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miércoles, 18 de junio de 2014

Los 70 de Chico Buarque

En 1981 entrevisté a Chico Buarque de Hollanda para la revista Bohemia, donde entonces publicaba como colaboradora. En un receso durante un ensayo en el teatro Karl Marx habló conmigo. A su lado estaba su ex esposa, la actriz Marieta Severo. En 1999, el intérprete y compositor brasileño conversó con el periodista Federico D'Addario. Quince años después, a modo de homenaje por los 70 de Chico, reproduzco aquella entrevista, que con el título "Me gustaría que dijeran de mí: fue un buen alumno de Tom Jobim" publicara el diario argentino Página 12 (TQ).


La ciudad donde Chico Buarque está cantando “Construçao” y un millar de fieles salda sus cuentas con el tiempo aplaudiéndolo a rabiar parece ahora la mueca de un viejo sueño colectivo. Brasilia fue construida a principios de la década del 60, condicionada por el slogan La Ciudad del Futuro. El futuro llegó. Las fabulosas autopistas que la recorren con el frenesí de este fin de siglo se transforman en venas abiertas cuando llegan a la periferia, y miles de nordestinos marginales ofrecen su versión del progreso.

Chico Buarque encuentra en Brasilia una paradoja de su propia historia. Él también soñó con esa “ciudad del futuro”, como una suerte de proyección arquitectónica de aquel Brasil que empezaba a seducir al porvenir a través de la bossa nova y el cinema novo. Por eso, el músico que editó recientemente el CD As Cidades, no puede evitar una reflexión escéptica cuando contempla ese espejismo de perfección formal que es Brasilia.

“Yo empecé a estudiar arquitectura por el fenómeno Brasilia, que era un símbolo de modernidad, de descentralización”, cuenta en la entrevista que concedió a Página 12 en una tarde calurosa y seca.

“Y hoy esta ciudad es reflejo de lo que ocurre en el mundo. Es todo un síntoma el hecho de que cuando nosotros éramos jóvenes las ciudades con mayor población eran Tokio, Nueva York, Londres, que eran modelos a imitar. Hoy las ciudades más populosas son Bombay, México DF, Sao Paulo, que sólo atraen pobreza, no bienestar”.

Chico, el intelectual, el músico de las canciones perfectas, el hombre comprometido, sólo se entusiasma realmente cuando le hablan de fútbol. Brasil cumple 500 años de existencia, pero el orgullo lo delata cuando cuenta que su equipo de fútbol, el que lo acompaña a todos los conciertos y lo tiene como indiscutible número 9 titular, está invicto en 23 partidos. “Y eso que tenemos los árbitros en contra”, advierte con una sonrisa irónica que deja entrever exactamente lo contrario. Y dice, con el único síntoma de jactancia que evidenciará a lo largo de la entrevista, que su estilo “se parece más al de Pelé que al de Ronaldo”.

Y que sus éxitos en la cancha lo ayudan a disimular su amargura por las desventuras del Fluminense, el equipo del que es hincha, y que en contradicción con un pasado de esplendor, compite en el torneo de la tercera división brasileña. “Hoy me vinieron a felicitar porque le ganamos 1 a 0 a Serra, otro equipo de tercera, que es un desastre. Y me enojé: ¡cómo me van a felicitar por un 1 a 0 a Serra!”, se queja.

Enseguida asegura que él, en realidad, no es fanático de nada, y luego se retracta, y dice que, en realidad, es “fan de Maradona, el último grande de verdad. Ahora están Ronaldo, Ronaldinho, Rivaldo, pero ninguno como Maradona. Y no lo admiro sólo como jugador, sino como persona. Toda la vida fue un rebelde, y su rebeldía es más interesante por su sufrimiento personal”.

De Maradona a Buenos Aires sólo hay un paso en el improvisado temario del reportaje. “Creo que conozco más Buenos Aires a través de los cuentos de Borges que por haberla caminado. Pero espero que no piensen que mi relación con esa ciudad le debe todo a Ficciones. También tengo muchos amigos reales allí”.

La arquitectura y el fútbol asoman, entonces, como elementos constitutivos de la personalidad de Chico. Aventurar que el carácter intuitivo del fútbol y la planificación metódica de la arquitectura se proyectaron en su obra artística abonaría el terreno de las arbitrariedades, pero él construye sobre la marcha su opinión: “Nunca había pensado esa mezcla. Con respecto de la arquitectura sí, y no es casualidad. En la historia de la música brasileña hay muchos ex estudiantes de arquitectura. Jobim, por ejemplo. La música tiene una cuestión casi matemática, que la gente no ve ni escucha, pero está presente todo el tiempo en el que compone. Pero por otro lado, no creo que lo intuitivo que pueda tener jugando al fútbol lo haya trasladado al arte. Quizás si hiciera jazz podría ser, por el tema de la improvisación permanente, pero no en mi música. Lo que llaman inspiración no me ha visitado casi nunca. Siempre necesité de la planificación para 'construir' mis canciones".

