Desde el 19 de agosto y hasta el 9 de noviembre de 2014 nos toparemos con numerosas referencias históricas a las que se atribuyen la caída del Muro de Berlín. Pero el primer hecho de aquella poliédrica constelación, la primera grieta, fue sin duda lo que después terminó llamándose el Pícnic Paneuropeo, el 19 de agosto de 1989, hace 25 años.
Fue una osadía. El después eurodiputado austríaco Otto de Habsburgo y el líder reformista húngaro y ministro de Estado Imre Pozsgay, en pleno Telón de Acero, decidieron celebrar una fiesta de confraternización entre húngaros y austríacos que incluía la apertura de la frontera durante tres horas.
Cientos de alemanes orientales que tuvieron noticia de la celebración se subieron a sus 'Trabant' con un par de mochilas y tiendas de campaña y se instalaron en el cercano lago Balaton, un popular destino veraniego de la clase media de la Alemania del Este. Todavía presos de la incredulidad, el día señalado se encaminaron hacia el lugar en el que la puerta hacia la libertad quedaría abierta desde las 15.00 hasta las 18.00 horas: Sopron, al noroeste de Hungría.
Aunque por motivos financieros se había abandonado ya el mantenimiento de los 246 kilómetros de alambrada en la frontera con Austria, seguía en vigor el requisito húngaro de visado comunista para poder cruzar, pero durante esas tres horas estaba prevista una festiva excepción que muchos no quisieron desaprovechar.
Ante la avalancha de personas que llegaban dispuestas a cruzar, la media decena de policías fronterizos húngaros se vieron en la disyuntiva de perpetrar una masacre o dejarles pasar y optaron por lo segundo. Más de 600 germano-orientales lograron escapar del bloque del Este ante las narices del gobierno comunista de la RDA y con la evidente complicidad de aquellos audaces políticos.
"Fue una prueba para ver si lo que Gorbachov había dicho en el mes de marzo era verdad, o si la Unión Soviética respondería dando la orden de intervenir a sus batallones, estacionados en nuestro país", recuerda ahora el ex primer ministro de Hungría Miklos Nemeth. "Resultó un acto irreversible; esa frontera nunca más podría ser cerrada de nuevo, y sólo fueron necesarios un par de meses para que el muro creado por la Guerra Fría se viniera abajo", ha declarado la canciller alemana Angela Merkel.
Familias enteras con niños, cestas de la merienda y balones de playa buscaron refugio en la embajada de la República Federal de Alemania en Budapest, a unos pocos kilómetros y en cuyo jardín instalaron las tiendas de campaña. Lo mismo ocurría en la embajada de la RFA en Praga, el monumental palacio Lobkowitz.
"Ahora podemos decir que fue algo histórico, pero en el momento de los hechos vivimos una situación crítica y no estábamos nada seguros de que aquello fuera el fin del Pacto de Varsovia. Se tomó una gran y arriesgada decisión", declararía después Pozsgay, quien el 11 de septiembre de 1989, ya de forma oficial, abrió la frontera con Austria y permitió la huida de 50 mil alemanes del Este todavía antes de caer el Muro de Berlín.
Rosalía Sánchez
El Mundo, 19 de agosto de 2014.
Excelente recordatorio.
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