Aunque en la época colonial también se le conoció como Príncipe Alfonso, por Alfonso de Borbón, quien sería después rey de España, en los primeros años de la República recibió el nombre de Máximo Gómez: el invicto general mambí entró a La Habana por esta calle.
Pero siempre se le ha conocido como Calzada de Monte o, simplemente, calle Monte. La Calzada de Monte, que una vez compartió su nombre con los del Horcón y del Pilar en su último tramo, donde ella termina y comienza la Calzada del Cerro, carece de las magníficas casas quintas y residencias señoriales del Cerro, excepto en su comienzo en la Calle Egido, donde se encuentra la plazoleta de Las Ursulinas.
Durante los años republicanos, Monte se convirtió en una vía preferentemente comercial, sin alcanzar la elegancia de Galiano, San Rafael o Neptuno, y era la preferida para hacer sus compras por los ciudadanos de menores recursos económicos.
En el número 504 de la calle Egido, donde tiene su entrada principal, pero ocupando toda la manzana de Monte y parte de la de Zulueta, se encuentra una sólida construcción de 1872 que fuera palacio de los Condes de Casa Moré, sus primeros propietarios, y luego los Marqueses de Villalba. Está considerado uno de los más majestuosos palacios habaneros, después del de Aldama en la calle Reina.
Posteriormente, el palacio de los Condes de Casa Moré fue ocupado por los Ferrocarriles Unidos, una empresa inglesa, y más tarde se convirtió en locales de comercios, viviendas y sede de la Sociedad Cultural Rosalía de Castro, que entre los balcones de la segunda planta situó esculturas en piedra de aldeanas gallegas, las cuales terminaron desapareciendo..
Enfrente, el edificio que fuera sede de la Havana Electric Railway, Light and Power Co., la cual se dividió en dos empresas, trasladándose la primera -la Havana Electric Railway- hacia una casona en Monte y Ángeles, y quedando la segunda, la Light and Power Co.-, denominada Compañía Cubana de Electricidad, en el lugar, con el valioso reloj Tiffany en su entrada. Al trasladarse esta empresa a su nuevo edificio en la Avenida de Carlos III, el local se convirtió en una dependencia de Salud Pública y hoy, después de abandonado y saqueado, ha sido entregado a la Oficina del Historiador de la Ciudad.
A continuación, aparece un inmueble que fuera propiedad del Conde de Lombillo, transformado en una destartalada y sucia ciudadela y, cruzando la calle Zulueta, en el número 51, el edificio en restauración de la que fuera fábrica de tabacos F. Palacios y Cía., fabricante de las marcas Punch, Hoyo de Monterrey y Belinda, lo que queda del comercio de telas El Telar y, en el número 63, La Sortija, popular tienda por departamentos donde nuestras abuelas resolvían sus necesidades para la costura, hoy desabastecida, sin aire acondicionado ni otras facilidades.
En la esquina de la calle Cárdenas, está el viejo bodegón, convertido en un deprimente tugurio gastronómico. Más adelante, los locales que en los años 40 y 50 casi todos eran ocupados por estudios fotográficos, cuando las cámaras eran de cajón y con fuelle y se utilizaban los destellos para iluminar, y el célebre pajarito chasqueando los dedos de la mano para atraer la atención del que se retrataba, y a las madres les gustaban las fotos de sus hijos con sofás y butacas de mimbre y perritos de peluche, las quinceañeras con vestidos largos y columnas con jarrones de flores y tules. También iban las novias, a hacerse fotos artísticas antes de la boda. Eran los tiempos en que bastaba con una ampliación coloreada y seis o doce postales para regalar, cariñosamente dedicadas, a familiares y amistades.
A continuación, las ruinas del hotel Isla de Cuba, la tiendas La Francia Moderna, La Isla y La Isla de Cuba. En el 259, la tienda por departamentos La Nueva Isla. En el 301, el Ten Cents, menos moderno que el de Galiano y San Rafael, con su aire de tienda antigua, pero también con aire acondicionado y música indirecta, ahora denominado Variedades Monte. En el número 305, París Viena.
