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lunes, 7 de febrero de 2011

Corea del Norte, el país más hermético del mundo


Por Georgina Higueras

Tambores de guerra suenan estos días en el mar Amarillo para acallar, dicen los expertos, el resquebrajamiento de una frontera que separa dos mundos, como hizo el muro de Berlín hasta su desmoronamiento en 1989. El incidente del 23 de noviembre en la isla de Yeonpyeong, cuya soberanía surcoreana no reconoce el Norte y en donde los dos vecinos se enzarzaron a cañonazos, revela hasta qué punto la situación exterior de Corea del Norte es inestable. Seúl, que realizaba unos ejercicios militares en la zona, acusó a Pyongyang de disparar primero. Pyongyang lo negó y acusó a Seúl. El enfrentamiento causó la muerte de dos civiles y dos soldados surcoreanos, además de una veintena de heridos.

En el interior no pinta mejor. La dramática situación económica y el malestar desatado a finales del año pasado, cuando el Gobierno decidió revaluar la moneda en un fracasado intento por frenar el creciente mercado negro, se encuentran detrás del ansia de la población por abrirse una ventana hacia otros mundos. La aparición de turistas en las calles de Pyongyang, aunque en un número reducido y seleccionado, también impulsa la curiosidad de quienes hasta ahora habían aceptado las patrañas del régimen sobre que viven en un "paraíso".

"Aunque sentí que no dejaba nada detrás, lo arriesgué todo para llegar aquí", declaró con lágrimas en los ojos Park Cheol-hwan, la mujer de 41 años que tuvo el dudoso honor de convertirse al llegar a Corea del Sur, a mediados de noviembre, en la refugiada norcoreana número 20.000 desde el final de la guerra (1950-1953) que confirmó la división de la península coreana. Según el Ministerio surcoreano para la Unificación, la llegada de refugiados se ha disparado desde 1999. Hasta entonces, solo mil se habían aventurado a cruzar China -la frontera entre el Norte y el Sur es casi infranqueable por estar repleta de minas, armamento y militares que la convierten en el enclave más vigilado del mundo-. Pero en estos tres últimos años, el flujo de refugiados se ha multiplicado y en 2009 se alcanzó la cifra récord de 2.927.

Empujan la huida la hambruna sufrida a mediados de la década de los noventa, que causó la muerte de cientos de miles de personas; la constatación diaria de que la debacle económica no cede, y el contrabando de móviles, aparatos de DVD y películas que muestran la vida en Corea del Sur. Las fugas, sin embargo, siguen siendo moderadas, en parte porque son pocos los que conservan algo de lucidez en medio del sistema orwelliano en que han nacido y crecido. Les retiene también el hecho de saber que sus familiares y amigos serán castigados por el régimen y que si la policía china los captura, serán devueltos a la jaula de la que salieron y se enfrentarán a males mayores...

Los 24 millones de habitantes de Corea del Norte parecen zombies en un mundo irreal. Hay autopistas construidas hace décadas por las que no circula casi ningún coche porque hace tiempo que la gasolina desapareció del mercado y amplias avenidas por las que apenas marchan viandantes. Ni tan siquiera corren bicicletas, porque en los tiempos de la abundancia fueron desprestigiadas por Kim Il-sung, el fundador de la República, nombrado Presidente Eterno tras su súbita muerte en 1994.

Esa abundancia, que llegó a llamarse el "milagro de Corea", fue tal vez lo más real que le ocurrió al país. Después de la espectacular reconstrucción emprendida tras la guerra, a principios de la década de los setenta, el nivel de vida de Corea del Norte doblaba al de sus vecinos del Sur y era mucho más alto que el español. Duró poco. La megalomanía de Kim Il-sung lo echó todo por tierra: la deuda contraída con países como Suecia se disparó, el Gobierno no pagó y se convirtió en un paria internacional. A partir de entonces, la caída ha sido libre. Sin embargo, a diferencia del resto del mundo, en Corea del Norte no hay protestas, ni oposición, ni ira contra sus dirigentes. Hablar con norcoreanos -no importa que sean de Pyongyang o de Kaesong, ingenieros o campesinos, políticos y obreros- es como escuchar un disco que repite la misma canción.

En las noches de Pyongyang, una ciudad de más de tres millones de habitantes, las únicas luces son las de las estrellas. Lo único que funciona son un par de hoteles de decrépito lujo, con casinos y karaokes para entretener a los hombres de negocios chinos. El régimen no ha dejado despegar la iniciativa privada nacida a la sombra de las reformas que han convertido a China en la segunda potencia económica del mundo, pero hay pequeños restaurantes privados que permiten a los visitantes disfrutar de la comida nacional.

