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martes, 5 de junio de 2012

Recordando a Cathèrine Gittis (II y final)


Ella era media hermana de Markus Wolf, jefe de la HVA (Stasi). En 1987, en una operación de capa y espada, fue trasladada desde La Habana a Berlín Oriental.

Es domingo. Una mañana tranquila en Berlín Oriental. Andreas Gittis golpea la puerta de su casa, en Schönholzer Weg 11d y se dirige hacia el pub frente al Bullwinkel. Ha quedado con un amigo para el brunch (desayuno). Andreas bebe casi todos los días, para disgusto de su madre, Catherine Gittis, quien se ocupa de él. Le pide que esté de vuelta temprano. Un poco más tarde, ella sale del apartamento y entra en su coche, un Trabant Kombi 601. Primero quiere pasar a ver a un amigo en Treptow. Después tiene una cita con Heinz Geggel, jefe del departamento de propaganda en el Comité Central del Partido Socialista Unificado de Alemania. Quieren hablar sobre el nuevo trabajo de Gittis, en la editorial Berliner Verlag . "Ella esperaba con interés ese trabajo. Al día siguiente debía comenzar como periodista allí", recuerda Andreas.
Catherine Gittis no se dirige a Treptow. A mitad de camino cambia de dirección y se dirige a la estación central de trenes. Parquea su coche cerca de un alto edificio situado en la calle Andreasstrasse 20. Coge su bolso del asiento de al lado. Mira hacia el edificio de 18 pisos, desde donde se ve la estación y sus ruidos lo escuchan sus más de 150 inquilinos. Si Gittis ha tomado el ascensor no está claro, pero es probable. En el piso 8 hay un espacio, más allá de la rampa donde se deposita la basura que conduce a unas escaleras exteriores. Pone sus zapatos en el borde de la barandilla de hierro de color oscuro y junto a ellos coloca su bolso. Catherine Gittis tiene 48 años, es divorciada y madre de dos hijos adultos.

Mientras, en su piso, Bernd Papen (nombre ficticio) se aburre. Enciende el televisor y se queda mirando inmóvil la pantalla. Siente una sacudida, algo que estalla. Un objeto pesado golpea en su ventana. Papen se levanta y mira. "Vi sólo un par de piernas en el asfalto", dice. Es domingo, 4 de septiembre de 1988, el reloj marca las 14 horas. Catherine Gittis, media hermana de Markus Wolf, jefe del contraespionaje de Alemania del Este, está muerta.

Günter Bohnsack sonríe al pedir un té. "Tengo los diarios", dice el ex teniente coronel de la Stasi. Bohnsack era amigo de Catherine desde 1961, durante sus estudios de periodismo en Leipzig. "Era una dama muy agradable, pequeña, con el cabello oscuro y aspecto exótico. Su escritura era melodiosa y llena de fantasía. Cathi era muy parecida a su padre, Friedrich Wolf, sólo que ella no era tan fácil", dice Bohnsack.

Durante una estancia en Francia, el médico y escritor Friedrich Wolf tuvo una aventura con una mujer judía de Berlín nombrada Ruth Herrmann. En 1940, ella daba a luz a una hija de él. Friedrich Wolf le puso el apodo de "Neinchen", porque los primeros sonidos de la recién nacida sonaban como un Nein (no). Cuando los alemanes ocuparon Francia, Ruth Herrmann emigró a Cuba con su pequeña hija Catherine. En 1946 regresó a Alemania, durante seis años había vivido en un país extranjero. Nueve años más tarde, escribiría en su diario: "No creo que yo encajo en Alemania, soy tan infeliz. Ésta será mi casa, donde me siento tan extraña y no una alemana".