En la acera de enfrente, a lo largo de toda la calzada, el espacio abierto que se extiende hasta la calle Amistad entre Estrella y Monte, donde se encontraba el café Marte y Belona y la academia de bailes del mismo nombre, en la cual cada pieza costaba unos cuantos centavos, hace años fueron demolidos y ahora el espacio es ocupado por algunos kioscos.
Este gran espacio abierto se engalana con la plazoleta donde se encuentra la fuente y la escultura de la Noble Habana o de la India, como es más conocida, con sus delfines acompañantes que, aunque da su frente al Paseo del Prado, del cual marca su final, siempre ha estado muy cercana a la Calzada de Monte y sus transeúntes.
En la década del 50, los edificios de esta zona en sus azoteas lucían enormes anuncios lumínicos, que daban colorido a las noches, y en Navidad sus portales eran ocupados por tarimas sacadas por las propias tiendas y otros vendedores, que ofertaban variados productos de ocasión, asequibles a la mayoría de los bolsillos, llegando a la apoteosis en la noche previa al Día de Reyes, cuando se llenaban de juguetes, con liquidación al costo a partir de las 12 de la noche.
En la calle Monte, a partir de la calle Estrella, mucho más angosta, con excepción de La Casa Fraga, proliferaban los pequeños comercios, la mayoría estrechos y profundos con dos vidrieras y aire acondicionado como la cuchillería La Sin Rival, en el número 453; en el 501, la tienda Punch; en el 651, El Gallo; en el 913, El Alba; en el 1058, La Defensa, y otros algunos hoy totalmente transformados o inexistentes, muchos convertidos en viviendas precarias.
Así llegamos a Belascoaín, donde después de rellenada la marisma que allí existía, surgieron los conocidos Cuatro Caminos, con sus bodegones españoles y paradas de ómnibus y tranvías, por bifurcarse en el lugar las Calzadas de Monte, su continuación hacia la del Cerro, la de Belascoaín y la de Cristina.
Cerca, en la manzana comprendida entre Monte, Cristina, Arroyo y Matadero, en 1920 se construyó el Mercado General de Abasto y Consumo, un edificio de dos plantas con sótano y un paso a nivel hacia otra edificación de la manzana aledaña, conocido popularmente como el Mercado Único, de Cristina o de los Cuatro Caminos. Las mercancías entraban al anochecer, se distribuían por las diferentes casillas y se vendían de madrugada y al amanecer. A las 11 de la mañana cesaban las ventas y se procedía a la limpieza general.
Actualmente, la edificación se encuentra con filtraciones en los techos, bastante deteriorada, desabastecida y sucia. En el tramo desde aquí hasta la Esquina de Tejas, transformados, sobreviven algunos comercios como Casa Grande, La Ideal, La Lucha, Alborada y Casa Mimbre, y los espacios donde existieron otros ya desaparecidos, como El Bodegón de Tejas y la fonda El Globo, están ocupados por ruinas o por edificaciones a punto de derrumbarse.
La calle Monte de hoy no tiene nada que ver con la comercial y bulliciosa de antaño, recorrida entonces hacia abajo y hacia arriba por numerosos compradores o simples curiosos, para conocer lo que se ofrecía en sus establecimientos, menos suntuosos que los de Galiano, pero abarrotados de productos a mejores precios.
Con locales convertidos en viviendas, comercios desabastecidos y venidos a menos, sin aire acondicionado ni ventiladores, sin vidrieras o con vidrieras rotas y sucias, maltrato generalizado de sus dependientes, derrumbes, ruinas, aceras destruidas, mugre y ciudadanos de a pie que, presurosos y mal vestidos, cargan con muchas necesidades sobre los hombros y poco dinero en los bolsillos, da vergüenza y tristeza recorrer Monte, la calle más popular de La Habana.
Fernando Dámaso
Diario de Cuba, 3 de octubre de 2014.
Foto: El Mercado Único, de Cristina o de los Cuatros Caminos en los años 40, con los tranvías que pasaban por la calle Monte. Tomada del blog Memorias de un cubano.
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