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viernes, 20 de mayo de 2016

Cienfuegos y sus dos cementerios (II y final)



Con un área total de más de 176 mil metros cuadrados, el Cementerio Tomás Acea, en Cienfuegos, fue construido en 1926 y se encuentra entre los kilómetros 3 y 4 de la antigua Carretera del Junco, hoy Avenida 5 de Septiembre. En 1978 fue declarado Monumento Nacional debido a sus valores arquitectónicos, históricos y ambientales.

Fue ejecutado con parte del dinero que dejó al morir la señora Francisca Tostes y García, viuda de Nicolás Acea y de los Ríos. La generosidad de esta familia permitió a Cienfuegos construir una necrópolis moderna, a la que le pusieron el nombre de su hijo Tomás.

Concebido para una población que entonces contaba con 150 mil habitantes, el proyecto y ejecución del cementerio estuvo a cargo de los ingenieros Pablo Donato Carbonell y Luis Felipe Ros. De ella impresionan la majestuosidad del edificio central y su sobrio diseño, inspirado en los cementerios del nordeste de los Estados Unidos.

Fueron aprovechadas las ondulaciones del terreno, en el que también resalta la armoniosa relación de las construcciones con la naturaleza, lo cual se pone de manifiesto en la denominación de las calles interiores: Los Pinos, Los Cedros, Los Robles, Las Palmas y Los Álamos, entre otras, las cuales sirven de enlace con todas las secciones en las que fue dividido el terreno.

Muchos aseguran que la fachada del edificio central está inspirada en la Acrópolis de Atenas aunque la magnificencia de la edificación obedece al estilo neoclásico, corriente arquitectónica que predominó en Cienfuegos desde finales del siglo XIX.

En esta necrópolis destacan los monumentos funerarios de la actriz Luisa Martínez Casado, el dedicado a los Veteranos de las Guerras de Independencia y el de los combatientes contra la dictadura de Batista y otros erigidos por pudientes familias cienfuegueras. También se destaca el Monumento a los Mártires del 5 de Septiembre de 1957, construido en 1977, un proyecto de los arquitectos Daniel Taboada y Enrique Capablanca y el escultor Evelio Lecour.

Uno de los custodios presentes en la necrópolis el día de nuestra visita, nos dijo que hasta hace aproximadamente un año, las fechorías en el cementerio Tomás Acea parecían no tener fin. “Es un cementerio muy grande, y aunque la cerca perimetral está en buen estado, no es muy alta y los maleantes se aprovechan de eso para entrar”.

Al preguntarle acerca de lo que buscan esas personas en el camposanto, nos respondió que “la mayoría vienen a robar huesos para hacer brujerías”, aunque ha habido quienes han sustraído elementos de bronce de los panteones y tumbas. Pero asegura que al aumentar el número de custodios, se ha podido frenar la comisión de esos delitos.

Debido al silencio sobrecogedor del lugar, quise saber si cuando trabaja de noche no siente temor. Sonriendo dice: “De los muertos no siento miedo pues ellos están ahí tranquilitos. De los que vienen a profanar sepulturas sí me cuido, y bastante, porque son gente de cuidado. Llevo quince años trabajando aquí y es un lugar tan natural como otro cualquiera, con la diferencia de que siempre te recuerda la cercanía de la muerte".

Y nos cuenta que hace unos meses tuvo que pedir ayuda a la policía, "pues de madrugada sorprendimos a tres ciudadanos tratando de abrir una de las bóvedas de las logias. La policía vino rápido, de lo contrario cualquier cosa habría pasado. Como ve, los peligrosos son los vivos, no los muertos". Y dando por terminada la conversación se alejó por la calle de Los Álamos.

Texto y foto: Roberto Jesús Quiñones Haces
Cubanet, 15 de marzo de 2016.

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