Por Israel Viana
Las decenas de miles de muertos provocados por el devastador terremoto de Haití , que el 12 de enero de 2010 redujo a escombros su capital y llenó de cadáveres las calles, no es más que la gota que colma el vaso de un país cuya historia, de 207 años, se resume en una sucesión de catástrofes naturales y golpes de Estado con las que ha ido desangrándose hasta hoy.
«De repente, me vi atrapada por una gran oscuridad, mientras los escombros caían sobre mí y escuchaba a la gente gritando y pidiendo ayuda. Creía que el mundo se estaba acabando», contaba a EFE Saski Litali, de 16 años. La misma oscuridad que ha reinado en el país antillano desde que, a finales del siglo XVIII, un cruel sistema esclavista impuesto por Francia permitía que 12 mil hombres libres llenaran las arcas de París a costa del trabajo de 500 mil esclavos .
Ocurrió en una época en la que se produjo, en 1770, el segundo terremoto más devastador de su historia, sólo superado por el que el martes 12 de enero arrasó Puerto Príncipe. De aquel golpe aún tuvieron fuerza para levantarse los haitianos, cuando Jean Jacques Dessalines , un antiguo esclavo, expulsó a las tropas francesas tras la Batalla de Vertierres y declaró la independencia de Haití a costa, eso sí, de 60 mil vidas.
Era 1804 y el país vivía uno de los pocos momentos de felicidad de los últimos dos siglos: se había convertido en el segundo país de América en conseguir la independencia y el primero del mundo en abolir la escalavitud, cuyos descendientes se arrastran hoy por los escombros pidiendo ayuda .
Pero con la independencia, tampoco levantó la cabeza. Dos siglos de contínua inestabilidad política, dictadores asesinos, invasiones extranjeras, más de 30 golpes de Estado y una serie interminable de huracanes, terremotos y tsunamis han convertido a Haití en el país más pobre del hemisferio occidental: la esperanza de vida apenas sobrepasa los 52 años, más del 40% del presupuesto del país procede de la ayuda internacional, cada haitiano sobrevive con poco más de dos euros al día, el 60% de sus 9 millones de habitantes está en paro, el 80% vive bajo el umbral de la pobreza y más de la mitad bajo la raya de la miseria.
Sólo dos años después de conseguir la independencia, Dessalines fue traicionado y asesinado por sus propios colaboradores, Alexandre Pétion y Henri Christophe , quienes dividieron el país e iniciaron la primera guerra de su historia independiente. Desde entonces, los conflictos políticos internos no han traído más que rápidos cambios en el gobierno, más de 60 hasta 1994.
Y cada vez que el país parecía ver el sol, huracanes como Georges, Jeanne, Beulah, Inés o Dennis convertían a Haití en un cementerio, en el que se sembraban muchas más muertes que en cualquiera de los países vecinos, a lo que ayudaba, sin duda, la falta de voluntad de sus políticos. «Muchas de la víctimas de la capital haitiana, principalmente campesinos y habitantes de la “villa miseria” que la circundan, perdieron la vida ahogados o aplastados al derrumbarse las precarias casas en las que vivían», podía leerse en ABC, en noviembre de 1994, tras el paso del huracán Gordon .
La invasiones extranjeras tampoco ayudaron. En 1915, y aprovechando la inestabilidad política endémica de la república negra, Estados Unidos ocupa militarmente Haití, dejándolo en la bancarrota y a merced de acreedores extranjeros, en 1957. En 2004, las inundaciones acabaron con la vida de 2.668 haitianos, en mayo, y las tormentas tropicales con otros 1.330 en septiembre, además de 1.056 desaparecidos y 300 mil damnificados.
Y aún pudo Haití, después, dar otra vuelta de tuerca a su negro destino: «En Haití, hundida en caos político, cayeron en poco tiempo varios presidentes, y ahora gobierna el doctor Duvalier a merced de cualquier cuartelazo», contaba ABC en 1959. La Saga de los Duvalier, los dos dictadores más crueles que han soportado los haitianos, convirtieron a la nación, hasta 1986, en una enorme fosa común de la que aún no había salido: primero Papa Doc , que asesinó a más de 200 mil personas en una salvaje represión, y después Baby Doc, que condujo al país a una decadencia aún mayor.
Y con la Constitución de 1987, nuevos disturbios y centenares de muertos, y un sinfín de golpes de Estado hasta la llegada del sacerdote Jean Bertrand Aristide , un «visionario», y René Préval , que rompieron con la funesta tradición de los caudillos militares, pero inundaron el país de corrupción, falta de institucionalidad y violencia política.
En 2004, en plana «tempestad» política, las inundaciones acabaron con la vida de 2.668 haitianos, en mayo, y las tormentas tropicales con otros 1.330, en septiembre , además de 1.056 desaparecidos y 300.000 damnificados. « La situación de Haití es pavorosa, hay que reconstruir todo el país », dijo entonces el embajador de España en Puerto Príncipe.
Pero en 2008, otros cuatro huracanes causaron 800 muertos más y 300 desaparecidos. Una «pequeña» broma macabra que parecía avisar del que sería el mayor golpe de su historia.
ABC, 16 de enero de 2010
Foto: Miembros de los Ton Ton Macoute, fuerza paramilitar que apoyó al dictador Papa Doc.
Haití es un pueblo que no se deja pasar una.
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