Google
 

domingo, 26 de febrero de 2012

"Nunca he querido ser el número uno"



Por Vicente Verdú

Fue tan 'crooner' como Sinatra, aunque nunca alcanzó tanto éxito. Apasionado de la pintura, está exultante a sus 85 años. Los celebra con un nuevo disco de duetos estelares.

Tony Bennett me recibe al fondo de un amplísimo salón enmoquetado y desamueblado donde apenas llega la luz de un encortinado ventanal. Se halla sentado, como reposando o acaso echando una cabezada entre uno y otro de los periodistas convocados para pedirle unas declaraciones a propósito de su nuevo disco, donde canta a dúo con un puñado de artistas como Amy Winehouse, Alejandro Sanz, Aretha Franklin y Lady Gaga.

Este álbum, Duets II (Sony Music), puesto a la venta el mes pasado, trata de repetir el éxito de Tony Bennett duets: an american classic, ganador de varios Grammy en 2007 y en el que participaban figuras como Barbra Streisand, Bono, Elvis Costello, Elton John y Paul McCartney.

Bastaría, sin duda, esta lista de nombres asociados a Tony Bennett para hacerse cargo de la devoción, la admiración y el respeto que todavía irradia este artista de 85 años.

Al contrario de lo que parecía, no dormitaba en el sillón. Vino hasta mi silla arrastrando vigorosamente su asiento, ofreciendo una actitud parecida a la de un boxeador feliz ante la proximidad de una pelea que gana siempre.

Podría decirse que él, procedente de una familia inmigrante y nacido en un barrio periférico de Nueva York, ha tumbado una a una las muchas dificultades que se le presentaron. Con una particularidad: ni siquiera parecer haber sudado mucho en cada combate. Empezó a cantar públicamente siendo un niño y siempre fue creciendo en audiencia y calidad. Tanto que en Estados Unidos y medio mundo se le ha tenido como una brillante secuela de Frank Sinatra, aunque su nombre suene menos.

Alcanzó un gran éxito con la música pop y el jazz en los años cincuenta y sesenta. Se sintió incómodo con el rock después, pero cuando regresó a los escenarios en la década de los ochenta dejó embobados hasta a los chicos -y sobre todo a las chicas- adolescentes con su voz y el gusto de sus interpretaciones. De modo que ahora, con 85 años cumplidos el pasado 3 de agosto, no puede decirse que sea ni un vestigio ni un vejestorio. Ni siquiera una vieja gloria. El nombre, la personalidad y el prestigio de quienes disfrutan grabando duetos a su lado dan y reciben una doble luz. La luz propia de sus nombres en candente actualidad y el resplandor de una gloria octogenaria que, como mostró en esta entrevista, es alguien a quien la providencia ha alumbrado -en la canción e incluso en la pintura- desde su mismo nacimiento en 1926.

No es nada fácil llegar a los 85 años siendo todavía una estrella de alcance mundial.

-Claro que no. La verdad es que he sido y soy una persona muy afortunada. Y aunque le parezca una arrogancia o una exageración, ahora tengo más éxito que nunca. Y no es porque antes no lo hubiera tenido. He disfrutado de una vida profesional muy dichosa.

Pero también ha tenido que trabajar mucho. Habrá pasado por momentos difíciles, como todo el mundo, ¿no?

-En mi caso y en el de todos, cuesta aprender cómo adaptarse de la mejor manera a la vida y a sus desengaños. Pero, como le digo, tal como ahora me siento, poder disfrutar de la vida es una extraordinaria suerte. ¿No le parece?

Claro que sí. Pero en el aspecto personal, ¿no tiene como todo el mundo algún problema de salud que le incomode; algún malestar crónico?

-En absoluto. Parece que vuelvo a ser autocomplaciente, pero de verdad que estoy muy sano. Es raro, lo sé. Basta ver cómo se encuentran tantos amigos o parientes de una edad semejante a la mía, pero yo estoy muy sano. Normalmente cuando se cumplen ochenta años las cosas cambian dramáticamente. El cuerpo parece responder a una llamada, un campanazo, que empieza a anunciar su fin y su decadencia, tanto física como mentalmente. Se evidencia como el umbral que precede a la extinción y de una manera brusca. Hablo por lo que he contemplado en los demás, pero todavía no he llegado a experimentar en mí. Probablemente el éxito de mis últimos discos ha actuado como una especie de droga estimulante que me ha liberado de la vejez en el sentido más íntimo de la decadencia. Yo ahora me divierto tanto o más que antes, aún no he dejado de ilusionarme por mi profesión y mis afectos. Todavía no he sentido esa tendencia que induce a retirarse hacia uno mismo y los más próximos cuando se llega a mi edad. O incluso antes.

¿Está casado?

-Sí.

¿Y tiene hijos?

