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viernes, 18 de marzo de 2011

Inhumanidad y olvido

Por Charlie Bravo*

La primera vez que ví un japonés en Cuba fue hace ya casi medio siglo, en los comienzos de mi infancia. Era un señor que además de cultivar orquídeas, era profesor de judo. Es el primer japonés del cual tengo memoria, aunque después conocí otros y en mi adolescencia tuve condiscípulos que eran lo que se llamaba entonces cariñosamente, pichones de japoneses, todos de Isla de Pinos.

Hoy les tengo en mente con la tragedia impresionante que asola el país de sus ancestros. Algunos de ellos están en el exilio, pues eran tan cubanos como cualquiera de nosotros. Otros, según me cuentan, regresaron al Japón de sus antepasados, asfixiados por la vida en la Cuba castrista. De adulto, ya exiliado, tengo vecinos japoneses, colegas y personas no tan cercanas con las cuales de vez en cuando intercambio un saludo y un 'sayonara'.

Me sorprende la poca solidaridad con el pueblo japonés, y más aún me sorprende la increíble estupidez humana y el egoísmo racista del que se es testigo en Estados Unidos.

El gobernador de Mississippi, Haley Barbour, ha tenido que poner de patitas en la calle a su secretario de prensa, Dan Turner, por decir que el Japón había pagado por su “pecado” de Pearl Harbor con los daños sufridos con este terremoto y tsunami, más el peligro de explosiones y contaminaciones nucleares por los daños a las generadoras de energía. Pensaba que lo de Pearl Harbor había sido una acción de guerra, tal y como lo fueron las innecesarias bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, lanzadas el 6 de agosto de 1945 sobre un Japón ya vencido por las acciones de los heroícos soldados americanos en la Guerra del Pacífico.

También he leído que muchas personas han escrito crueles burlas en Facebook -ese tanque de la inmadurez humana- y en Twitter -lenguaje reducido a 140 caracteres, por tanto, pensamiento mutilado, en el caso de estos usuarios en particular- refiriéndose al “castigo divino” que recibe el Japón por tener pocos “judíos y cristianos” o “por matar delfines y ballenas” o por haberse referido un día antes del seísmo a la construcción de asentamientos israelíes en areas en disputa.

Estoy a favor del derecho de Israel a existir como nación y en contra de la crueldad hacia los animales, y naturalmente estoy en contra de la crueldad y el racismo contra los seres humanos, incluyendo el abandono de pueblos en desgracia. Lo peor es esgrimir una excusa pseudo-religiosa para no ayudar al necesitado. No se puede -ni por un instante- responsabilizar a los japoneses de hoy por los desmanes de los regímenes militaristas que en el pasado conducían a su país y de los cuales también ellos fueron víctimas. Da vergüenza que algunos aún piensen así.

Habría que recorder que Japón es uno de los países que más generosamente contribuye a paliar las pérdidas por desastres naturales en todo el mundo, como en los terribles seísmos y tsunamis que azotaron el archipiélago indonesio y otras naciones cercanas en diciembre de 2004. Japón -muy a pesar de las consideraciones del secretario de prensa del gobernador de Mississippi- contribuyó mucho a los esfuerzos de asistencia en Mississippi y Louisiana, cuando esos estados fueron azotados por el huracán Katrina.

Tristemente, recuerdo que poco después del devastador terremoto en Haití, otro seísmo sacudió a Chile y las mismas organizaciones que me enviaron e-mails pidiendo donaciones para Haití permanecieron silentes. Hoy están también silentes. Otros, que mejor sería si estuviesen silentes, son aquéllos que dicen que Chile y Japón son países ricos y, por tanto, no es necesario ayudarles. Tanto en Chile como en Japón, la calidad de las construcciones, los avances de la ingeniería y la laboriosidad humana fueron los factores que impidieron una cifra de fatalidades aún mayor.

Espero que al llamado de las Naciones Unidas para ayudar a las victimas del terremoto y tsunami en Japón se sumen los gobiernos de este mundo, incluyendo a los Estados Unidos, ya que el Japón moderno es un aliado y uno de los bastiones del avance tecnológico y científico, así como de la democracia en el continente asiático.

¿Qué podemos hacer por los japoneses?

Darle todo nuestro apoyo, aunque sea con unas palabras de simpatía a un vecino originario de esa nación. Hacer nuestras compras en sus negocios, comprar un par de productos japoneses aunque no los necesitemos, y llamar a las embajadas y consulados japoneses para informarnos qué podemos hacer. Un gesto siempre se agradece.


* Exiliado cubano residente en Estados Unidos.


Foto: Reuters. Tomada de SF-1, la televisión pública de Suiza.

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