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viernes, 13 de diciembre de 2013

Internet y el Indio Hatuey


La noticia de que un líder aborigen cubano -el cacique Hatuey- fue quemado vivo en una crepitante hoguera colonial se publicó en Europa tres siglos y medio después del suceso.

Los piadosos españoles que dieron fuego al indio rebelde (que, por cierto, venía de tierras dominicanas) para conseguir que éste fuera directamente al cielo, no tuvieron que enfrentar la crítica de sus contemporáneos ni la justicia porque ese episodio demoniaco, a pesar de las llamas, se desarrolló en las sombras.

"La Historia de las Indias", redactada por Fray Bartolomé de las Casas, cronista esencial del suplicio, se editó en Madrid en cinco tomos entre 1875 y 1876. El sacerdote inició su escritura en 1527, cuando era obispo de Chiapas.

Si la llegada de los conquistadores a esta zona hubiera estado precedida, como suele pasar hoy, por una carabela mediática, el proceso de colonización y exterminio de las comunidades autóctonas seguramente habría tenido otro curso.

Estoy convencido de que si en algún camarote de La Pinta, La Niña o La Santa María, hubiesen venido también unos señores pertenecientes a la Real Comisión Pontificia de los Derechos Humanos, el desarrollo de aquel proceso en los que unos hombres le impusieron por la fuerza su filosofía y sus costumbres a otros hubiera sido diferente.

No quiero seguir con esta especie de periodismo de ficción porque entre otras cosas lo estoy haciendo en la lengua de aquellos hombres que venían del mar y porque también comenzaron a dar noticias viejas.

Hablo de estos asuntos porque la oscuridad, el silencio, los seudónimos, las máscaras y la lejanía constituyen el paraíso de los verdugos de todos los tiempos.

De ahí la importancia ya no de la transparencia que siempre puede ofrecer algo de irreal o borroso sino de la desnudez, de la luz absoluta en cada encrucijada de las sociedades modernas, donde los intolerantes, los prepotentes, los corruptos, los dogmáticos y sus sirvientes imponen su voluntad.

La presencia de unos tipos impertinentes con sus cámaras y sus preguntas, sólo el anuncio de que llegarán, dispara una alarma en los infractores de todas las categorías. Porque podrán delinquir, acosar, agobiar y aplastar, pero quedarán fotografiados, descritos y fijos en sus gestos terribles.

No es el periodismo una embajada de Dios. Pero una comunidad o un país sin prensa libre puede convertirse en un campamento militar o en una parcela de la arbitrariedad.

Las autoridades cubanas siempre en la búsqueda de un decreto o una ley que paralice nuestro trabajo han comenzado a utilizar los medios de prensa para enfrentar graves problemas sociales internos.

Hace poco la televisión nacional mostró unas imágenes de delincuentes, que aquí llaman ninjas porque asaltan camiones y vehículos en marcha en las carreteras. Los ladrones fueron sorprendidos en plena faena no por la policía sino por el periodismo y huían de las cámaras, saltaban cercas y pequeños barrancos para ponerse fuera del foco de los camarógrafos.

Eso puede ser una lección. Bajo el escrutinio del periodismo internacional, con esa solidaridad que va más allá de los comunicados y las notas de prensa, -sin proponérselo, sólo cumpliendo con el deber de informar- los medios de comunicación de todo el mundo están poniendo su impronta de civilización en la Cuba contemporánea.

Por fortuna, ya no hay que esperar tres siglos y medio para que el mundo se entere o conozca una noticia. La ciencia ha puesto el Sena a dos cuadras de mi casa, el Ebro se ve desde mi balcón y a veces veo pasar pescadores que van a pie para el Mississippi.

En mis noches de insomnio, de preocupación y miedo miro el cielo de La Habana y me produce una sensación de serenidad y calma la estrella Polar, Orión, la Osa Mayor y la pequeña constelación de satélites que vigilan desde el espacio sideral.

Raúl Rivero
Publicado en abril de 1999 en Cubafreepress.
Video: Hatuey, de Eliseo Grenet, en la voz de Rita Montaner.

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