Günter Bohnsack ordenó huevos revueltos para acompañar el té. Le gusta hablar. Bohnsack se encuentra entre el reducido grupo de personas que han roto el silencio acerca del todavía buen funcionamiento de la conspiración entre antiguos miembros de la Stasi. Con su conocimiento interno de la Stasi y sus recuerdos personales, Bohnsack ha alimentado durante años los medios de comunicación. Por dinero, por supuesto. Más de un canal de televisión le pagó miles de dólares, los periódicos pagaban menos. Bohnsack vierte el último sorbo de té en la boca, se limpia con una servilleta los restos de los huevos revueltos de los labios y se levanta.

Ese domingo del año1988, Andreas Gittis está con un vecino en el pub. Un oficial de la policía quiere verlo. Lo lleva a un lado y le dice que su madre está muerta. De repente se puso sobrio. Se siente un poco débil, un amigo lo acompaña fuera del lugar. Después va a su casa, al apartamento donde vivía con su madre. "Estuve unos minutos en silencio". Y se da cuenta de que las grandes cajas de madera están abiertas en la sala. Andreas cree que, entre otros materiales, faltan los diarios escritos por su madre y las cintas con las entrevistas que ella grabó en Cuba, que estaban en las cajas.

Esas cajas habían sido trasladadas por Catherine a Cuba, cuando decidió irse a vivir en Cuba. Desde finales de los 70 y principio de los 80, ella y sus dos hijos vivieron varios años en La Habana. Al ser media hermana de Markus Wolf, fueron de los pocos ciudadanos de Alemania del Este que obtuvieron el derecho a tener residencia permanente en Cuba. Un día, sin embargo, Gittis fue bombeada de sedantes y, contra su voluntad, montada en un avión rumbo a Berlín, pocos meses antes de su muerte, ha dicho Andreas Gittis. Una de sus últimas entradas en el diario que escribía en Cuba, en un cuaderno de hojas cuadriculadas, dice: "Agosto de 1987. Temprano iré a la embajada. Cambiaron de número de teléfono y deben hacer algo para que me protejan!".

A Hans Rörster, hombre de mediana edad, funcionario de la Embajada de la RDA en Cuba desde 1981 hasta 1985, le encomendaron cuidar de Gittis. "Markus Wolf estaba interesado en el bienestar de su hermana". Rörster compraba enormes bolsas de comestibles para la familia Gittis. Rörster vio con frecuencia a Catherine bebida. "Ella llegaba tarde a las citas en la Embajada". En Cuba estaba haciendo una tesis sobre el papel de los medios de comunicación en la revolución cubana. "Para mí fue una mujer que quería vivir como una latinoamericana, igual que Tamara Bunke". Rörster también dice que Gittis no era una figura decorativa para Wolf. Piensa que en la investigación para su tesis doctoral pudo haber estado en contacto con disidentes.

"El caso Gittis es un tema volátil". Mientras termina de beber un zumo de naranjas recién exprimidas, ajusta sus enormes gafas y dice: "¿Cuál de los dos se marcha primero?". En opinión de Rörster, es el momento de quedarse quieto.

El día después de su regreso de Cuba, Catherine Gittis es recogida por un hombre de confianza de Markus Wolf en Berlín. "Nosotros la pondremos en una sala de psiquiatría", le dijo a Andreas. Sólo dos días más tarde le permitió visitar a su madre. "El jefe médico de cabecera me dijo que se negaba a tomar sus pastillas. Estaba drogada hasta el tope".

Cuando semanas más tarde Catherine sale del hospital, se ve calmada. Unos días más tarde, le dice a su hijo que había sabido cosas en Cuba que podrían poner en peligro las relaciones entre los dos países socialistas. Pero no le contó más. "Ellos dijeron que era demasiada peligrosa", dice Andreas. Ya no volverá a Cuba. En Berlín se dedica a reformar la casa, compra un televisor en colores de 6 mil marcos de la RDA. "Ella parecía feliz y quería empezar una vida nueva", recuerda su hijo.

