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miércoles, 24 de septiembre de 2014

La Paloma es vasca y es una habanera (V)


Habanera ven

La habanera tiene una larga historia. Proviene de la contradanza inglesa y francesa, de ahí deriva en la contradanza y la danza habanera, llamada de ese modo después de su acriollamiento por negros, blancos y mestizos.

Bailes de figuras desde finales del siglo XVIII nos llegaron por distintas vías, una de ellas, a través de las tonadillas escénicas españolas. En Cuba se le insertó una célula rítmica africana, la conga. Se dice que también tuvo sus canales a través de Nueva Orleans, Nueva Inglaterra y por los inmigrantes llegados a Cuba después de la Revolución de Haití con sus ritmos de tango o tango congo.

La musicóloga Zoila Lapique tiene la tesis de que los bailes de las clases pudientes se bailaban al estilo francés tal como se hacía en España, especialmente en Madrid, desde que la Casa de los Borbones entrara a reinar en la Península en 1701. Esas costumbres afrancesadas en la música bailable provenían directamente de la metropoli, antes de la llegada de los haitianos y fugitivos franceses de Saint-Dominique. “La contradanza fue un antiguo baile de origen inglés que se introdujo y expandió por toda Francia en los inicios del siglo XVIII, después de derrocado el régimen monárquico", escribe Lapique.

Más adelante, la música de salón, reservada hasta entonces a los miembros de la aristocracia, se extendió a otras capas sociales: del salón cortesano, al salón burgués, del salón burgués a las clases populares, hasta invadir a las colonias en tierras americanas.

En las colonias, no faltaban las “madamitas de nuevo cuño”, furiosos bailadores de contradanzas y fanáticos seguidores de las modas impuestas por Francia luego del ascenso de la nueva clase burguesa. El modo de bailar la contradanza francesa era grácil y pleno de donaire, lo que contrastaba notablemente con la rigidez y severidad del minué, dueño del gusto cortesano europeo aristocrático.

También en Cuba se distinguían músicas de origen francés, como el minué, el vals y, por otro lado, los rigodones y la galop. Como contrapartida a ese público esnobista, siempre aparecía un público más irreverente y atrevido, jóvenes amulatados o acriollados por un lento proceso de sedimentación, que irán formando un nuevo gusto hacia la identidad nacional.

En el Diario Libera el 6 de enero de 1821, con motivo de la puesta en escena de la ópera de Mozart “La clemencia de Tito”, el crítico remitente opinaba que ésa no era obra para nuestro teatro, dados los escasos conocimientos musicales que había en La Habana de entonces, y después de decir que sabía música, terminaba exclamando “me gusta más una contradanza acongada que la mejor aria italiana”.

La habanera se ejecutaba con violines, clarinetes, trompas, bajo y bombo (tambora). Esos bailes cortesanos rápidamente comenzaron a fundirse -ahora que tanto se habla de fusión-, con el peculiar baile llamado tumba, en el que se entremezclaban con tambores y sonajas de origen africano los bailes cortesanos y burgueses de los franceses.

En Cuba, siempre la música llegada del exterior se pasaba por el ánimo popular y se convertía en “sistema propio”, al decir del especialista cubano, Orlando Taxonera. Lo que Cuba hace con las músicas llegadas a sus tierras supera lo que también hicieron los griegos de la antigüedad con los instrumentos y músicas del Oriente.

El estreno de la primera habanera se señala en 1841, en el café habanero La Lonja, a la entrada de la calle O´Reilly, junto a la Plaza de Armas. El 13 de noviembre de 1842, La Prensa publicó: “El amor en el baile, nueva canción habanera puesta en música con acompañamiento de piano: Yo soy una niña muy bonita, y el pesar no conocí; yo soy niña, soy bonita, y el pesar no conocí".

Esta canción es importante en la historia de la música cubana, pues se considera una de las primeras habaneras y en ella se emplea el llamado tango. El ritmo de la habanera se fue imponiendo sobre los demás géneros, incluido el vals y la contradanza con versos adaptados a la música. Muchas señoritas, vestidas con gusto y elegancia, bailaban danza cubana y el arrebatador vals.

