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viernes, 7 de diciembre de 2012

Niurka


En 1996, cuando era periodista de Cuba Press, escribí sobre el embarazo precoz. De ejemplo puse el de Niurka Flores, quien a los 14 años tuvo su primer hijo. Tiempo después, su historia interesó a Raúl Rivero y me pidió tomarla para una serie de relatos sobre la vida cotidiana que estaba escribiendo para un libro. El tiempo volvió a pasar y en 2003, el escritor cubano Eliseo Alberto seleccionó veinticuatro crónicas de Rivero para el libro Sin pan y sin palabras. La primera que se puede leer se titula Bienvenido, Mr. Yandy.

Yandy nació el mismo año en que escribí sobre el embarazo precoz de Niurka, en 1996. Dos años después llegó Niurkita, su hermana. Ahora los dos han quedado huérfanos. A mediados de 2006 su madre murió de leucemia. Tenía 24 años. Desde que ella enfermó, Yandy y Niurkita comenzaron a peregrinar: de casa de Gabriel, el padre, en San Miguel del Padrón, a la de Lupe, la abuela materna, en Lawton. O a Los Pinos, donde reside otra parte de la familia. Todos pertenecen a la raza negra. Todos viven en barriadas pobres y marginales.

Le quedaban unos meses de vida a Niurka cuando a través de Yanet y Yamila, sus primas, me mandó a pedir una revista, para hacer más llevadera la estancia en el hospital. Ya los sueros le habían tumbado el pelo, pero quería ver fotos de artistas y modelos con hermosas cabelleras. Todo lo que comía lo vomitaba, pero quería ver anuncios de la coca cola que apetecía y no se podía tomar por no tener dólares.

Envié emails a amigos de distintos países. No utilicé el correo electrónico para pedir revistas, sino medicamentos y dinero, para que pudieran comprarle refrescos y jugos, lo que mejor su estómago soportaba. Cuatro personas respondieron, pero ninguna al final le mandó nada a Niurka.

El 28 de enero de 2006 me enteré de un suizo que al día siguiente viajaba a La Habana. Vivía en las afueras de Lucerna y como en invierno oscurece a las cinco de la tarde, la noche muy pronto se me vino encima. Luego de casi una hora caminando por calles solitarias y frías, logré encontrar la dirección. El hombre ya tenía hecha la maleta.

Me dijo que lo sentía, pero no me podía llevar una jaba de nailon con una toalla, un ropón, dos jabones, un cepillo y un tubo de pasta dental, un desodorante y un paquetico de servilletas húmedas. Sólo aceptó llevar una revista del corazón en español y un sobre con una cartica y 50 francos, todo lo que en ese momento a Niurka le podía enviar.

Tania Quintero
Publicado en este blog el 1 de octubre de 2008 con el título Yandy y Niurkita. Al final pueden leer Bienvenido, Mr. Yandy.

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