Arturo Montori Céspedes nació en La Habana el 28 de abril de 1878. Era hijo de un capitán del ejército español, y de una cubana. En el período posterior al Pacto de Zanjón (1878), la familia Montori Céspedes se trasladó a Aragón, España, donde Arturo pasó una buena parte de su niñez. Cuando era aún adolescente murió el padre y la madre regresó a Cuba con el resto de la familia. En La Habana encontraron una situación económica desfavorable por lo que tuvieron que albergarse en la llamada Casa de las viudas, situada en la calle Belascoaín, con una pequeña pensión como único sustento.
En 1899, al iniciarse la primera intervención norteamericana en Cuba, y ante la difícil situación por la que pasaba la familia, Arturo logró emplearse en el servicio de limpieza de calles de la capital y en breve tiempo fue ascendido a capataz. Como tenía una buena instrucción primaria, se presentó a los exámenes públicos para ocupar una plaza de maestro.
En 1901 obtuvo el certificado de maestro de primer grado y un año después el de segundo grado. Comenzó a ejercer en una escuela rural próxima al Surgidero de Batabanó, al sur de La Habana. Después de un año, conjuntamente con Ramiro Guerra y Sánchez, organizó una academia preparatoria. En ella se formaron muchos de los maestros de aquella zona y otros que posteriormente llegaron a ejercer el magisterio en la capital.
Desde muy joven, Montori comenzó a mostrar las cualidades que más tarde lo acreditarían como un destacado pedagogo. En noviembre de 1903 fue designado agente de la revista Cuba Pedagógica y comenzó a colaborar con esa publicación. Formó parte del grupo de redactores del Manual para Maestros, que se publicó en esa revista. En 1904, ganó por oposición una plaza de maestro en la escuela dirigida por Gastón de la Vega en La Habana. Durante varios años, allí desarrolló un trabajo altamente apreciado por funcionarios de educación y por la población.
En el curso 1904-05, cuando acababa de cumplir 26 años, matriculó en la Escuela de Pedagogía de la Universidad de La Habana. En enero de 1905 fue designado secretario de redacción de la revista Cuba Pedagógica y en abril del propio año, por decisión de todos sus miembros, fue nombrado director. También en 1905 participó en la fundación de la Asociación de Maestros y Amantes de la Enseñanza y fue elegido vicepresidente. Su prestigio comenzó a extenderse: grupos de maestros solicitaban su colaboración para formar parte de comisiones que gestionaban mejoras en el sistema de instrucción pública, incrementos del presupuesto escolar y aumentos salariales de los maestros. A partir de 1905 comenzó a ejercer como profesor de Metodología y Aritmética en la Escuela Normal de Verano de La Habana.
En 1907 lo nombran director de una escuela pública en la barriada de Luyanó, en La Habana. Posteriormente fue trasladado para la escuela pública número 13. En septiembre de 1908, en pleno auge de la segunda intervención norteamericana, integró varias comisiones que planteaban demandas del magisterio y escribió artículos de críticas al gobierno por la situación prevaleciente en el sector de instrucción pública. Se convierte en un abanderado de la causa de los maestros y en un defensor de la escuela pública cubana.
Por esta época, las nuevas ideas sociales que se difundían en el mundo entero encontraron en Arturo Montori un oído receptivo. Manifestó su simpatía por las luchas de los obreros y en unión de algunos trabajadores, llegó a intentar la constitución de un Partido Radical Obrero. Tan lejos habían llegado sus ideas que el 28 de febrero de 1911 escribió un artículo en la revista Cuba Pedagógica titulado El espíritu de clase del magisterio público. En él declaraba que la redención económica y moral del magisterio y del resto de los sectores sociales oprimidos, solo era posible a través de las propuestas del socialismo.
En enero de 1913 alcanzó el Doctorado en Pedagogía con la tesis La fatiga intelectual. Su medición. Reglas para evitarla o bien prevenirla. Ese año sostuvo una polémica pública con el profesor Alfredo M. Aguayo. En un artículo en la revista Educación, Aguayo sostenía que la escuela popular carecía de ideales, que la instrucción cívica dada en las escuelas se reducía casi siempre a una excitación constante del sentimiento patriótico y olvidaba la historia y la psicología colectiva. Arturo Montori rechazó las opiniones de Aguayo en dos artículos aparecidos en Cuba Pedagógica.
Por otro lado, sus ideales y críticas al entreguismo oficial lo pusieron en una situación difícil frente al gobierno de Mario García Menocal. Durante un tiempo, fue separado del departamento de instrucción pública. En diciembre de 1915 logró obtener por oposición una plaza de profesor de la cátedra de Gramática, Elocución y Composición, Literatura Española y Cubana, en la Escuela Normal para Maestros de La Habana, centro del cual llegó a ser director de 1917 a 1919. Desde su posición en la Escuela Normal contribuyó a la formación de generaciones de maestros a los cuales inculcó el sentimiento patriótico y la necesidad de luchar para darle solución a los problemas nacionales.
Cuando en 1916 se funda la Sociedad de Estudios Pedagógicos, Arturo Montori formó parte de su consejo de redacción, junto a Ramiro Guerra, Enrique José Varona y otros distinguidos profesores. La Sociedad surgió por la necesidad de un movimiento de profesionales dedicados al análisis de los problemas que afectaban la educación en el país.
En 1917, en la Ponencia sobre la reglamentación de las escuelas privadas, trabajo que a Montori le había encargado la Fundación Luz Caballero, respaldó la denuncia formulada por Ismael Clark acerca de las escuelas privadas en general, sobre todo aquéllas donde no se hablaba al niño de patria, ni del lugar que ocupaba en su tierra, ni cuál era su misión.
