Por Iliana Lavastida Rodríguez, Miami.
Cargando con el dolor de haber visto morir un hijo, consciente de que su pérdida fue una acción premeditada por quienes en el afán de sostener un régimen, han preferido cegar vidas valiosas de jóvenes en lugar de concederles el legítimo derecho de contar con un espacio para opinar y participar, a Reina Luisa Tamayo no le quedó otra alternativa que permitir que accedieran a la tumba de su hijo, pasar la dura prueba de exhumar el cadáver, incinerarlo y partir a una tierra desconocida con sus cenizas junto al resto de sus hijos y nietos “para no seguir exponiéndolos, salvarles la vida y no correr el riesgo de que me maten a otro”.
Es una realidad muy cruda y triste, pero es la verdad de una mujer que con una entereza difícil de encontrar en circunstancias similares, lo cuenta todo en detalles para que sea escuchado en este contexto donde el acontecer de Cuba se debe conocer con exactitud, “para que el apoyo a la disidencia interna siga siendo incondicional y se expanda, pero además para que trascienda el aspecto moral y abarque la ayuda material, porque el pueblo está despertando, pero está carente de recursos y la oposición en Cuba necesita tener con qué trabajar. Este es un mensaje que me comprometí a divulgar”.
A la madre del joven que prefirió morir tras una huelga de 85 días sin ingerir alimentos, le pedimos conocer la naturaleza de carácter de alguien que se ha erigido en un símbolo.
“Zapata es el segundo de mis cinco hijos. Era un muchacho muy alegre, cariñoso, le gustaba divertirse, de sentimientos muy nobles, a todo el que conocía le abría su corazón. Él se hizo albañil y la pobreza extrema que se vive en las provincias orientales cubanas, de donde somos, lo llevó a decidir mudarse a La Habana, para abrirse paso”.
“Realmente la disidencia en Cuba en sus inicios era más fuerte en la capital y fue viviendo en La Habana donde Zapata contactó con opositores y confirmó su pensamiento contrario al régimen. A decir verdad, él nunca creyó, pues desde chiquito le resultaban despreciables los cuerpos policiales y las acciones represivas”.
Reina Luisa recuerda haberse enterado de los vínculos de su hijo con la disidencia durante un viaje que hizo a la capital para visitarlo. Asegura que Orlando se entregó convencido a la causa de la libertad pacíficamente, pero que nunca hizo daño, ni agredió a nadie. Perteneció a los grupos Alternativa Republicana y 30 de Noviembre, y también colaboró con Oswaldo Payá, fundador del Proyecto Varela.
“Como método de lucha pacífica que escogió, a modo de protesta, se privaba de alimentarse, esperando que su actitud como la de otros disidentes fuese tenida en cuenta. Las huelgas de hambre que hizo en su totalidad sumaron un año y medio. En esos intervalos de tiempo, sólo aceptaba tomar agua y cuando no se encontraba en huelga de hambre, tampoco aceptaba comer lo que les ofrecían sus carceleros. Solamente se alimentaba mientras conservaba algo de las cosas que nosotros le podíamos llevar en las visitas a la prisión”.
Sin embargo, la soberbia de los opresores hizo de Orlando Zapata un enemigo y no bastó encarcelarlo, aislarlo en celdas tapiadas, negándole la luz donde no se podía ver ni las manos, obligado a dormir en el suelo y privado del contacto de sus familiares. Lo entregaron como presa a los reos comunes para que fuese golpeado, aún después de haber sido reconocido por Amnistía Internacional como prisionero de conciencia.
Reina Luisa admite que cuando ella supo de los vínculos de su hijo con la oposición, como madre presintió el peligro que ello representaba, “pero siempre en su familia lo apoyamos”.
Su hermano Israel Zapata Tamayo, quien también vivía en La Habana y estaba al tanto de sus actividades opositoras recuerda que la detención de Orlando durante la ola represiva del 2003 ocurrió mientras realizaba un ayuno junto a otros compañeros disidentes, en un edificio de la calle Humboldt, Vedado. “Ellos estaban ayunando, pidiendo por la libertad del doctor Oscar Elías Biscet, y de ahí se los llevaron presos", aseguró Israel.