Imbuidos de la "autodependencia" que proclama la llamada idea Juche -la filosofía nacional, inventada por Kim Il-sung, que ha logrado adueñarse de las mentes de los norcoreanos-, la mayoría de la población vive aislada de un mundo que considera "hostil" y lleno de enemigos que pretenden "invadir el país y acabar con su paradisiaca" forma de vida. Las gentes lloran de emoción si de pronto el Querido Líder aparece en una celebración y las parejas confían su futura felicidad conyugal al Presidente Eterno, colocando el ramo de flores de la novia a los pies de las enormes estatuas de Kim Il-sung que se repiten en todas las ciudades, barrios y edificios gubernamentales.

Nada revela que la nueva era que se abre con la sucesión en la única dinastía comunista del planeta vaya a cambiar las cosas. "El lucero del alba Venus emitió un brillo inusual sobre el lago surgido en el cráter del sagrado monte Paektu", aseguró a primeros del pasado enero la agencia oficial de noticias norcoreana, KCNA. "Brindemos por el infinito brillante futuro" de Corea, añadía el diario del Partido de los Trabajadores, Rodong Sinmun. El mensaje, casi en clave, fue captado por algunos de los más avezados observadores surcoreanos que siguen el devenir del vecino país. Fueron los primeros que apuntaron hacia la sucesión del llamado Querido Líder Kim Jong-il, de 68 años, por su tercer hijo, Kim Jong-un, a quien, según los expertos en "lenguaje de símbolos norcoreano", se identificaba con Venus.

Dos meses después se produjo el hundimiento, cerca de la frontera marítima en disputa en el mar Amarillo, de la corbeta surcoreana Cheonan, en el que perdieron la vida sus 46 marineros. Una investigación posterior, a la que no fueron invitados ni Corea del Norte ni China -su más firme aliado-, determinó que la causa fue un torpedo disparado por Pyongyang, aunque este lo niega. Algunos halcones de Washington interpretaron el ataque como parte de la necesidad del régimen de "reforzar la unidad interior" con vistas al traspaso de poderes y a la transición abierta en agosto de 2008 tras el supuesto derrame cerebral sufrido por Kim Jong-il. El dirigente, que desapareció de la escena pública durante un largo periodo, reapareció en abril de 2009 siendo apenas la sombra de sí mismo. Su deterioro físico era tan evidente como el del país.

Frente al zarpazo de la enfermedad de su líder, el régimen se encerró aún más en sí mismo y lo primero que hizo para ocultar su debilidad fue acabar con el acuerdo para su desnuclearización, alcanzado en las largas y difíciles negociaciones a seis bandas en las que también participaban EE UU, Japón, Corea del Sur, Rusia y China. Cuando, en septiembre de 2008, el Gobierno norcoreano exigió a los inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica que retiraran los precintos y las cámaras de vigilancia de Yongbion, hacía apenas tres meses que había volado la torre de refrigeración de la central nuclear de Yongbion y remitido a Washington todos los detalles de sus instalaciones nucleares, con las que en 2006 realizó su primer ensayo de explosión atómica.

Y vuelta a las andadas: a aislarse más y a reprocesar combustible nuclear. Cada día más temeroso de los cambios que se operan allende sus fronteras, el régimen norcoreano realizó en 2009 una segunda prueba nuclear. Los expertos consideran que ha logrado hacerse con un arsenal de entre seis y doce cabezas atómicas, mientras el nivel de vida de la población se hunde en la miseria.

Según la CIA, el gasto militar consume el 33% del producto interior bruto de Corea del Norte, país que vuelve a enfrentarse este invierno a una nueva hambruna. La ONU asegura en un informe reciente que cinco millones de norcoreanos sufrirán una grave escasez de comida y que los niños, que ya sufren malnutrición, serán los más afectados. El informe denuncia que, aunque la cosecha de grano ha sido "relativamente buena" -algo superior a la de 2009-, Pyongyang necesita importar, como en años anteriores, unas 867.000 toneladas de cereales; pero el Gobierno, empeñado en sus programas militares, solo "tiene previsto comprar 325.000 toneladas".

Por esos mismos días de noviembre, el científico estadounidense y experto nuclear Siegfried Hecker, viejo amigo de Corea del Norte, era invitado a visitar una planta de enriquecimiento de uranio. Hecker, que nada más volver a Washington pidió cita en la Casa Blanca para contar lo que había visto, se declaró "atónito" por lo avanzada que era la nueva central nuclear, en la que funcionan "cientos y cientos" de centrifugadoras -2.000, según el régimen- que ya enriquecen uranio. Esto significa que Pyongyang estará muy pronto en disposición de fabricar bombas mucho más potentes que las que tiene ahora, procedentes de obtener plutonio del combustible utilizado por una central nuclear.