Pero Cattherine rara vez fue feliz. En su diario escribe que se sentía demasiado débil para vivir. El 21 de junio de 1986 escribió: "Una pregunta ronda mi mente hace un tiempo ¿cómo vivir, qué hacer si tuviera que vivir un año más con la soledad".

Hasta la fecha, Andreas no tiene idea de lo que podría haber ocurrido en Cuba. Tal vez su madre había descubierto algo importante. "Había muchas cintas, de entrevistas para su tesis y se las han llevado". Meses antes, él había dejado a su madre en Cuba y se había ido a la RDA. El 5 de abril de 1987, poco antes de su partida, Gittis escribió en su diario: "No veo ninguna salida para Andreas, es demasiado para él la realidad de Cuba. En la Alemania del Este con el trabajo y el dinero Andreas se siente cómodo".

Andreas fumaba hachís, bebía y robaba recetas en los hospitales de La Habana, con el fin de conseguir tranquilizantes en las farmacias. Era miembro de una banda que robaba los coches para conducirlos. Gittis fue arrestado por la policía y testificó contra sus compañeros. El servicio secreto cubano lo seguía de cerca, sabía de su vínculo familiar con Markus Wolf, uno de los aliados más poderosos en el mundo del espionaje en el bloque del Este de Europa. En una de sus visitas a Cuba, a mediados de los 80, entregó a los cubanos un Rolex de plata, como símbolo de su amistad. Un reloj como el que Wolf usaba. Un oficial de la policía secreta cubana se encargaba de los Gittis.

Después de casi tres años en Cuba, en el verano de 1987, Andreas finalmente regresa a Alemania del Este. Allí, de él se ocupó Friedel Trappen, un amigo de la madre, quien le busca un aprendizaje en un taller de impresión.

El nombre de Trappen corre como un hilo a través de los diarios de Catherine Gittis. En sus pensamientos, acaricia su cuerpo y a menudo escribe su afecto en español. Le escribe cartas de amor en su diario. Deseaba poder estar con él. "No siento a nadie tan cerca como usted. El milagro del amor!", escribió el 2 de septiembre de 1986.

Trappen tiene ahora 76 años de edad, y hasta el golpe de Estado de Augusto Pinochet, fue Embajador de Alemania del Este en Chile. Más tarde, junto con el personal del servicio secreto, pudo salir del país en situación de riesgo, algo que Cuba sabía muy bien. También que él recomendó cuidar a la Gittis y propiciar que ella pudiera escribir una tesis de doctorado sobre la revolución cubana.

Trappen confirmó que él había estado con Catherine en su habitación, hasta altas horas de la noche. La había abrazado una vez. Iba vestida con coquetería. Dice que no tuvo ningún affaire con ella. Esa noche, Gittis le expresó sus pensamientos de manera más abierta. "Una vez dijiste que íbamos a hacer un socialismo en la RDA, porque no hay viajes ni libertad de expresión y que también los derechos humanos serán respetados".

Tres semanas antes de su muerte, él la vió en Berlín. "Me dijo que había conocido ciertas cosas en Cuba. Fuera lo que fuera, ella no me lo dijo. Friedel Trappen nunca fue a la tumba de Catherine Gittis. "Ha pasado mucho tiempo."

Un titular de principios de los 90 del Super Zeitung decía : "El tío Misha (así los hijos de Catherine decían a Markus Wolf) mató a mi madre". Andreas Gittis había vendido la historia a un periodista. En ese momento vivía en Prenzlauer Berg, junto con otros hombres, que cuando se emborrachaban, se peleaban entre ellos. Cuando estaban sobrios, con el poco dinero que tenían compraban alcohol y drogas. Como Gittis estaba en la ruina, le contó esa historia al Super Zeitung.