-Sí, tengo dos hijas y dos hijos, y todos trabajan para mí. Como si formáramos una empresa familiar autónoma. Nos llevamos, además, muy bien. Y, por si faltaba poco, están todos muy sanos. Tengo, como le digo, la gran suerte de poseer, por el momento, una vida muy buena.

Es difícil poder decir esto que ha dicho, ¿no le parece?

-Sí. Es difícil que esto ocurra. Pero ¿cómo voy a decir otra cosa si lo siento así y las cosas demuestran ser de este modo?

Bueno, todo el mundo experimenta que la vida no es fácil ni la mayoría de las veces buena. Hay demasiados momentos malos que surgen cuando menos se les espera o memos se merecen, uno a uno o en racimo.

-Sí, claro que lo sé, pero para mí la vida ha sido como un regalo. Merecido o no; seguramente inmerecido, pero efectivamente ha llegado a mis brazos como un magnífico regalo. Bueno, yo pienso, para no exagerar, que estar vivo es ya un gran regalo.

¡Hombre! Si se trata tan solo de eso...

-¿Le parece poco ser querido por mucha gente y disfrutar de una familia tan unida como la mía?

Usted proviene de una familia italiana, ¿no?

-Ítalo-estadounidense. Mi nombre real es Anthony Dominick Benedetto.

¿Y habla italiano?

-La verdad es que no muy bien. Yo me crié cuando Estados Unidos era muy pobre y no había trabajo para casi nadie, menos aún para los inmigrantes. Mis parientes italianos me dijeron: "No hables italiano, habla siempre inglés, si hablas italiano, no encontrarás trabajo". Se comportaron con un gran sentido práctico o de supervivencia. Sacrificaron que su hijo hablara italiano. Algo que seguramente no les dejó indiferentes.

Entiendo.

-Antes intentaban quitarnos de la cabeza la idea de hablar varios idiomas. En mi tiempo había norteamericanos que no concebían que en otras partes se hablara otro idioma que no fuera el inglés. Ahora enseñan a la gente a hablar otros idiomas y se valora conocer cuantos más mejor, pero entonces hablar algo diferente del inglés marcaba como un estigma. Te marcaba como a un individuo inferior con ideas acaso sospechosas, contrarias al ser profundo de América.

¿Se arrepiente ahora de no haber aprendido italiano en algún momento de su vida?

-Sí, desde luego. Me siento norteamericano, muy norteamericano, y le debo todo cuanto soy a este país, pero las raíces son importantes y en nuestra familia el amor a las raíces cuenta mucho. Yo creo que, sin proponérmelo, algo de Italia o del Mediterráneo se ha colado en mi gran pasión por la clase de pintura que practico. ¿Quién es y ha sido siempre mi fuente de inspiración? Sorolla, de Valencia. Sorolla es para mí el mejor. Mi pintor favorito. Nadie ha pintado mejor que él.

¿Y usted pinta a la manera de Sorolla?

-Sí, trato de hacerlo como él. Fui a Valencia a conocer su obra y sus lugares playeros de donde nacen tantos de sus cuadros. También viajé a Madrid con el principal interés de visitar la casa en que vivió y ahora es su museo. Fue una experiencia maravillosa que nunca olvidaré. Siempre tengo entre mis proyectos repetirla. En Nueva York está la Hispanic Society con una sala enorme llena de magníficos cuadros de Sorolla. Sorolla es el mejor.

Es algo bien conocido que usted pinta muy bien y su obra se cotiza estimablemente.

-Me alegra y me halaga que haya podido tener esa información.

¿Sus cuadros, por tanto, se venden caros y bien?

-No me importa gran cosa venderlos. Algunas de mis obras están presentes en museos importantes, lo que me parece algo increíble. Empecé tarde a pintar, aunque siempre había pensado que quería pintar. Todavía sigo aprendiendo. Pero, además, ahora me atrae la escultura y acabo de empezar a hacerlas con arcilla y... Bueno, quiero decir: no dejo nunca de aprender. Ahora con la arcilla. Pero no he terminado de saberlo todo sobre el óleo o la acuarela, mis materiales preferidos.

¿Y tiene algún otro maestro en la pintura? ¿Sargent, por ejemplo, que tanto tiene en común con Sorolla?

-Hay una historia famosa sobre el rey Jorge de Inglaterra. John Singer Sargent era tan famoso como pintor de acuarelas que la suya iba a ser la única vez que concedían el título de sir a alguien que no hubiera nacido en Reino Unido. Sargent nació en Estados Unidos, aunque vivió muchos años en Europa. Y el rey Jorge le dijo: "Me gustaría concederte el título de sir". Esto no había pasado nunca en la historia, pero Sargent dijo: "Doy mis gracias a su majestad, pero ese título no puedo aceptarlo porque soy estadounidense". Y lo rechazó. ¿Conocía esa historia?