¿Usted fue más vanguardista en sus novelas y en sus obras de teatro que en sus discos?

-Es verdad, creo que fui y soy más rupturista en la literatura que en la música. La explicación es simple: tengo más conocimiento de escritores y de libros que de música. En lo musical siempre necesité de la ayuda de maestros para ir mejorando. Y los tuve cerca. Crecí bajo la influencia de la bossa nova y durante muchos años sólo traté de escribir letras como Vinicius, cantar como Joao y componer como Jobim. De tanto imitar, aprendí algo. Si alguna vez, dentro de algunos años, a alguien se le ocurriera catalogarme, a mí me gustaría que dijeran de mí: ‘Fue un buen alumno de Tom Jobim’. Por eso, mi falta de conocimientos musicales profundos me impiden ser un vanguardista al estilo Caetano o Gismonti. Lo mío es más 'tradicional'.

¿Y en la literatura?

-Allí, como mis referentes son más lejanos en tiempo y lugar, pude hacerme un camino más personal. De todos modos me costó mucho lograrlo. Creo que con mi novela Estorvo conseguí un lenguaje propio.

Usted estuvo cinco años sin hacer shows. ¿Se siente más cómodo con la literatura que con la música?

-No es tan así. Pero sí, me siento más cómodo escribiendo, ya sea música o literatura, que actuando.

¿Por qué volvió a actuar, entonces?

-Porque después de tanto tiempo, hay un público que apenas me conoce. Me vienen a ver jóvenes que no vivieron mi anterior etapa y siento que tienen más libertad para escucharme. No me piden que cante A pesar de vocé.

¿No le gusta cantar A pesar de vocé?

-No, porque es una canción con una mirada muy de los 70.

Construçao también lo es y sin embargo la canta.

-Pero hay una diferencia: una es política y está escrita para el contexto de una época muy determinada. La otra, Construçao, es una canción con una temática social y, en consecuencia, atemporal. Para cantar un tema necesito no sentirlo viejo. Soy más formalista de lo que la gente piensa.

El público suele tener una reacción curiosa. Quizás no le moleste que hayan cambiado Cardoso o Lula, pero pretende que su artista favorito diga y haga siempre lo mismo, “lo de antes”.

–Es una actitud muy “años 70”. El hecho de haber participado de una época muy convulsionada y de haber estado muy expuesto nos condiciona para toda la vida. A los que empezaron hace poco no se les exige “coherencia”. Lo que en realidad quiere la gente es volver a vivir esa época, y nosotros quedamos en el medio, entre ellos y la realidad.

En la canción Assentamento, de su último CD, plantea la situación del movimiento de los Sin tierra. Ahí está muy clara su postura sobre este fin de milenio.

-Es que yo no me desligo de lo que pasa. Ese tema formó parte del libro Terra, del fotógrafo Sebastiao Salgado, y decidí incluirlo en el disco. El problema que sufren los Sin tierra me sensibiliza mucho. Está más que claro que la geografía de Brasil alcanza para darle tierras a todo el mundo, y sin embargo no la tienen. Lo más curioso es que en mi país todos, menos los latifundistas, claro, están de acuerdo con que se debe hacer una reforma agraria. Todos están de acuerdo con que existe una injusta concentración de riqueza en favor de unos pocos. Pero nadie tiene la voluntad política para cambiar eso.

¿Fernando Henrique Cardoso lo decepcionó por haber sido un intelectual progresista que luego se volcó a la derecha?

-En realidad no me sorprendió. En su momento, él fue un sociólogo de izquierda, pero no bien estuvo cerca del poder se notó que ya no era el mismo. Era otro Cardoso. Y resultó lógico que con las alianzas que estaba trazando su gobierno iba a ser lo que es. También hay que ser concientes de algunas cosas: Cardoso no fue elegido por haber sido un sociólogo de izquierda, sino por haber tejido una inteligente alianza conservadora. Además, sería tonto pensar que Cardoso es un caso aislado, de un hombre que en los 60 estuvo en la lucha clandestina y luego, en el poder, hizo todo lo contrario. Hay un grupo de gente que cambió. Si a un hombre cualquiera lo hubiesen tenido durmiendo estos últimos 30 años y le mostraran ahora la foto actual de Cardoso y de su gabinete, diría: ¡Estamos en Cuba! Pero está claro que no estamos en Cuba.