Markus Wolf todavía recuerda aquel titular. Se presenta a la entrevista en una chaqueta de hilo, saluda y ordena una taza de café. Catherine Gittis, dice, había ido a Cuba, aunque no había motivos para ese viaje. Fue con su apoyo y con el del miembro del Comité Central Heinz Geggel, quien había estado en La Habana en los años 40, junto con la pequeña Catherine y su madre. "Un representante de mi ministerio estaba al tanto. Tengo toda la información. En algún momento le dije a los cubanos que la cosa con Cathi ya no era importante. Presentaba señales de confusión mental".

Para Wolf, quien había visitado Cuba a mediados de los 80, quedó claro que nada salió como se esperaba. Ella le había dicho que había recibido un cargo docente en la Universidad de La Habana, pero ya no estaba bien. A pesar de su tesis doctoral, se fue enfermando poco a poco. Casi no había ninguna razón para que permaneciera en Cuba. Cuando Wolf se entera por sus compañeros de trabajo que sufre de paranoia, Gittis se convierte en un problema para los cubanos. "Antes de que en Cuba hicieran algo, debía ser tratada en la RDA", dice. Dijeron que era esquizofrénica y Wolf considera que era verdad. "Uno tenía que ser cuidadoso con Cathi, como un niño, que no sabe distinguir entre realidad y ficción".

Markus Wolf fue a la tumba de Catherine Gittis y no lloró. "Yo puedo controlar mis emociones. ¿Por qué debería romper en lágrimas?". Günter Bohnsack estuvo cerca de él en el cementerio y vio el rostro seco de su jefe. "Wolf no ha movido un músculo".

La Stasi le abrió un archivo a Catherine Gittis. Tiene el número 248/88 y dice "Top Secret". En una nota se puede leer: "El 04/09/1988, alrededor de las 13 horas, fue cometido un suicidio por la ciudadana de la RDA Gittis Catherine (48), tirándose desde el 8vo. piso de un edificio de gran altura en Andreasstrasse 20, en la zona residencial de Friedricshain. Investigaciones previas han demostrado que en la mañana de ese día su hijo, Gittis Andreas (20) le preguntó si iba a seguir sola en la vida. Luego salió de la casa sin hacer más comentarios. En la actualidad no se dispone de más información".

Aunque después de fallecida le realizaron una autopsia, no hay informe de la autopsia. ¿Cuál de los aproximadamente 200 inquilinos del edificio de la Andreasstrasse 20, el 4 de septiembre de 1988 vio a Catherine Gittis, sola o acompañada, en el hueco de la escalera? Si la vieron, no lo informaron. Catherine Gittis fue enterrada en la sección 5 del cementerio municipal de Berlín. No hay ninguna lápida en su tumba.

Traducción libre del alemán al español, de La historia de Catherine Gittis: No hay ninguna lápida sobre su tumba, del fotorreportero alemán Frank Rothe, publicado en Der Freitag, el 13 de julio de 2001.

Foto: Portada de El hombre sin rostro, publicado en 1997. Markus Wolf fue el más famoso espía de los servicios secretos de los expaíses del llamado campo socialista. Falleció el 8 de noviembre de 2006, a los 83 años, mientras dormía en su casa de Berlín. Durante más de 30 años, Wolf fue jefe de los servicios de espionaje de la desaparecida RDA y en Occidente durante mucho tiempo lo consideraban un 'hombre sin rostro'. Después de la reunificación alemana en 1990, Wolf se convirtió en uno de los personajes más buscados por la justicia de la entonces República Federal de Alemania. Por esa época, se refugió en Moscú, donde había pasado gran parte de su infancia y adolescencia como hijo de inmigrantes comunistas alemanes. Luego de su retorno de Moscú, fue sometido a varios juicios en Alemania y en 1983 el Tribunal Superior de Düsseldforf lo condenó a 6 años de cárcel por traición a la patria. Posteriormente esta condena fue parcialmente levantada y estuvo un tiempo en prisión preventiva en su domicilio, porque tajantemente se negaba a revelar los nombres de sus colaboradores durante los años en que fue jefe de espías. Markus Wolf se consideraba una víctima de la "justicia de los vencedores" en Alemania.

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