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martes, 26 de julio de 2011

Había una vez...


Por Juan Escandell, Miami

Cuando en 1953 Fidel Castro escribió su alegato y compromiso con el pueblo cubano La Historia me Absolverá, elogió con entusiasmo y como grandes virtudes ciudadanas -entre otras- que el pueblo podía “reunirse, asociarse, hablar y escribir con entera libertad”, pero una vez que se hizo con el poder, convirtió todas y cada una de esas virtudes en delitos, en actividades “contrarrevolucionarias” que solo mercenarios pagados y dirigidos por el “enemigo” podían reclamar, “delitos” que desde entonces hacen perder el empleo, ser difamado, perseguido, apedreado y enviado a la cárcel durante decenios.

58 años después, ese texto Castro puede volver a escribirlo hoy mismo acerca de una realidad mucho más absoluta y siniestra que entonces. Veamos un párrafo de ese alegato castrista:

“Os voy a referir una historia. Había una vez una República. Tenía su Constitución, sus leyes, sus libertades; Presidente, Congreso, Tribunales; todo el mundo podía reunirse, asociarse, hablar y escribir con entera libertad. El gobierno no satisfacía al pueblo, pero el pueblo podía cambiarlo y ya sólo faltaban unos días para hacerlo. Existía una opinión pública respetada y acatada, y todos los problemas de interés colectivo eran discutidos libremente. Había partidos políticos, horas doctrinales de radio, programas polémicos de televisión, actos públicos y en el pueblo palpitaba el entusiasmo. Este pueblo había sufrido mucho y si no era feliz, deseaba serlo y tenía derecho a ello. Lo habían engañado muchas veces y miraba el pasado con verdadero terror. Creía ciegamente que éste no podría volver; estaba orgulloso de su amor a la libertad y vivía engreído de que ella sería respetada como cosa sagrada, sentía una noble confianza en la seguridad de que nadie se atrevería a cometer el crimen de atentar contra sus instituciones democráticas. Deseaba un cambio, una mejora, un avance, y lo veía cerca. Toda su esperanza estaba en el futuro.”

Ese país admirable de libertades, leyes y esperanzas que había existido en el pasado y que Castro describía tan positivamente existió solo hasta 1952. Luego, primero con Batista y después con él mismo, esa situación se fue agravando día a día hasta hoy. Aquel elogiado país de entonces tiene aún menos libertades, sigue sin Congreso y sin satisfacer al pueblo, la opinión pública sigue acallada, sigue sin haber partidos políticos ni horas doctrinales de radio ni programas polémicos de televisión.

58 años después ese pueblo sigue deseando un cambio, una mejora, un avance, pero manifestarlo siquiera es un delito “contrarrevolucionario” que lleva a prisión. Una cosa sí ha cambiado: Ese pueblo que “había sufrido mucho” y que hoy sufre muchísimo más, ya no mira el pasado con verdadero terror.

Ahora es el presente, y aún más el lóbrego futuro que espera a sus hijos y nietos lo que le inspira terror. Pero, por suerte, siempre podrá recurrirse a los cuentos de hadas tal como hizo entonces Castro: “Os voy a referir una historia. Había una vez…”

Cubanet, 6 de junio de 2011

Foto: Cuartería o casa de vecindad en La Habana.

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