Por José Prats Sariol
"¡Ni me hablen de política!", fue lo primero que dijo, con la mirada perdida, extraviada en las nubes del Estrecho de Florida.
La Habana-Miami. O algún viceversa, escaso. No acaban de chupar un caramelo cuando se anuncia el aterrizaje. Los neurólogos no se explican aún cómo puede borrarse la memoria histórica en alrededor de media hora.
La cargante mayoría presenta y hasta exhibe su enfermedad: borrón sin cuenta nueva. Aunque hay grados, bajo los mismos síntomas de omisión reiterada, entre los cubanos y cubano-americanos que participan en los intercambios culturales…
Quizás hasta las agencias de viaje puedan lucrar con el novedoso medicamento, útil para los que cargan recuerdos desdichados, asambleas de méritos y deméritos, escenas tenebrosas, documentos firmados, errores juveniles…
"A mí la política no me interesa", declaran. O alguna variante: "Ni sé de política ni me interesa", "Me da igual", "No estoy al tanto"… Los más olvidadizos utilizan preguntas: "¿Quién es ése?", "¿Partido qué?", "¿De qué me está hablando?"
Todavía ruedan la maleta hacia el auto cuando ya la dosis del poderoso psicofármaco de altura ha cumplido su efecto. Me consta con un antiguo vecino. Me consta con dos o tres artistas que he tratado en Miami o en Ciudad de México. Me acaba de constar con un escritor recién llegado.
Algunos aparecen en la televisión hispana del Sur de Florida, con la frase lapidaria, que advierte y caracteriza: "Ninguna pregunta política, por favor". Los hay hasta militantes del Partido Comunista. Caen como en un pozo disponible, listos para que el cubo suba otra agua.
La pregunta es obvia: ¿Tienen derecho a desentenderse de la política cubana? La respuesta también: Por supuesto que sí, sobre todo si vivieran en un Estado de Derecho. O no tanto, en aquella Cuba de los años cincuenta, donde mi madre afirmaba que las personas decentes no se metían en política.
Pero el derecho al apoliticismo, como cualquier otro, tiene un precio. No es tan obvio cargar con las consecuencias. Pocos de los apolíticos -pícaros incluidos- saben exactamente cuánto les cuesta ese derecho. A ellos y a sus familias. A su vida cotidiana.
Muchos piensan que la agenda de los políticos no les afecta directamente. Y lo peor: que no pueden ejercer ninguna influencia en las decisiones y acontecimientos. Algunos piensan a lo avestruz, entre un egoísmo tapiñado y una escéptica sinrazón, donde se mezcla ignorancia con cobardía.
Conozco intelectuales a quienes les he oído: "Yo cambio lo que hizo y se ha escrito sobre el Che Guevara, boina y estrellita incluida, por un cuento de Jorge Luis Borges"; "A mí la épica guerrillera me resbala más rápido que el jabón por la barriga", "No menciones a los Castro que trae mala suerte"…
Pasan como chiste. Pasan por hartura. Pasan a cargo de la vergüenza de un país que durante un poco más de medio siglo no ha podido tumbar su dictadura. Pasan hasta como reflejo del creciente y tan peligroso abstencionismo electoral que padecen muchos países democráticos.
Lo que apenas pasa es que sea como aquel cuentecito caraqueño de Martí: sin quitarse el polvo del camino. O sin la almohadilla de olor para el desmemoriado, que al regresar con la mujer se olvidó de sus promesas a la enamorada guatemalteca.
Sin embargo, aunque revolotee la sospecha de oportunismo, hay fuertes atenuantes para los de viajes de intercambio académico. ¡Regresan!, luego el miedo a una delación o indiscreción cabalga como una yegua por sus insomnios. En general también son víctimas del totalitarismo, aunque con una cuota de culpabilidad o complicidad -desde luego que variable-, como la que casi todos los cubanos tenemos. Quizás menos necesaria en 2012 para sobrevivir allá dentro.
Lo cierto -en particular- es que este escritor recién llegado de visita, rebosa el borde de su cubo "apolítico" [sic]. Un cubo de trampas mohosas. Al que no le importa el color del agua que le echen, mientras pueda saciar la sed.
La amnesia cubana cruza el Estrecho de Florida cada día… Los matices permiten infinidad de polémicas, pero no alteran la premisa: mientras dure la dictadura, amnésicos y zombis llenarán los aviones.
Diario de Cuba, 29 de junio de 2012.
Foto: Tomada de Wikipedia, que define así al Estrecho de la Florida: "Es un estrecho de mar que separa la isla de Cuba, al sur, de la Península de la Florida, en los Estados Unidos, al norte. Este estrecho conecta las aguas del Océano Atlántico, al este, con las del Golfo de México, al oeste, y es atravesado por la Corriente del Golfo, que de oeste a este transporta agua cálida desde el Golfo al Atlántico. Tiene una anchura mínima de aproximadamente 150 kilómetros, entre el extremo norte en Key West (Cayo Hueso) y las costas cubanas".
Leer también: Las turbulentas aguas del Estrecho de la Florida.
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