Pues no.

-John Singer Sargent y Sorolla: esos son mis dos grandes profesores. Si uno estudia a esos dos pintores a fondo, se convertirá al cabo del tiempo en un buen pintor. Cuando llegó el arte moderno, con Picasso o Matisse, todo el mundo pensaba que eso de Sorolla o Sargent había quedado anticuado. Pero ahora todo el mundo dice: "¡Madre mía, qué pintores! ¡Esos sí que eran los mejores!".

Y fueron muy ricos los dos, como usted.

-Bueno, es distinto. Respecto a la pintura, que es de lo que estábamos hablando, para mí es una norma básica que si sabes dibujar, sabes pintar. Yo dibujo continuamente en este cuaderno que llevo siempre conmigo. Esté donde esté, dibujo a la gente. Y la gente a veces ni siquiera se entera de que la estoy dibujando. En restaurantes, por ejemplo, hago bocetos de sus posturas y expresiones sin que lo sepan.

¿Y cómo aprendió usted? ¿Fue autodidacto?

-No, no fui autodidacto del todo. Recibí clases en una escuela de arte con profesores y alumnos muy buenos. Por ejemplo, el mejor retratista estadounidense ahora mismo es Everett Raymond Kinstler. Pinta a los presidentes en la Casa Blanca y a todo el mundo importante, y fue compañero mío en Bellas Artes. Él se convirtió pronto en el número uno dentro de la especialidad de óleo, y fue él quien me hizo conocer la pintura de Sorolla y de otros grandes. Me dijo escuetamente: "Estudia a estos artistas y serás un buen pintor". Pero déjeme hacerle una pregunta: ¿es muy famoso Sorolla en España?

Sí, es muy famoso.

-Porque Picasso fue muy famoso mucho tiempo y a mí, personalmente, no me interesa demasiado. Muchos pintores extranjeros, sin embargo, aprendieron de españoles como Velázquez y Goya. Velázquez es algo muy grandioso. No entiendo cómo podía ser tan bueno. Desde luego, España tiene a los mejores artistas. ¡Han enseñado a pintar a todo el mundo! Déjeme hacerle otra pregunta: ¿qué nacionalidad tenía Dalí?

Era español.

-Hacía unos cuadros preciosos.

Nació en Cataluña y hay un museo dedicado a su obra en Figueres. Se lo recomiendo. Por otra parte, ¿a qué se dedican sus hijos? ¿Son pintores o cantantes alguno de ellos?

-No exactamente. Para mi hijo pequeño, como cantante y como pintor, yo soy el número uno. Pero todos mis hijos son geniales. Uno de mis hijos es mi representante; el otro, el técnico de sonido que mezcla mis discos. Y mi hija pequeña se sube al escenario a cantar conmigo. Es guapísima. Así que estoy rodeado de una gran familia. Después de muchos años de infelicidad con distintos empresarios que me robaban el dinero, me mentían, se burlaban de mí y todo eso, ahora estoy rodeado de mi propia familia, y eso está muy bien. Esto es ser feliz. Hasta mis nietos trabajan para mí. Por ejemplo, el álbum de Duets II lo ha hecho toda la familia: mis nietos han hecho las fotografías; uno de mis hijos, como le he dicho, es mi representante; el otro me ha grabado... Prácticamente toda mi familia está implicada en lo que hago. O, mejor, en lo que hacemos.

Cuénteme algo sobre su mujer.

-Mi mujer es maravillosa. Es profesora. Abrimos colegios por todo Manhattan, pero ahora se ha extendido a todo el país y estamos lanzando nuestros programas en todos los colegios públicos en los que enseñan arte. De esta forma, aunque no sean artistas, por lo menos sabrán apreciar el arte. Y tenemos un colegio muy bueno que se llama Frank Sinatra School of the Arts, en Astoria (Queens, Nueva York), donde yo me crié. Un 99% de los alumnos de ese colegio terminan sus estudios, y un 97% va a la universidad. Ayudamos además a muchos otros colegios. Organizamos un acto benéfico una vez al año, y el dinero que recaudamos va a parar a 14 colegios. Y esperamos que pronto haya más. Nuestra aspiración es lanzar programas de arte en todos los colegios públicos de Estados Unidos.

Con unas cosas y otras, entre la colaboración con sus hijos, sus nietos o su esposa, parece hablarme del comportamiento de su familia como de una familia italiana o algo así.