Según recuerda Reina Luisa, a su hijo lo trasladaron a diferentes prisiones ubicadas en diversas provincias.“Cometieron con él todo tipo de abusos, desde golpearlo salvajemente hasta mezclarlo con delincuentes, para tratar que desistiera de sus ideas. Pero él se mantenía firme, repitiendo ¡Abajo los Castro, Viva Cuba Libre! Se mantuvo así hasta que lo asesinaron”.
Durante el peregrinar que la familia de Orlando Zapata realizó por toda la isla, porque el régimen lo trasladaba de una prisión a otra, su madre narró las humillaciones a las que fueron expuestos por oficiales de la Seguridad del Estado.
“En La Habana, a mi hija Reina María Ortiz Tamayo, la obligaban a permanecer junto a nosotros en estaciones de policía, mientras se desangraba con hemorragias a causa de un fibroma del que hubo que operarla de urgencia. Cuando les pareció, nos sacaron a la fuerza de la capital a donde habíamos ido para apoyar a Zapata, después que supimos de su detención. A las mujeres de esta familia nos obligaron en reiteradas ocasiones a quitarnos la ropa, caminar y hacer cuclillas desnudas delante de oficiales hombres con el pretexto de registrarnos. No les quedó ningún tipo de método de intimidación que utilizar contra nosotros, pero nunca desistimos porque mi propio hijo dejó escrito que él sentía orgullo de la firmeza nuestra y el respaldo que le dábamos en su decisión de luchar por Cuba”.
“Cuando salimos del cementerio de Banes con el cadáver, para llevarlo a incinerar a La Habana, trataron de desviarnos el recorrido y desligar el carro fúnebre del vehículo donde íbamos, para no permitir la movilización del pueblo alrededor de nosotros, pero aún así ,los vecinos nos despidieron con afecto y mucho respeto”.
“Cuando destapé el ataúd de mi hijo quedaba muy poco de él. Lo toqué para estar segura que era él y después toqué sus cenizas cuando me entregaron el cofre antes de sellarlo. Éll no está ya, pero mientras esta madre tenga vida, su asesinato se seguirá denunciando. Los Castro tienen que pagar, y no solo por la muerte de mi hijo. El único nombre que a ellos corresponde es el de asesinos”.
Reina Luisa agradece que el gobierno de Estados Unidos haya permitido a la familia viajar hasta Miami, también a la gestión hecha por congresistas cubanos para que eso se concretara. También a todas las organizaciones del exilio y a los cubanos de Miami en general “porque desde que estábamos en Cuba recibíamos muestras de apoyo y al llegar aquí lo que han hecho por nosotros supera realmente lo que esperábamos”.
La madre del joven humilde cubano que prefirió morir para que su patria se despoje algún día del oprobio al que sus opresores la tiene sometida, aseguró que “aunque los restos de Zapata no descansen en Cuba, como debía ser, su espíritu y su ejemplo se quedaron allí” y que está convencida de que en la isla la oposición continuará su labor, “con el apoyo de mucha gente, porque el pueblo ya ha ido perdiendo el miedo, lo que tenemos es que apoyarlos en medio de la situación crítica que se está atravesando allí. Pero hasta los niños en algunas escuelas de donde vivíamos se han rebelado y han gritado ¡Zapata Vive!, lo cual el gobierno ha mantenido en secreto”.
Reina Luisa Tamayo vio a su hijo por última vez antes de morir cuando ya estaba entubado e inconsciente “pero decidí que no lo recordaría con lágrimas porque aunque me aflija, en lo que tengo que pensar es en la fortaleza que él tuvo para resistir”.
Diario de las Américas, 15 de junio de 2011
Foto: Álvaro Mata
sábado, 18 de junio de 2011
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