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viernes, 15 de julio de 2011

Una carta escrita hace nueve años

Una mañana de mayo de 2002, en mi casa de La Habana fui entrevistada por Clarence Page, periodista estadounidense del Chicago Tribune y dos veces Premio Pulitzer. En el centro de la entrevista estuvo el tema racial. Me sirvió de intérprete Miriam Leiva, esposa del economista disidente Oscar Espinosa Chepe. Posteriormente, y por iniciativa propia, redacté una carta abierta a Colin Powell, entonces Secretario de Estado de los Estados Unidos, y a Condoleezza Rice, en ese momento asesora de Seguridad Nacional. En Cuba nunca tuve acceso a internet. En 2004, ya en Suiza, vi que la misiva fue publicada en la web de la Unión Liberal Cubana el 22 de octubre de 2002. A continuación, el texto de mi carta.



A Powell y Rice, hermanos de raza:

En las últimas cuatro décadas nueve presidentes han pasado por la Casa Blanca. Y Fidel Castro sigue ahí. Con su uniforme verde olivo. Comandando los destinos de Cuba desde su despacho en el Palacio de la Revolución.

Lo normal, lo lógico, es que en 43 años por lo menos ocho mandatarios hubieran gobernado en la Isla, fruto de elecciones libres y respaldados por una Constitución que no permitiera más de dos períodos en el poder. Mas eso no ha ocurrido.

Esta situación anormal e ilógica se podría resumir en pocas palabras: Castro es Castro. Pertenece a esa rara especie de animales políticos contemporáneos que todavía no esta en proceso de extincion y a la cual también pertenecen Ariel Sharon y Jean-Marie Le Pen, entre otros.

Cuba y Estados Unidos son como dos narizones: no se pueden besar. En una y otra orilla en todos estos años ha primado la obstinación y el enfrentamiento. Estados Unidos jamás debió haber roto las relaciones diplomáticas con la Cuba de Castro. Tampoco de la isla debieron irse políticos, empresarios y profesionales. Cubanos que habían llegado a situar al país entre los más desarrollados del continente, pese a altibajos internos y que en la dictadura de Fulgencio Batis tuvo sus peores momentos.

Al abandonar el navío, éste quedó a la deriva. En manos de un solo timonel. Toda esa etapa sin precedentes en nuestra centenaria república y que parece no tener fin, pudiera estar a punto de finalizar si, por un lado, el gobierno de Fidel Castro reconociera la existencia de una cada vez mas extendida oposición pacífica y de grupos con propuestas válidas como el Proyecto Varela; tratara de lograr un diálogo y emprendiera un programa de reconciliación nacional que incluyera una amnistía política general como la decretada por Batista en 1955 (y que permitiera a Castro y sus seguidores salir de la cárcel, después del fallido intento de asaltar el cuartel Moncada en 1953).


Y, por otro lado, el gobierno de Estados Unidos, dentro del cual ustedes ocupan decisivos cargos, se percatara de lo obsoleto que resulta el embargo, lo dejara sin efecto y diera paso a una serie de medidas encaminadas a normalizar las deterioradas relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.

La realidad ha demostrado el fracaso de la política mantenida hacia Cuba por las administraciones estadounidenses desde 1959 a la fecha. Entonces, ¿por qué no emprender un camino nuevo, distinto, nunca antes recorrido?

La vida le dió la razón a Henry Kissinger cuando propició el descongelamiento de las relaciones de Estados Unidos con China y Vietnam. Es innegable que la situación política, económica, social y en materia de libertades y derechos humanos posteriormente ha tenido una evolución positiva en esas dos naciones.

El problema, a mi modo de ver, es que la isla de Cuba perdió para Estados Unidos el encanto que en el pasado tenía. Cuarenta y tres años son demasiados años. Junto con el olvido, brotó la indiferencia y el desamor. Dejamos de ser La Perla de las Antillas. A ello se suma el deterioro de ciudades como La Habana, que se desplomaría al paso de un huracán fuerza cinco y el empobrecimiento de una población que habita en viviendas deplorables, sumergida en un sinnúmero de penurias.

Muchos de estos cubanos arribaron a Estados Unidos bajo el status de refugiados polícos y en la actualidad abundan los emigrantes económicos. Casi todos se quedan en la Florida, estado donde han erigido un poderoso lobby anticastrista. Sus opiniones son valoradas a la hora de Washington tomar decisiones relativas a Cuba. No estoy en contra de tener en cuenta sus argumentos y me enorgullece que en el Congreso de Estados Unidos tres compatriotas tengan voz y voto.