La habanera tiene aires de la danza, plenos de frescor y de originalidad, enriquecidas con síncopas y contratiempos de otra dificultad. Una música que comienza a ser indescifrable por los extranjeros, como lo sería después el danzón, considerado una “cacofonía musical”.

Cuando el negro pone su mano en la música, comienza a complicarla con la riqueza africana, sobre todo a partir de 1852: los aires del rumboso cocoyé (cocuyé o cucuyé) inyectará nueva vida a la contradanza cubana, revitalizándola con sus cinquillos. Estas músicas van constituyendo la resistencia de la cultura musical cubana.

Poco a poco, los naturales españoles fueron olvidando todas las danzas y bayles (bailes) para admitir la contradanza y todos sus derivados acubanados. Esas variantes llegan desde aquellos tiempos, pasando por Miguel Matamoros (Mariposita de primavera) hasta nuestros días, en las voces de Silvio Rodríguez (En el claro de la luna), Xiomara Laugart (Hoy mi Habana), Liuba María Hevia y muchos más.

Después de 1860, el músico español Sebastián Yradier compone La Paloma, una habanera de La Habana, probablemente inspirada en la capital cubana, en su etapa de estancia en la que impartió clases. En 1892, Eduardo Sánchez de Fuentes compuso la habanera , considerada por Alejo Carpentier el primer 'best seller' (hit) de la música cubana. Una obra que con su letra constituyó un himno mambí durante la Guerra de Independencia.

En Álbum de Habaneras, Néstor Luján dice que rara era la zarzuela española de fines de siglo XIX que no tuviera habanera, lo más pegajoso y atractivo de la obra. La ópera francesa Carmen (1875) de Bizet, pone en boca de la cigarrera Carmen una habanera que recorrió el mundo. La ópera francesa La Habanera (1908), de Raoul Laparra, lleva en el título el nombre del género. Renombrados músicos franceses como Saint-Sáenz, Chabrier, Lalo Aubert, Faure, Debussy y Ravel, junto a los españoles Sarasate, Albéniz, Falla, asumieron la moderna habanera, afirma Zoila Lapique.

El musicólogo argentino Carlos Vega encontró en el Cancionero Musical de los Siglos XV y XVI, un ejemplo que tenía ritmo básico de la habanera. Hay influencia de la habanera en la milonga y en el tango. Y la hay también en las danzas mexicanas, la samba, el merengue y en el mundo del jazz, en el ragtime. La habanera alimentó los ritmos iniciales de casi toda América.

En Cuba la habanera dejó de cantarse, se consideró pasada de moda y fue sustituida por el bolero, más moderno y bailable, fundida con ritmos como el son.

Con los años, la habanera se arraigaría más en España, un fenómeno conocido como “enraizamiento” y que sucede en todos los países donde hay emigrantes o colonizadores que regresaron a la Península Ibérica. En 1985, Omar Vázquez, periodista de Granma, escribió que desde 1954 en Torrevieja, Alicante, todos los años se celebra un certamen de habaneras y polifonía. Es Torrevieja un espejo/ donde Cuba se mira/ y al verse suspira/ y se siente feliz/. Es donde se habla de amores/ entre bellas canciones/ que traen de Cuba/.

También hay interés por la habanera en las tierras del norte de España: Galicia, Santander, Cataluña, País Vasco, Asturias... Yo quisiera vivir en La Habana/ A pesar del calor que hace allí/ A pesar del calor que hace allí /Y allí salir, al caer de la tarde/ De paseo en un triguilín.

Rafael Lam
Cubarte, 10 de noviembre de 2007.
Leer también: El vuelo de la habanera.
Nota.- No dejen de leer las aclaraciones en el post titulado A propósito de La Paloma, su autor y las habaneras, el viernes 26 de septiembre de 2014 (TQ).

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