Por Tania Quintero (escrito en 1998)
En cualquier sitio del planeta pertenecer al sexo femenino es un reto. En Cuba también, pero elevado a la décima potencia. Aunque no quieras, todos los días tienes que ponerte pantalones debajo de la falda. Y bien amarrados. De palabra, "hemos alcanzado la plena igualdad, y hemos sido liberadas por la revolución", pero en la práctica vivimos con tantas o más necesidades que nuestras antepasadas.
La mitad de los 12 millones de habitantes del archipiélago cubano son mujeres y la otra mitad, hombres. En eso estamos parejo. Si nos pusiéramos en fila a lo largo de toda la isla, para cada hembra habría un varón. Pero el equilibrio poblacional se rompe en la realidad: a diario, la mujer tiene que lidiar con unos cuantos machos.
Primero están los de la famlia: abuelos, padres, esposos, hermanos, tíos, primos, cuñados y otros parientes. Luego le siguen los de su entorno. Si trabajas, los jefes, que casi todos son hombres. Si eres ama de casa, la lista es mayor: bodeguero, panadero, carnicero, dependiente de los agromercados y cobradores de la luz, entre otros.
Si los varones bajo su abrigo son hombres de bien, podrá darse con un canto en el pecho: no tendrá que vérselas con policías ni abogados, el otro mundo donde el sexo opuesto predomina.
El color de la piel es factor determinante para algunas cosas. Una mujer blanca tendrá mas posibilidades de conseguir empleo que una negra, a no ser que esta aspire a un puesto en la cocina o la limpieza. Si el puesto es de más categoría y preparación, tendrá que demostrar que lo único que tiene oscuro es la piel y vencer innumerables prejuicios que todavía quedan.
En el jineterismo y la prostitución, las mulatas llevan la delantera. En los deportes, negras y mestizas son mayoría. En el arte y la cultura, ahora se ve a más prietas dedicadas a la música y la pintura, mientras es menor el porcentaje de poetas y escritores de color. En el periodismo tampoco sobresalen las pardas.
También hay que tener en cuenta el estado civil: no es lo mismo estar legalmente casada que ser soltera, divorciada o viuda. En una sociedad machista como la cubana, tener a un lado un hombre es sinónimo de "realización". No importa que este sea un troglodita que de vez en cuando le suene a una un gaznatón. Estar sola es casi un sacrilegio y a menudo los tipos quieren venir a meterle a uno el pie. "Coger mangos bajitos", en el argot popular.
Pero lo mas difícil para una mujer en Cuba es pertenecer a un partido opositor, un grupo de derechos humanos o ser periodista independiente. Ahí sí hay que amarrarse bien las faldas y los pantalones.
Además de tener que soportar todo lo que cualquier compatriota soporta por haber nacido con útero y ovarios, tiene que revestirse de una coraza especial, capaz de resistir las embestidas que a las mujeres disidentes les puede dar una tropa de hombres, que a veces olvidan que ellos nacieron de una mujer.
Cubafreepress, 4 de marzo de 1998.
Foto: Una de las mujeres pertenecientes a las Damas de Blanco es agredida después de haber asistido varias de ellas a una misa en la iglesia de la barriada habanera de Párraga, en marzo de 2010.
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