 15 341,1 gigawatts-hora (gwh) en 2005 a 16 468,4 gwh en 2006, y continuó ascendiendo hasta llegar a 17 573,6 gwh en 2010, para un aumento del 14,6% sobre 2005.

El consumo de todo tipo de combustibles para generar electricidad fue, según planteó el entonces ministro de Economía y Planificación, Marino Murillo, en la sesión del 18 de diciembre de 2010 de la Asamblea Nacional del Poder Popular, de 337,3 toneladas por gwh, muy superior a las 210 toneladas por gwh que supuestamente debían gastar los Grupos Electrógenos con los cuales se pretendía sustituir mayoritariamente las Centrales Termoeléctricas, lo cual significó que la Revolución Energética, en lugar de representar un ahorro de combustible, lo incrementó enormemente.

El consumo residencial se elevó de 5 010,0 gwh en 2004 a 6 707,1 gwh en 2010 y el consumo promedio mensual por hogar de 139,4 kwh en 2004 a 159,7 kwh en 2010; para un incremento del 14,6%; y como además, las tarifas eléctricas sufrieron alzas en dos ocasiones, en noviembre de 2005 y noviembre de 2010, la factura de electricidad para una vivienda promedio creció de $16,88 mensuales en 2005 a $27.88 en 2010, para un 65,2% de elevación. Aunque para los consumidores mayores de 200 kwh y más aún, para los que consumen más de 350 kwh, el incremento fue mucho mayor.

La generación con los Grupos Electrógenos que era de sólo el 1,1% del total en 2004 fue creciendo hasta alcanzar el 24,9% en 2009, pero en 2010 comenzó a declinar y solo representó el 22,4 %. En términos absolutos, la producción de los Grupos Electrógenos se redujo de 4 401,8 gwh en 2009 a 3 939,5 gwh en 2010, para un 10,5 % de decremento.

Pero el mayor desatino de la Revolución Energética de Fidel Castro fue obligar a la población a cocinar con electricidad. Se distribuyeron 2,5 millones de hornillas eléctricas a los núcleos que cocinaban con kerosene o gas licuado de petróleo -el 71,4% de los hogares- lo cual fue una de las causas fundamentales que contribuyó a incrementar la generación total y en especial el consumo residencial.

Transcurridos seis años desde que comenzó esa fallida iniciativa, son numerosas las quejas de la población por el incremento de la factura eléctrica y las dificultades con las reparaciones de las hornillas, que sometidas a un régimen de trabajo para las cuales no fueron creadas, se rompen frecuentemente, con el agravante de la falta de piezas de repuesto.

Un ejemplo de ello lo constituye una jubilada que el 11 de marzo se quejaba al diario Granma, acerca de las numerosas partes y piezas de su equipo que había tenido que cambiar, al cual, por tercera vez, se le había roto la resistencia y no la había. Además tampoco le entregaron la parte de la reserva de gas que debía corresponderle en esa contingencia y expresó: “Antes, con tres botellones de gas de 100 libras yo cocinaba para mi familia durante todo el año. Hoy gastamos un promedio de 1 500 kw de electricidad anual sólo en cocinar…” (lo que significa un gasto de 125 kwh mensuales).

El 18 de marzo, abundando en lo planteado por esa jubilada, un especialista del ramo entregó un documento escrito al propio diario, haciendo una comparación técnico-económica entre la cocción con gas licuado de petróleo y con electricidad, que demostraba que el primero era mucho más económico, no solo para la economía familiar, sino también para la nacional. Y concluyó recomendando volver a la utilización del gas licuado de petróleo en lugar de la electricidad.

Pero nadie se atreve a darle marcha atrás a la disparatada iniciativa de Fidel Castro y las cosas continúan iguales, pese al criterio generalizado en contra.

Por suerte, cualquier guajiro inculto tiene mucho más sentido común que Fidel Castro. Y desde los más intrincados montes cubanos, personas que no están dispuestas a vivir en la oscuridad, el atraso y los apagones aportan sencillas y eficientes iniciativas. Entre ellas está, la cuchufleta, un artefacto que utilizando un viejo dinamo automotor, un hilito de agua, catalina y pedales de bicicleta, la fuerza humana y otros artículos en desuso, es capaz de dotar de suficiente electricidad a una vivienda para su iluminación y hacer funcionar un refrigerador, un televisor y otros aparatos.

A modo de una aventura radial se podría promover esta creación guajira con el lema: “Donde la oscuridad aceche, cuando el apagón amenace, allí estará la cuchufleta, el alumbrón al rescate”.

Arnaldo Ramos Lauzurique
Blog Desde La Habana, 27 de abril de 2011.

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