Las desorbitadas muestras de poderío militar de los últimos meses -en las que se incluyen pruebas con misiles de corto, medio y largo alcance y el incidente en la isla de Yeongpyeong, el más grave ocurrido en tierra desde el final de la guerra- se enmarcan en la inestabilidad que genera la sucesión y en la necesidad del sistema de aunar a la población tras el nuevo dirigente. Para un régimen profundamente supersticioso -Kim Jong-il no toma una decisión sin consultar antes a los astrólogos, al igual que hacía su padre y fundador de la única dinastía comunista-, la elección del día de la presentación del heredero era fundamental. De ahí que se optara por el 65º aniversario de la fundación del Partido de los Trabajadores (PT), que coincidía con la fecha más redonda del calendario: el 10-10-2010.

La sucesión había sido preparada en detalle desde principios de este año. Más que para que la acepte el pueblo, para desbrozar el camino al inexperto Kim Jong-un en las oscuras aguas del PT y del cuarto ejército más numeroso del mundo, con 1,1 millones de soldados en activo y otros 4,7 millones en la reserva. Semanas antes del gran día, fue convocada una conferencia de delegados del PT, cónclave que no se había reunido desde 1966 y por el que el ya denominado Brillante Camarada fue introducido en el Comité Central del partido único.

Antes, los hagiógrafos de la dinastía se habían encargado de cambiar la edad del delfín, al que envejecieron un año. Pasó de haber nacido en enero de 1983 a enero de 1982. En los casos de su padre y de su abuelo, los cambios fueron mayores y afectaron tanto al año como al lugar de nacimiento. Según el periódico surcoreano Chosun Ilbo, no todos los pasos dados para garantizar la sucesión fueron tan fáciles y pacíficos como este. El diario sostiene que desde el entorno del delfín se intentó liquidar a su hermano mayor, Kim Jong-nam, de 39 años e hijo del primer matrimonio del Querido Líder.

El primogénito cayó en desgracia en 2001, cuando fue detenido en el aeropuerto de Tokio tratando de entrar a Japón con un pasaporte dominicano falso. Jong-nam dijo a la policía que quería ir al Disneyland tokiota, y China tuvo que mediar para liberarle y recogerle cuando le expulsó Japón, lo que hizo al orgulloso Kim Jong-il perder cara ante su mejor aliado. Jong-nam, a quien no se conoce otra dedicación que el juego y las mujeres, pasa desde entonces la mayor parte de su tiempo entre Rusia y China, incluido Macao, la ex colonia portuguesa convertida en 1999 en región administrativa especial de China y famosa por sus grandes casinos. La conjura, si la hubo, apostaba por asesinarle en Macao, pero, según Chosun Ilbo, Pekín impidió que el crimen se cometiese en su territorio.

Tal vez la sospecha de que pretendieron matarle fue lo que llevó al destronado primogénito a volverse públicamente contra el régimen. Un día antes de que entronizaran a su hermano, concedió una entrevista a la televisión japonesa Asahi: "Personalmente, estoy en contra de la sucesión dinástica en la tercera generación", declaró. "Mi padre lo ha decidido [que Jong-un sea el elegido]. No lo lamento. Yo no estoy interesado en ello, así que no me importa". Añadió que no hay luchas de poder entre los hermanos y subrayó conciliador: "Quiero que mi hermano lo haga lo mejor que pueda, por el pueblo norcoreano y por él mismo".

La saga se nutre de odios y purgas, aunque Kim Jong-chol, el segundo hermano del Brillante Camarada, parece no representar una amenaza, ya que tanto el padre como la cúpula del régimen le consideran "demasiado afeminado, blando y delicado" para ocupar el poder. Sin embargo, en 1974, cuando Kim Jong-il fue designado oficialmente sucesor, ordenó que se llamara a su madrastra y a su hermano e hijo de esta "rama lateral" para dejar claro que él era el heredero legítimo, el único capaz de llevar adelante el gran proyecto nacional de su padre. Ambos fueron alejados del país bajo cobertura de distintas embajadas norcoreanas.

Para los observadores que seguían los actos del pasado 10 de octubre, lo más sorprendente fue que el país más hermético de la Tierra abriera de pronto sus puertas a casi un centenar de periodistas internacionales para que asistieran a la mayor puesta en escena de las últimas décadas: la entronización de Kim Jong-un ante las 300.000 personas que acudieron a ver el desfile del 65º aniversario del PT. Además, en un gesto sin precedentes, los actos se retransmitieron a todos los norcoreanos. Para los numerosos analistas del Sur, el espectáculo no fueron los nuevos misiles ni la milimétrica sincronización de las decenas de miles de soldados que cruzaron la plaza de Kim Il-sung, sino las cámaras de televisión de países occidentales que desde una tarima mostraban al mundo no solo el potencial militar norcoreano, sino también a su nuevo líder.

