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viernes, 16 de septiembre de 2011

Las peñas del ron


Por José Hugo Fernández, La Habana

Peñas del ron: así les llama un amigo a esas concurrencias de curdas que se apelotonan a diario y casi a toda hora en las esquinas o en los parques o en los portales de cada barrio habanero, con el fin de beber alcohol y de arreglar el mundo filosofando sobre lo humano y divino, sea un juego de pelota o la guerra nuclear.

No hay aquí un solo barrio que no posea por lo menos una peña del ron. Nuestro clásico borracho del vecindario, antes solitario y desdeñado, ha dejado de ser excepción. Ya no tiene que brindar únicamente con la luna. Se multiplicó en comunidades, para su suerte, y a veces para el fastidio de los que no beben.

Las peñas habaneras del ron son el único espacio en que se hizo realidad la utopía revolucionaria de que todos los hombres sean iguales y se dispensen el mismo trato.

En ellas confraternan, a título de íntimos, compartiendo la metralla que se llevan al pico, el estibador y el académico, el vago y el obrero vanguardia, el ladrón y el policía, el comunista y sus antagónicos, el dirigente tronado y la puta vieja, el chivato y su cosecha, el rockero y el bolerista, el rudo veterano de tantas guerras en África y el homosexual tragaespadas, el sabio y el ñame… Cada peña del ron es un pequeño cementerio, pero al revés: allí sólo queda algún que otro espíritu mal parado, en tanto la totalidad de la materia ya se fue al infierno.

Nadie se explica cómo sus afiliados logran mantenerse en pie (es un decir) sin comer caliente y cargándose las tripas con pólvora viva, todo el tiempo y a como dé lugar.

En vez de echar al fuego las pestañas en conferencias y foros, consultando estadísticas fementidas y yéndose con la de trapo detrás de lo que cuenta el Granma, los progres europeos y norteamericanos, así como los cubanólogos de gabinete, debieran dejarse caer, mientras puedan, por alguna peña del ron habanera. Es el modo más expedito para desenhebrar medio siglo de mogolla revolucionaria.

En las peñas del ron desagua de cabo a rabo la historia de nuestras frustraciones, fruto del desastre político más estrepitoso y dramático del hemisferio.

En un futuro que se estira mientras más lo halan, como el pan de la libreta, los sociólogos y los psicólogos sociales necesitarán alinearnos en tres grupos, aunque sólo sea para organizar sus materias de estudio: a) los que escaparon hacia el mundo real, atravesando mares; b) los que lograron vivir agazapados como súbditos del cacicazgo, sin perecer en el intento; c) los tertulianos de las peñas del ron.

Así como esta isla, que otrora fue famosa por la magia de sus alambiques, terminó convertida en mata de inmundicias alcohólicas como la guafarina y el alcolifán, nuestra gente de a pie se ha visto privada para siempre de agarrar la nota saboreando el auténtico ron del patio, sólo apto para extranjeros, nuevos ricos y jefes.

Pero ni falta que hace, o es lo que demuestran en las peñas del ron, donde el más preciado líquido sobre la tierra es el ron de pipa: sumo de bagazo y gasoil. Con un pepino (pomos plásticos de 1 y medio litro) les basta y sobra para brindar cada día, cada noche, a cada minuto, entrechocando las canecas y los jarros, mientras se repiten unos a los otros, con triste ironía: “Salud, porque belleza sobra”.

Cubanet, 8 de julio de 2011

1 comentario:

  1. Microjet
    Ya un amigo psicólogo me habia comentado lo preocupante del aumento del alcoholismo entre los jóvenes. Recuerdo que a comienzos de los 90 aparecían ¨pipas¨con cervezas a granel, pero esto de la peña del ron no lo conocía.
    Unos escapan mar de por medio, otros se pliegan y el resto a enagenarse con esas mezclas etílicas.Menudo futuro. Pobre Cuba

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