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jueves, 25 de octubre de 2012

Macuca


Hoy vi a Orlando y no me temblaron las piernas ni me palpitó el corazón. Nos cruzamos por Cuatro Caminos, yo montaba en el M-7 y él pasó cargado de bultos. No me vio o fingió no verme. No me inmuté ¡Y mira que me gustaba ese hombre y cuanto sufrí por él! Está hecho un viejo y no llega todavía a los 50. Era siete años mayor que yo y cumplí los 42 en agosto.

Con todas las mariconadas que me hizo, no le guardo rencor. Me dejó en mi mejor momento, cuando todavía me llamaban Macuca La Bella. Tenía 28 años, no sería una belleza pero siempre tuve buen cuerpo. Mucho mejor que el de la mulata puta teñida de rojo por quien me dejó. ¡Con esas tetas caídas!

Orlando empezó a llegar tarde y a quejarse por todo. Ya no resistía a mi madre, que era una santa, en paz descanse. Un buen día, me dijo que se iba. Fue muy cruel. Me dijo que no aguantaba más mi locura. Que se le había muerto lo que sentía por mí. Que ya no le gustaba. Que tenía otra y estaba embarazada. Que le daría el hijo que tanto deseaba tener y que yo no le podía dar.

Se me pegó el cielo con la tierra. Sólo hacía pensar en él. Esperaba verlo volver arrepentido en cualquier momento. Volvió una tarde, pero para pedirme el divorcio porque ya el niño había nacido y la mujer lo estaba agitando con la boda.

No le guardo rencor. Sufrí, pero no hay mal que por bien no venga. Después que Orlando me dejó, mi vida cambió. Ahora vivo una vida confortable, rodeada de lujos. No me faltan los hombres ricos y famosos para elegir con cual divertirme. Conozco a casi todo el jet-set internacional. Algunos de ellos son mis íntimos amigos. Ando con ellos en sus fiestas y sus lutos. Me desplazo con ellos por el mundo. Siempre en primera clase.

Paso noches ardientes con galanes de Hollywood y astros del pop, como nunca pasé con Orlando ni con otro cubano.

No te niego que fue muy duro al principio. Después del divorcio y de que el médico me dijera que me olvidara de tener hijos, tuve que atenderme con un siquiatra. Más por Orlando que por los hijos. Yo no quería tener hijos. Primero, porque era muy joven. Luego, esperando que las cosas mejoraran. Todo empeoraba cada año. Cuando quise tenerlos, mira. Pero total, para lo que sirven los hijos. Va y te salen buenos…pero yo he visto cada casos que parten el alma…

La muerte de mi mamá empeoró las cosas. El siquiatra me diagnosticó trastornos de la personalidad de tipo esquizoide, con crisis depresivas a repetición. Tomé las pastillas sólo unos meses. Eran difíciles de conseguir, como todo aquí. Me daban mucho sueño y me tenían zonza todo el día. Así no podía trabajar.

Mis amigas me aconsejaban que me buscara un marido. Decían que un hombre sería el remedio para mis males. Pero La Habana en Período Especial era mal sitio para buscar marido.

Yo no quería un príncipe azul. Sólo quería que fuera un hombre tierno, romántico y gentil. Y claro, que me gustara. Si tenía carro, mejor. Pero sólo aparecían tipos groseros y vulgares, tan muertos de hambre o más que yo. Chabacanos, apestando a sudor, tabaco y alcohol. Sólo querían tirarme en la cama y hacerlo ya. Sin más ceremonias ni romances. Menos todavía obligaciones. Comprendí que los hombres no eran la solución de mis problemas. Al menos, no los hombres que estaban a mi alcance.

Un sábado que me aburría frente al televisor, me llegó la suerte. La trajo mi amiga Dalia. En papel cromado y a todo color. Era una revista española. Se llamaba Hola. En la portada, sonreía Lady Di. Enseguida trabé amistad con la princesa de Gales. Lloré a moco tendido cuando en su funeral cantó mi amigo Elton John, con un traje Versace y tan pájara como siempre.

Hallé mi mundo en las revistas del corazón. Las alquilo a dos pesos diarios a Rolandito, un maricón amiguito mío. Si no tengo el dinero, me las fía sin problema. Las revistas me acompañan en el trabajo y en casa cuando termino los trajines. No tengo criadas. Prefiero hacerlo todo yo. No soporto tener sirvientas merodeando por la casa. Disfruto la soledad.

Me gusta ir de compras. A El Corte Inglés o a Macy’s. Cuando no quiero manejar, voy en bicicleta para hacer un poco de ejercicios y engordar las pantorrillas. Mi auto es un Corvette rojo y no lo quiero cambiar por el momento.

Hoy no cocinaré. No tengo nada en el refrigerador y no me apetece comer arroz y frijoles otra vez. Los huevos no han llegado. Almorcé en el trabajo, pero si no me quedo dormida, encargaré por la noche algo a Pizza Hut. O quizás opte por Kentucky Fried Chicken.

Si el agua entra antes de las 10 de la noche, cuando termine de cargar los cubos para llenar el tanque, me bañaré y luego de perfumarme con Chanel (o mejor Oscar de la Renta) me acostaré a leer una revista. El televisor está fallando, pero no lo lamento. La programación es infame. Todo es política. No tengo video ni dinero para comprar uno, así que renuncié a alquilar los cassettes con las novelas de Univisión.

Abro la Vanidades y levanto vuelo. El número es algo viejo, agosto de 2002. No había ninguna revista mas reciente. La clientela de Rolandito es mucha. Pero yo estoy actualizada, no hay quien me haga cuentos.

Ahora que Lady Diana murió y mis amigas no me visitan porque dicen que estoy loca, la princesa Masako se ha vuelto mi confidente. Ella me entiende bien. También padece de stress y depresiones. No se adapta a vivir en el palacio real. A mí me deprime trabajar en la EMPROVA y vivir en un solar de Centro Habana.

Masako sustituyó en mis afectos a Lady Di. Pero todavía la echo de menos. He comenzado a aceptar la relación de Camila y Carlos. Fui a su boda. Me temblaron las rodillas cuando me incliné para saludar y besar la mano de Su Majestad Isabel II. Juan Carlos y Sofía, los Reyes de España, son más sencillos. Impresionan menos. Lo bien que la pasé cuando me invitaron a almorzar con ellos en Benidorm, a bordo de su yate.

A la que no perdono es a la descarada de Jennifer López por haberme quitado a Marc Anthony. Se lo comenté ayer por teléfono a Shakira. Me contó de su viaje a Barranquilla y me dictó unos nuevos ejercicios. Muy oportunos, ahora que ya no trato con Jane Fonda. La vejez le ha dado por hacerse la dura.

Debo cuidarme para mantenerme en forma. Con la dieta no hay lío. Cada día estoy más delgada. No hay peligro de anorexia. El agua con azúcar prieta evita ese mal y otros muchos más. Siempre se lo digo a Estefanía de Mónaco y no me lo cree.

Estoy saliendo a bailar últimamente con Luís Miguel y Ricky Martin, pero son demasiado jóvenes para mi gusto. Prefiero salir con Mel Gibson o Richard Gere. Pero luego de la semana en Malibu con Brad Pitt, me convendría una temporada de reposo sexual. No sé. Anoche me desperté húmeda soñando con Tom Cruise y cuando a mí se me mete un macho entre ceja y ceja… Mis noches son agotadoras. Me despierto hambrienta y con dolor en todos los huesos. Justo a tiempo para correr a coger el camello para ir a trabajar.

Estoy necesitando con urgencia unas vacaciones. Ya decidí donde las pasaré. Nada de Hawai, Cancún, Marbella ni Saint Tropez. Tampoco Ibiza ni Biarritz. Menos aún Miami. Demasiados cubanos. No quiero problemas con el CDR. Este año, me broncearé en una playa dominicana, tendida en la arena junto a Julio Iglesias. Nos iremos por la noche a bailar merengue y luego haremos el amor en su habitación. Tal vez sea tiempo de tomar en serio a Julio. Que un viejo amor ni se olvida ni se deja.

Un cuento de Luis Cino
Arroyo Naranjo, mayo de 2005.

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