En 1919 formó parte del movimiento de creación del Partido Nacionalista, organizado contra la injerencia foránea en el Partido Liberal. En 1922 fue candidato del Partido Nacionalista por la provincia de La Habana. A través de diferentes publicaciones periódicas denunció constantemente la corrupción y la mala organización del sistema educacional.
En 1923, con motivo del I Congreso Nacional de Estudiantes, Montori fue reclamado por el movimiento estudiantil, actuando como asesor de la revista Renovación y de la delegación del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Junto con Alfredo M. Aguayo, participó como comisionado técnico para el estudio del plan de la segunda enseñanza y su moralización.
Arturo Montori perteneció también a la Asociación Pedagógica Universitaria, que en 1923 le asignó la responsabilidad de elaborar un proyecto de la enseñanza secundaria. En ese proyecto destacó la necesidad de imprimirle un carácter patriótico a los contenidos de enseñanza secundaria; incluir estudios vinculados con las necesidades económicas de las comarcas donde se ubicaban las escuelas; exigir una preparación adecuada del profesorado y establecer la reglamentación de la escuela privada.
En 1925 fue seleccionado para redactar la parte correspondiente a la educación en el Libro de Cuba, publicado al cumplirse un cuarto de siglo de instaurada la República. En 1926, durante el gobierno de Gerardo Machado, fue designado para ocupar el cargo de agregado técnico de la Secretaría de Instrucción Pública en la Embajada de Cuba en Washington. Posiblemente en este nombramiento influyó su amistad con Ramiro Guerra, quien a la sazón ocupaba el cargo de Superintendente General de Escuelas de Cuba.
En Washington, Montori estudió todo lo relacionado con el funcionamiento de las escuelas secundarias en Estados Unidos y con el movimiento de la Escuela Nueva e hizo una valoración de cómo podrían aplicarse en Cuba algunas medidas que contribuyesen a mejorar la calidad de la enseñanza.
Arturo Montori es reconocido como un destacado educador y publicista, abanderado en Cuba de la Escuela Nueva, que pretendía romper con los estrechos moldes del Magister dixit. En sus trabajos defendió la existencia de la escuela pública, de la enseñanza laica y el papel de la enseñanza de la historia en la conformación del sentimiento patriótico.
Para Montori, reformar la educación implicaba, en primer lugar, dotarla de una correcta filosofía y definir, a partir de ella, las categorías y los principios pedagógicos generales y los didácticos. Escribió varios libros de texto; algunos en colaboración con Ramiro Guerra como El Libro cuarto de lectura y El Libro quinto de lectura. Codirector de Cuba Pedagógica, colaboró además en Cuba Contemporánea, Letras, Nuestro Siglo, Revista Bimestre Cubana y Carteles.
Entre sus trabajos de crítica literaria se encuentra su ensayo Los orígenes de la poesía cubana, publicado en 1914 en Letras, revista habanera. Falleció en La Habana el 12 de junio de 1932.
Bibliografía activa: Cuestiones pedagógicas, Imp. de Comas y López, La Habana, 1908. Crítica del método herbartiano, Imp. de Comas y López, La Habana, 1909. La fatiga intelectual, Imp. de Cuba Pedagógica, La Habana, 1913. Ideales de los niños cubanos, Imp. de Cuba Pedagógica, La Habana, 1914. Función de los estudios gramaticales y literarios en la Escuela Normal, discurso de inauguración del curso 1917-18 en la Escuela Normal para Maestros de La Habana, Cuba Pedagógica, La Habana, 1917. Influencia de las ideas filosóficas en la educación, Imprenta Cuba Pedagógica, La Habana, 1920. Libro segundo de lenguaje, Imp. La Moderna Poesía, La Habana, 1925. Informe rendido acerca del funcionamiento de las High School o Escuelas de Enseñanza Secundaria en Estados Unidos, Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, La Habana, 1926. Libro primero de lenguaje, 2da. ed., Cultural, La Habana, 1927.
Bibliografía pasiva: Dihigo, Juan: Bibliografía. Modificaciones populares del idioma castellano en Cuba, por el Dr. Arturo Montori, Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, La Habana, 1916. Carbonell, José Manuel: Arturo Montori (1878), La prosa en Cuba, Imp. Montalvo y Cárdenas, La Habana, 1928.
Tomado de En Cuba, enciclopedia de historia y cultura de los países caribeños.
Leer también: Ramiro Guerra y Sánchez y La escuela primaria y pública 1902-1925.
Excelente esta serie de pedagogos cubanos, valiosísima... De lo que fuimos a los que somos... Horror... Menos mal que estás tú para recordarlo.
ResponderEliminarLa admiro de todo corazon.
ResponderEliminarAbel Gonzalez
Buenos Aires
Argentina
Se me ha ido el comentario anterior, por un par de veces.
ResponderEliminarDecia que Tania demuestra de una vez con esta serie sobre los grandes pedagogos cubanos que Cuba fue una vez -ya hace un lejano medio siglo- un pais donde la cultura estaba verdaderamente al alcance de todos y donde el magisterio era considerado como la mas importante de las profesiones, porque sin maestros no habia un pueblo educado, no habia base para la formacion de profesionales, intelectuales, cientificos o tecnicos. Todo esto fue barrido por una mal llamada revolucion, que sumio al pueblo en la mas abyecta incultura disfrazada de "Cultura Nacional" (asi, a la nazi, con todas las mayusculas) y donde el magisterio es hoy una profesion detestada y mal considerada.
Esta serie debiera dar pie a un libro para que los cubanos que aun leen se den cuenta de lo que les ha sido arrebatado, comenzando por su cultura y la dignidad. Gracias Tania!