Por Raúl Rivero, Madrid
La primera vez que hablé con Pancho Céspedes, en una Habana borrascosa y difícil pero nuestra, comprendí que ese hombre estaba en aquella novena de estrellas que Dios y los orishas del panteón yoruba le tiene que dar a Cuba. Así, la música comprenderá que la muerte sospechaba y quería a Celia Cruz, a Benny Moré y a Olguita Guillot.
Pancho es un cantante y compositor, un músico habanero. Un personaje que usa trajes claros, hace pactos y sabe esperar. Pertenece a un equipo que no está destinado a sustituir a nadie. Viene a seguir un camino. Él está ahí, enorme y cálido, en medio de una confusión que sólo le deja claridades para ver las líneas donde van a tocarse la poesía y los boleros.
Ahora anda por toda América Latina con el maestro mexicano Armando Manzanero en un espectáculo de dos horas titulado Armando un Pancho. Ellos toman vino y cantan canciones: Todo es un misterio, Contigo aprendí, Remolino, Señora, Vida loca, Te esperaré, Por debajo de la mesa y Solamente tú, entre otras.
Su música le ha dado el don de no irse nunca de ninguna parte.
El Mundo, 15 de octubre de 2011
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