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viernes, 5 de diciembre de 2014

Myriam Acevedo: el mapa de La Habana



Por los años noventa, mis hermanos me mandaron desde Miami un mapa de la Habana. Jorge* y yo lo queríamos tener desde hacía años. Jorge se posesionó inmediatamente del trazado, que nos trajo tantas reminiscencias y tantos amados recuerdos.

Yo inmediatamente fui a nuestra calle Súarez, Jorge, a su barriada del Cerro (Vista Hermosa entre la Rosa y Lombillo, cerca del parque Tulipán, su casa). Allí nació y se crió. Yo me fui, tomando por la calle Súarez hasta el cuartel de San Ambrosio y de ahí a Tallapiedra. La bahía estaba a dos pasos de nuestra casa…

Después hice el recorrido de mi casa a la Academia de Arte Dramático, en Rastro y Belascoaín. Es un recorrido para mí significativo, me explico. Fui a estudiar piano a la Academia de música, y al mismo tiempo, entré en la escuela de Arte Dramático.

Adolfo de Luis me presentó al examen de admisión, me había visto recitando y me incitó a presentarme con una poesía de Santos Chocano “La fuga”. La operación era muy kitsch, pero dio sus frutos. Entré en la Academia de Arte Dramático por todo lo alto. El piano me resultó muy duro, y lo dejé a la mitad del curso, pero en cambio, me gradué en la Escuela de Arte Dramático.

Descubrí que la calle Gloria me llevaba derechito a la Academia en sólo trece cuadras, este número lo recuerdo perfectamente, y ahora lo comprobé mirando el mapa.

Siempre he tenido debilidad por la urbanística, y seguramente fue ésta la causa por la que descubrí que llegar a Belascoaín atravesando el centro de La Habana es más largo y que Gloria me llevaba directo.

Me gustaba mucho ese recorrido porque iba siempre mirando las casas mientras trataba de descubrir algún curioso.

Otro recorrido que seguí en el mapa fue el camino de mi casa al Instituto de La Habana. En invierno, Alberto y yo salíamos casi de noche para ir al Instituto pues las clases comenzaban a las ocho. Tomábamos Súarez hasta Monte, atravesábamos el parque de la Fraternidad, cruzábamos el Teatro Martí y llegábamos al plantel.

Otro que pocas veces hice a pie fue el de la casa de Julia Astoviza en la calle Inquisidor. Veo en el mapa que está como a dieciséis cuadras. Casi siempre iba en tranvía, creo que tomaba el Luyano-Malecón.

Después estaba el usual a La Habana Vieja que hacíamos Lilia y yo, o Lilia, Alberto y yo, ya que se iba a comprar a Muralla, al barrio de los judíos, casi siempre bajo un sol que rajaba las piedras.

Allí en Muralla, en las quincallerías y las tiendas, se compraba telas, abanicos, prendas, un sinfín de cosas. Lilia era experta en comprar bueno y barato. La ropa de mamá, Lilia, Alberto y la mía se cosía en casa.

Después hice el recorrido por el Paseo del Prado hasta el Malecón. Prado arriba, Prado abajo.

¡Qué bello el Paseo del Prado!

¡Qué bella nuestra ciudad!

Este texto es del libro de memorias que Myriam Acevedo dejó escrito antes de morir. *Jorge es Jorge Carruana, pintor y diseñador que fue compañero de Myriam desde finales de los 60.

Foto: Myriam Acevedo en Italia, en 1968-69. La foto y el texto fueron tomados del blog Lanzar la flecha bien lejos, de Rosa Ileana Boudet.

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