-Sí, en eso somos muy italianos. Pero, americanos o italianos, yo tengo la inmensa suerte de que a mí, como artista, me conozcan y admiren en todo el mundo. Aunque, créame, yo tengo una actitud muy humilde respecto a mi éxito, empezando, desde luego, por considerar algo increíble que a tanta gente de lugares tan distintos les guste lo que hago. Claro que he trabajado mucho y mi ambición es mejorar a medida que me voy haciendo mayor, pero esto no es bastante para explicar lo que ha sucedido con mi carrera profesional. Podría haberme retirado hace 14 años, a los setenta, pero me gusta lo que hago. Y hago, además, que la gente se sienta bien, y eso también me hace sentirme bien. Así que me siento muy vivo. En ningún sentido estoy aburrido. Si grabas películas, a veces tienes que tirarte seis horas al día grabando, estar solo para luego soltar unas frases. Eso es aburrido. Pero con mi forma de trabajo, cantando, actuando como showman, siempre estoy delante de mucha gente. Ellos se sienten contentos y yo me siento vivo. Por otra parte, nunca he sentido la terrible tensión de querer ser el número uno. He aspirado a ser un buen cantante, pero nunca he querido ser el number one. Porque le diré: cuando intentas llegar a la cima, siempre te empujan hacia abajo. Todo el mundo te empuja hacia abajo. Por eso digo que mi aspiración es ser uno de los mejores y no más.

¿Y no está usted harto de que lo comparen desde hace décadas con Sinatra y le llamen algo así como 'el Sinatra dos'?

-Sinatra tenía 10 años más que yo, así que fue menos mi competidor que mi mentor. En la revista Life dijo que yo era su cantante favorito y me cambió la vida cuando todos sus fans dijeron: "Vamos a ver quién es esa persona que le gusta tanto a Sinatra". Desde que lo dijo, he llenado todos los sitios en los que he cantado. Se convirtió en mi mentor y en mi amigo. Y eso que yo no formaba parte del Rat Pack, como Dean Martin o Sammy Davis Jr.

Hábleme del 'Rat Pack'.

-Prefiero no decir nada. Eso era cosa de Las Vegas y yo estaba en Nueva York estudiando durante esa época.

Pero seguro que usted conocía qué pasaba allí. Por otra parte, usted ha tenido contactos y ha conocido a mucha gente en todo el mundo en sus años de profesión.

-Efectivamente. Claro que he conocido a mucha gente, y a mucha gente importante en todos los sentidos.

¿Y alguna persona le impresionó en especial?

-Pues sí: Pau Casals. Lo conocí en Puerto Rico. Él no me conocía, pero la gente con la que yo trabajaba entonces me dijo: "Tienes pinta de estar aburriéndote. ¿Qué quieres hacer?". Y yo les contesté: "Quiero conocer a Pau Casals". Me invitaron a su casa. No me lo podía creer. Era un gran profesor. Me dijo: "¿Sabes lo que tienes que hacer?". Yo le contesté que no. Y respondió: "Si tus orígenes son muy pobres y te haces famoso, tu labor es ayudar a los pobres. Esa es tu labor. Una vez que te haces famoso, tienes que prestar ayuda a las personas que la necesitan. Mi cantante favorito es Harry Belafonte, porque cuando se hizo famoso intentó hacer que el mundo fuera un lugar mejor. Y eso es lo que tienes que hacer tú". Seguí su consejo. El otro día di un concierto benéfico con Lady Gaga. Recaudamos 15 millones de dólares para los pobres de Manhattan. Saber que ayudas a los pobres hace que te sientas bien. Y siempre, cuando alguien necesita algo, intento ayudarle.

¿Es usted religioso?

-Sí.

¿Protestante o católico?

-Las iglesias son importantes, pero en lo que creo es en la naturaleza. La naturaleza es Dios.

Usted es panteísta entonces.

-No sé qué significa el panteísmo. No lo entiendo.

Su creencia religiosa es panteísta.

-Bueno, yo me siento universal, yo nunca digo que mi país es mejor que el de los demás. Yo siempre digo que Naciones Unidas ha hecho que me vuelva un ciudadano del mundo. En lugar de afirmar que mi país es mejor que el de los demás, digo: "Toda la gente es importante. Y todos estamos en el mismo mundo".

No esperaba encontrar a una persona tan beatífica.

-Mi vida es muy bonita. Doy gracias a Dios por todo lo que tengo.

Esta actitud es una influencia de su educación familiar. ¿Qué puede decirme de su madre y su padre?

-Eran tipos geniales. Mi padre murió cuando yo tenía 10 años. Y en Italia era famoso porque cantaba. Decían que todo el pueblo lo oía desde el valle. Mi hermano y yo nos criamos oyendo esas historias y, naturalmente, queríamos ser cantantes. Esa historia tan hermosa se fijó tanto entre nosotros que doy gracias al cielo por lo que me ha sucedido en la vida.
El País, 23 de octubre de 2011

1 comentario:

  1. Me encantó la entrevista, qué persona tan diferente a otros viejos que sólo piensan en cómo joder a los demás. Qué hombre tan creativo, qué clase de artista. Gracias por ponerla.

    ResponderEliminar