Pero considero imprescindible que tanto ustedes, como los funcionarios especialistas en asuntos cubanos, puedan contar con los criterios de cubanos radicados en Cuba. Sobre todo de aquéllos que desarrollamos una labor al margen del control estatal, como es mi caso. (De 1974 a 1994 me desempeñé como periodista en medios oficiales y a partir de 1995 lo hago dentro del centenar de mujeres y hombres que de un extremo a otra de la Isla hemos contribuido a desarrollar el periodismo independiente).

He escrito una docena de trabajos sobre el tema negro, tabú en Cuba. En el último, titulado Las campanas no doblan todavía por los negros, redactado el 8 de abril de 2002, decía: "Queda la esperanza de que el talento negro se imponga mas allá de los delitos, la música salsa y el ring de boxeo. Y con dificultad, venciendo toda clase de obstáculos, los negros demuestren un día ser capaces de ocupar posiciones tan elevadas como en Estados Unidos hoy ocupan Condoleezza Rice y Colin Powell".

Cuando escribí ese artículo no imaginaba que un día me animaría a hacerles esta carta abierta. Después de haber conocido en La Habana al periodista Clarence Page, columnista del Chicago Tribune, residente en Washington, me decidí a redactarla.

No lo hice un día cualquiera. La escribí el lunes 27 de mayo, cuando en Estados Unidos se celebraba el Memorial Day. Una fecha que en 2002 sirvió para recordar a las víctimas de los atentados terroristas del 11 de septiembre. Escribí, además, poco después que el expresidente Jimmy Carter estuviera en Cuba y sin tapujos hablara ante un público políticamente adverso en la Universidad de La Habana. Un viaje histórico del cual los cubanos esperamos resultados concretos.

Inspirada en esa atmósfera, les pido que se olviden de Fidel Castro y su modo totalitario de gobernar. Se los pide alguien que por escribir este texto puede ir a la cárcel. Una mujer que conoce de cerca lo que es el asedio y la represión.

Piensen, por favor, en los millones de cubanos de a pie. Negros, mulatos, blancos. Mujeres y hombres quienes a pesar de 43 años de incesantes actos antimperialistas y sostenido discurso antiyanqui, no odian a los americanos. Por el contrario, aman lo más puro y noble del multiétnico y multicultural pueblo de los Estados Unidos de América.

Gente sencilla como yo, próxima a cumplir 60 años, que no pierde las esperanzas de antes de morir ver a las patrias de Lincoln y Martí convivir civilizadamente, como ahora conviven dos enemigos de antaño, Rusia y Estados Unidos.

Sinceramente,

Tania Quintero Antúnez

Foto de archivo de Condoleezza Rice y Colin Powell.

4 comentarios:

  1. Al anónimo que gasta su tiempo escribiendo estupideces, quiero que sepa que su sarta de necedades NO le llegan a Tania Quintero, sino a MI, Liú Santiesteban administradora de este Blog, junto a Marco.

    Este es el Blog de Tania Quintero pero Marco es quien publica habitualmente lo que Tania envía y yo a veces también publico lo que me envía a mí, pero muy puntualmente.

    Con esto le quiero decir que los comentarios que usted hace tan irrespetuosos, yo no los voy a pasar para que usted moleste a una señora periodista que podría ser la madre de mi madre.

    NO ME DA LA GANA.

    Ni se moleste en contestarme, porque no pienso publicarle NADA y leerlo menos.

    Una cosa es expresar una opinión en contra y otra bien distinta es hablar para ofender y joder.

    Ni se moleste, que Tania no se entera. Ella solo recibe copia de los comentarios que YO publico.

    Muchas gracias.

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  2. Microjet
    Pienso que fue´un error estimular la emigracion desde los 60. No hubieran ocupado sus propiedades y esto no hubiera durado tanto tiempo. Recuerdo de niño como en mi calle varias familia le dieron a mi madre a guardar cosas de valor diciéndole ¨guardeme esto, que los americanos no van a permitir que esto dure mucho¨. Que´patriotismo era ese, que vinieran los americanos a resolverles el problema?. Eso nunca lo entendi

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  3. Microjet tiene toda la razón.

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  4. já,já, me publicaste.

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