Kim Jong-un, a quien casi nadie había visto y cuyo nombre mencionaron los medios oficiales por primera vez el 30 de septiembre, tras la reunión de la cúpula del PT en que fue elevado a miembro del comité central, ocupaba un lugar en la tribuna presidencial. Lo separaba de su padre, Ri Yong-ho, jefe del Estado Mayor del Ejército desde febrero de 2009 y días antes ascendido a vicemariscal. Ri, de 68 años, es el hombre designado por el enfermo Kim Jong-il para proteger y apuntalar el mando de su hijo. Además representa a la nueva generación de mandos militares que pretende reemplazar a la gerontocracia gobernante y, apoyando al joven, impulsa el ansia de recambio en el liderazgo castrense.

Más que del partido, la amenaza al heredero procede del Ejército. De ahí que Kim Jong-un haya sido nombrado teniente general y vicepresidente de la Comisión Militar Central (CMC). Su padre ha establecido un poderoso círculo de apoyo al joven, que incluye un entorno familiar de seguridad. Así, en junio pasado ascendió a su cuñado Jang Song-taek a vicepresidente de la CMC, y en septiembre, su única hermana y esposa de este, Kim Kyong-hui, se convirtió en la sola mujer general del Ejército. Con esto, el Querido Líder ha dejado claro que si él falleciese, los tutores de Jong-un serían sus tíos.

El Brillante Camarada ya ha comenzado a dar los primeros pasos para asentar su autoridad en la cúpula política norcoreana. De momento parece que pretende apoyarse en la liga, ahora rebautizada Liga de la Juventud Socialista Kim Il-sung. El heredero ha catapultado a algunos de los dirigentes de esta institución, que cuenta con cinco millones de miembros frente a los tres millones del PT. Además, su tío Jang fue dirigente de la liga en la pasada década y puede abonarle el terreno.

En medios surcoreanos y estadounidenses, toda la parafernalia -nuclear y militar- exhibida por Pyongyang en los últimos meses se enmarca en el proceso de la sucesión y obedece a la necesidad de unificar el régimen utilizando la supuesta amenaza exterior. Por ello, las señales que emiten son contradictorias: al tiempo que se empeñan en confirmar su decisión de ser una potencia nuclear más -al igual que India, Pakistán o Israel-, sus diplomáticos se manifiestan favorables a reanudar las conversaciones a seis bandas para la desnuclearización a cambio de una importante ayuda económica y de acabar con el aislamiento del país.

Mientras tanto, en China crece la inquietud por el futuro del cada día más incómodo vecino. Pekín no quiere de ninguna de las maneras que el régimen se hunda porque eso supondría la llegada de cientos de miles de refugiados hambrientos a su suelo. Además, Corea del Norte es para China un Estado tampón que mitiga la influencia estadounidense en la zona. Si el Gobierno sucumbe, como ocurrió con el de Alemania del Este, Corea del Sur reunificará la península. Esto significaría que los 27.000 soldados estadounidenses ahora desplegados en el Sur se encontrarían en un país que hace frontera con China, lo que para Pekín es casi inadmisible.

Pero los grandes olvidados son los ciudadanos, que asisten como convidados de piedra a los desvaríos de sus dirigentes. Cuentan que los mejores botánicos del país se encuentran empeñados en la creación en los viveros del Ejército de la kimjongunia, la flor que ha de representar el nuevo periodo dinástico, al igual que la kimilsungia y la kimjongilia simbolizan los anteriores y decoran actualmente todos los escenarios norcoreanos. La pasión del régimen por las flores la desató el fallecido presidente indonesio Sukarno, cuando en 1965 regaló a Kim Il-sung una orquídea púrpura, que había sido cultivada especialmente para él y a la que, en su honor, había denominado kimilsungia. Durante más de 10 años, los botánicos norcoreanos trataron la orquídea -que es de clima tropical- hasta conseguir una variedad físicamente igual, pero adaptada al clima continental y con floración en abril. El logro desató la pasión nacional.

En 1988 fue el botánico japonés Kamo Motoderu quien, con motivo del cumpleaños del entonces delfín, le obsequió con una espectacular begonia gigante roja. Después de 40 años de investigación, había logrado que floreciera en febrero. La kimjongilia le cautivó de inmediato. Desde entonces, las exhibiciones anuales de estas flores atraen a decenas de miles de norcoreanos, que ven en ellas "el corazón" de sus líderes. En especial, el Querido Líder ha llenado el país de kimjongilias, desviando hacia la alegoría revolucionaria del rojo carmesí de las begonias el culto a la personalidad que su padre fomentó en enormes esculturas.

De momento, nadie sabe cómo será la kimjongunia, pero sin duda ya hay en marcha todo tipo de injertos y experimentos para que no tenga nada que envidiar a las otras y obtenga también un largo periodo de floración.

El País Semanal, 5 de diciembre de 2010.

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