¿Es escéptico con respecto del futuro?

-No tengo esperanzas de cambio. Y tampoco veo otro camino posible. Lo que me aburre es que se siga este único camino posible con tanto fervor...

Da la sensación de que hoy, a diferencia de lo que ocurrió siempre en la historia, es la derecha la que avanza y avanza, mientras que la izquierda sólo puede defender lo poco que le queda...

-Es que se invirtieron los roles de la retórica. Muchas de las consignas de la izquierda fueron tomadas por la derecha. Son ellos los que ahora dicen: “La concentración de la riqueza es terrible, hay que hacer algo”. ¡Pero es la derecha la que está en el poder! Me resulta particularmente patético que muchos viejos izquierdistas, ahora en el gobierno, tienen tanta necesidad de “limpiarse” de su pasado, están tan obsesionados por afirmarse en su nuevo rol, que los derechistas históricos parecen más izquierdistas que ellos.

¿Usted cree que ante este estado de las cosas el arte puede ser un vehículo de resistencia?

-Sí, porque todo lo que sea imaginación es una forma de resistencia. Esto no lo digo yo. En el Mayo Francés decían “la imaginación al poder”. Está claro que la imaginación todavía no llegó al poder.

Brasil siempre fue “proteccionista” en materia musical. No es fácil entrar en el mercado brasileño. Sin embargo, los mayores movimientos musicales del país, la bossa nova y el tropicalismo, fueron producto de mixturas, ya fuera con el jazz o con el rock. ¿Cómo se maneja ahora el tema de la penetración cultural y la identidad?

-Es cierto que el jazz y el rock tuvieron influencia en su momento, pero después aparecieron otros ritmos. Están el rap, que es más crudo porque refleja la vida de gente con una realidad más cruda, el reggae, y el intercambio entre las músicas de las diferentes regiones brasileñas. Hoy se ve una propuesta interesante en artistas de Pernambuco, en Recife. No me parece mal que exista una asimilación constante de música extranjera si se conserva la identidad. Lo interesante es ser regional y al mismo tiempo internacional. Como pasó con el samba-reggae, por ejemplo.

Pero afuera da la sensación de que no hubo una camada de músicos que pudiera suplantar, con el mismo nivel artístico, a su generación, la de Gil, Caetano, Gal...

-No sé qué es lo que llegará a la Argentina, pero hubo una buena generación de recambio. Carlinhos Brown, Chico César, Marisa Monte, y muchos nombres más. Lo que pasa es que mi generación se manifestó en un momento socio-cultural muy especial y es difícil que se borren nuestros nombres de la memoria de la gente. Pero quizás tengamos en el futuro nuevos movimientos, con nuevas mezclas de estilos, nuevas influencias. Negarse a la asimilación de culturas extranjeras es tan peligroso como conservador. Y si no, miren lo que pasó con Piazzolla. Brasil tuvo capacidad para asimilar todo. Con la buena música extranjera que llegaba se hizo y se hace buena música brasileña. Con la mala música extranjera, que también llega en cantidad, se hace mala música brasileña. Esto fue así toda la vida.

¿Ve en los músicos jóvenes una actitud diferente de la que tenían ustedes?

-Los noto más aplicados, con un bagaje teórico más desarrollado. Por ejemplo, hay un mercado muy fuerte de “song-books”, y los chicos muestran mucho interés por aprender musicalmente.

¿Y la bohemia?

-No, ahí no. Ya no hay bohemia. No existe eso de encontrarse a tocar, a cantar, a hablar de la vida, a crear colectivamente. Hoy se está construyendo una sociedad cada vez más aislada y entonces los músicos también viven más aislados. Quizás por eso se dediquen a estudiar más que lo que hacíamos nosotros. En general, la gente está encerrada en sus casas, y si no, se encierra en los shoppings. La mía fue la generación de las jam-sessions, ésta es la de los song-books.

Antes se refería a Maradona y destacaba su rebeldía. Usted también es exitoso, es famoso, tiene dinero. ¿Dónde ubica la rebeldía en su vida?

-Creo que durante toda mi carrera, mi inconformismo habló a través de los discos y de los libros que hice. Y después de tantos años, sigo siendo rebelde. Lo que ocurre es que ahora soy mansamente rebelde. O delicadamente rebelde, si te gusta más.

Fernando D'Addario
Página 12, septiembre de 1999.

Nota.- A quienes puedan leer en portugués, les recomendamos estas dos entrevistas a Chico Buarque: la que en 1994 le hiciera Folha de S. Paulo y la publicada en 2011 en la edición brasileña de la revista Rolling Stone.

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