Los hombres que siempre fueron colaboradores con su mujer y participativos en las tareas domésticas, hicieron suyo el “período especial´”y arrimaron aún más el hombro. Pero... ese tipo de hombres escasea y constituye menos de la mitad de los cubanos que son cabezas de familia. Así que una buena parte de los hogares siguieron como hasta entonces: con las mujeres dando espalda y pecho, hígado y riñón, corazón y ovarios.
Las estadísticas, si existen, las desconozco. Pero puede que en algunos casos los hombres adoptaran una actitud aún más machista y egoísta y se dedicaran a beber, jugar dominó, ir a la pelota y hasta irse a vivir con una mujer con mejores condiciones de vida que en su seno familiar. Hay de todo en la villa del señor.
Independientemente del país y el contexto donde éstas se produzcan, las crisis y conflictos dañan los codigos morales, máxime en un país que pese a su intención de crear un hombre nuevo, lo que creó fue un ciudadano con menos valores ético-morales que los existentes antes de 1959. En los casos de personas y familias con códigos éticos arraigados, el “período especial” no les hizo mucha mella.
Si tenemos en cuenta que hacia finales de los 80 en el panorama nacional, especialmente en la capital, habían hecho su aparición personajes hasta ese momento desconocidos, como los jineteros, es de suponer que la llegada del “período especial” se convertiría en caldo de cultivo propicio para su propagación.
El jineterismo es un concepto más amplio que la prostitución y el proxenetismo e incluye a los dos sexos. En Cuba, como en cualquier parte del mundo, las mujeres que venden su cuerpo son putas, pero no todas las jineteras son prostitutas, aunque lo parezcan.
A diferencia de planteamientos hechos por algunos cubanólogos, no considero que el jineterismo sea “una forma de trabajo por cuenta propia” y menos puede verse como “una postura de oposición”. El jineterismo es un fenómeno social y sus orígenes están en los errores de la revolución: junto con su maleta de promesas, sueños y esperanzas trajo un baúl repleto de contrastes, desigualdades y discriminaciones.
El primer jinetero -que supongo debe haber vivido en una cuartería o vivienda apuntalada de Centro Habana, debe haber sido un joven negro o mulato de entre 20 y 30 años y tener un título universitario metido en una gaveta- no salió a la calle para “trabajar por su cuenta”. Salió porque no tuvo más remedio que salir a “luchar”, un concepto que significa “jugarse el pellejo”, “olfatear la cárcel” y también “arriesgar la vida”.
Lo que ocurre es que como los primeros jineteros tuvieron relativo éxito, otros comenzaron a perder el miedo y comenzaron a salir a la calle a “luchar”, “resolver”, “inventar”. Primero, repito, eran hombres, después fue que surgió la variante de la jinetera-prostituta y con ellas los proxenetas o chulos, y luego fueron sumándose toda clase de “bisneros” desde los que contrabandeaban obras de arte y alquilaban ilegalmente sus casas hasta los que decidieron “enriquecerse” con la venta de tabacos falsos o metiéndose en el negocio de la droga.
Si nada dentro de ese fenómeno social llamado jineterismo puede verse como una forma de trabajo por cuenta propia, menos aún puede decirse que sea una manifestación de algún tipo de postura contestataria, oposicionista al régimen. Quienes sostengan eso no tienen la menor idea de la realidad en la isla.
Conocí a unos cuantos jineteros y jineteras, maricones y travestis, entre otros antisociales y marginales, y puedo decir que aunque ellos personalmente tuvieran una pésima opinión de Fidel Castro y su revolución, no querían saber nada de oposición política. Por el contrario, decían que los disidentes les ponían “mala la cosa”, por la represión que desataban y propiciaba que la policía “la cogieran también contra nosotros”. Por lo regular se vanagloriaban de ser “apolíticos”, de no estar con unos ni con otros.
Las dos veces que estuve detenida, en 1997 y 1999, conviví en calabozos con jineteras y delincuentas, y tenía que mantenerme callada, porque suelen ser utilizadas por la policía como “chivatas”. Dentro de esos grupos marginales la policía y la Seguridad del Estado reclutan personas para infiltrarlas dentro de la oposición, tenerlos como informantes y movilizarlos para participar en actos de repudio.
A cambio de su “colaboración”, les permiten seguir en su submundo. Me entristece mucho que ese tipo gente se deje coger para eso. Hay sus excepciones, pero son las menos. Como ellos también son víctimas, sufren vejaciones y son detenidos, juzgados y van a parar a las cárceles, fuera de Cuba puede creerse que son opositores. Pero no, no lo son.
¿Cuántas cubanas optaron por la prostitución con la llegada del “período especial”? Las cifras se desconocen. Lo que sí se sabe es que muchas se prostituyeron por razones de verdadera miseria y para tratar de salir de situaciones desgarradoras, pero otras lo hicieron para tener perfumes, vestir a la moda y otras superficialidades. A pesar de que entre las jineteras y prostitutas había y hay jóvenes preparadas y hasta universitarias, también debe decirse que en Cuba no siempre un diploma escolar es sinónimo de nivel cultural.
Tania Quintero
Foto: Las mujeres fueron las primeras en salir a la calle tras el paso del ciclón Sandy por Santiago de Cuba en octubre de 2012. Tomada de Cubanet.
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