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viernes, 17 de diciembre de 2010

La Habana en invierno


Por Iván García

Ahora mismo, muchos habaneros rezan para que un temporal o un huracán tardío no atraviese la ciudad. La temporada ciclónica fue benigna con La Habana en 2010. Gracias a Dios.

La capital de todos los cubanos tiene una infraestructura de lágrimas. Del cuarto mundo. Los antiguos edificios en la parte vieja de la urbe se derrumban con aguaceros de mediana intensidad.

Casi se sostienen por milagro de la física. La falta de mantenimiento constructivo durante décadas, ha provocado que La Habana sufra más de lo debido cualquier fenómeno natural.

Avenidas y calles se desbordan por un chubasco pertinaz. Los tragantes del alcantarillado tupidos, o que no funcionan, se colapsan a los pocos minutos. El tendido eléctrico, aéreo, se descompone con ráfagas de vientos que superen los 60 kilómetros por hora.

'Paula', la última tormenta tropical, insignificante en cuanto a fuerza, provocó apagones de 48 horas en varios sitios de la ciudad. El litoral habanero urge de reformas a la carrera. