Google
 

martes, 25 de octubre de 2011

Miénteme más



Por Raúl Rivero, Madrid

La que cantaba en cualquier parte del mundo, mano a mano con Edith Piaf, Frank Sinatra, Agustín Lara, Nat King Cole y José Alfredo Jiménez era ella, Olguita Guillot, una muchacha de Santiago de Cuba que inventó un lenguaje para que los hombres y las mujeres aprendieran a sufrir mejor, con cierta dulzura, y para que pudieran entender, asistidos por la música, las llegadas repentinas y las despedidas del amor.

Fue ella, que nació en la misma ciudad donde Pepe Sánchez soñó y cantó el primer bolero, la mujer que sintió cómo las canciones necesitaban un idioma coral donde la voz iba delante, por encima de todo y luego los ojos, las manos, la intención, los silencios y algunas frases llevadas hasta el abismo, para dominar el piano y la guitarra.

La estrella de siempre ha sido Olga Guillot porque servía a los enamorados, al arte puro y a nadie más. Y porque no necesitaba de una comparsa de adulones, ni tuvo que esperar que se muriera nadie para subirse a los escenarios más importantes de Europa y América.

Llegó, en los años 40, a una Habana por la que pasaban todos los artistas del continente y se puso a cantar con su hermana y en unos cuartetos que se disolvían y volvía a armarse.

Mientras, estudiaba música, baile y actuación, trataba de ganarse los concursos para aficionados que promovían las emisoras de radio y descargaba sus boleros entre amigos y sus primeros seguidores en locales pequeños y sin pedigrí donde las noches para los habaneros empezaban los viernes y se cerraban con el sol de los lunes.

Por allí andaba con una guitarrita reparada un tipo ronco que se llamaba José Antonio Méndez que una noche la invitó a que le acompañara en una canción que había escrito. La pieza se titulaba, se titula, se titulará La gloria eres tú.

Y, a partir de ahí, no hubo nada que la hiciera dejar de vivir y de subir. No importaron desamores, vacíos, ni los que vinieron después a sacarla de su casa y de su país y a tratar de borrar su nombre como si la cultura tuviera como soporte la pizarra de un aula de primer grado.

Su nombre no necesita la compañía de los premios que ganó, los discos de oro, los Grammy, sus casi 20 filmes hechos en México. Para que ella siga donde está se necesita nada más que alguien sienta necesidad de escuchar Miénteme, Soy tuya, Qué sabes tú, La mentira, Palabras calladas, La noche de anoche o Alma mía.

Sí, ella es la auténtica, la real, la de las servidumbres exclusivas al arte y al amor. Esté donde esté ahora. Con ese detalle confuso que aparece en su biografía, donde se informa que proviene de una familia de artistas españoles.

Después, uno queda deslumbrado por la pureza de su piel de mulata blanconaza, como se dice en Santiago de Cuba .
El Mundo, 16 de julio de 2011.

2 comentarios: