Google
 

jueves, 18 de agosto de 2011

A orillas del lago Sempach


Por Tania Quintero

Nuestra mejor amiga suiza cumplió sus 70 años en enero, en pleno invierno, por eso ella trasladó la celebración para un domingo, en pleno verano. Se celebró en un salón del Gasthof Sonne, viejo hotel-restaurante propiedad de la familia Wolfisberg, en Eich, pueblito a orillas del lago Sempach, a unos 70 kilómetros del centro de Lucerna, un lugar muy bonito, parecido a una zona "playera" (al no tener costas, Suiza no tiene mar: sólo lagos y ríos).

Como buena suiza que es y buena maestra que fue, nuestra amiga todo lo organizó minuciosamente. La mesa principal, donde ella se sentó, la dedicó a sus amigos que hablamos español. A mi me sentó a su lado, honor que nunca olvidaré. En la misma mesa también sentó a mi nieta; a una española dueña de la librería; a una vecina colombiana; a dos exalumnos suyos que hablan español y a la esposa e hijita de un año de uno de ellos.

En otra mesa, su familia, unas diez personas. En otra, sus dos ahijadas con sus esposos e hijos, unas ocho personas. En la cuarta mesa, a una docena de amistades desde hace más de treinta años, y en la quinta y última, amigos nacidos en Gran Bretaña, Estados Unidos y Australia, residentes en Lucerna. Uno de ellos, de Glasgow, fue con el traje típico escocés, con falda de cuadros. Unas 50 personas en total. Cada mesa tenía un adorno floral distinto.

Nuestra amiga presentó a todos sus convidados, en alemán, claro. Agradeció los regalos, en una mesa colocada para ese fin. En cada sitio puso tarjeticas con los nombres de los invitados, frente a un platico con pan y mantequilla. En una mesa aledaña, botellas de agua mineral, de Rivella (refresco típico suizo, a base de suero de leche) y de Coca Cola. Antes de servir el almuerzo, dos señoras, una pianista y la otra cantante, interpretaron música de Mozart.

Una sola empleada atendió todo el salón. Primero puso la ensalada con su aliño, por suerte no había espinacas, alcachofas, espárragos ni brócoli. En Suiza la ensalada la sirven como entrante. Entre la ensalada y el primer plato, otro paréntesis musical.

El plato fuerte fue Pouletbrüstli vom Grill (pechuga de pollo asada) con una salsa (Kräuterrahmsauce), con el sabor típico de la comida suiza, que no me gusta, porque no suelen sazonar con ajo, cebolla, ají y tomate, como los cubanos, si no romero, tomillo, basilicum y otras yerbas de dolor y sabor demasiado penetrante.

También sirvieron croqueticas de papa (Kartoffelkroketten), riquísimas y Gemüsebeilage (palitos de zanahoria y habichuelas hervidas envuelts o en una tirita de bacon). Antes, la empleada había servido vino blanco o tinto y para los niños Coca Cola o Rivella. Mientras uno comía, la empleada pasó por las mesas con una bandeja, ofreciendo más pollo y croqueticas o si querías Blumenkohl (coliflor) y Zucchetti, una especie de pepino que en España llaman "calabacín" y en Cuba no conocemos.

De postre, Gebrannte Crème, una variante de la natilla planchada o crema catalana, pero más suave. La sirvieron en una copa ancha, como si fuera un sundae. Le pusieron Rahm o nata y la adornaron con la mitad de una fresa, una lasquita de kiwi, un triangulito de piña con su cáscara y un barquillito redondo, como los que ponen (o ponían) en Coppelia con el helado.

Después del postre vino la actuación de una de las ahijadas de la anfitriona con su esposo y cuatro niños, la mayor al piano y los tres otros cantaron junto con los padres. Cuando terminaron, los dos o tres fumadores aprovecharon para salir a fumar (en Suiza nadie fuma en locales cerrados, sean casas, restaurantes, ómnibus, trenes, tiendas, teatros, con excepción de algunos bares y cafeterías de turcos y otros extranjeros y cuya clientela suele ser también foránea).

Luego la empleada vino con block y bolígrafo preguntando a cada persona si quería café, y de qué tipo (yo pedí expresso). Antes, nuestra amiga había ido mesa por mesa repartiendo una hoja con la letra de cuatro canciones suizas, que a modo de despedida fue cantada por todos.

A las 11.30 nos había recogido una amiga de nuestra amiga, descrita por ella como "una chica rubia, un poco mayor que yo, su carro es verde oscuro" (la "chica" tenía 75 años, pero para conducir no usa espejuelos). Para la ida nos llevó atravesando pueblitos, a una velocidad de 40-50 kilómetros. A las 4.30 regresamos de nuevo con ella, por una autopista más rápida (donde podía manejar a 70-80 km), pues a las 17.00 tenía que estar en el KKL, para un concierto de música sinfónica donde su marido tocaba. KKL son las siglas del Kultur Kongress Luzern, similar al Palacio de las Convenciones de La Habana, sólo que éste fue construido al lado del Bahnhof (terminal de trenes), y a orillas del Lago de los Cuatro Cantones, que bordea gran parte de la ciudad de Lucerna, y mucho más grande que el Sempach.

Antes de marcharnos, mi nieta y yo fuimos al baño. Antes de entrar, sentíamos unos pitos, pensamos que serían unos niños. Pero cuando abrimos cuatro señoras mayores, entre ellas una con una pamela blanca que debía tener como 100 años, era quien estaba enseñando a las otras tres a tocar un instrumento típico suizo de madera, parecido a una filarmónica.

Este tipo de celebraciones no se hacen en Suiza todos los días, sino cuando la persona cumple una edad que vale la pena celebrar. Espero asistir a los 80 de nuestra amiga. Entonces yo tendré 76 y mi nieta 24. Y si el blog todavía existe, sin falta se los contaré.

1 comentario:

  1. Microjet
    Tania, si, ojalá que el blog exista. Me has hecho reir con eso ¨de que por suerte no había ni espárragos ni brócoli¨. El brocoli no, pero los espárragos si me gustan mucho. Son muy famosos los de Navarra.
    Es muy curioso lo de las especias. Cómo llego´ el comino a Cuba? pues resulta que a algunas domésticas cubanas le ¨esconden¨ el comino, pues en general en Castilla y el norte de España no gusta ésta especie. Si en andalucia. Tampoco los orientales en Cuba usan en el congris el comino. A los habaneros no nos puede faltar.

    ResponderEliminar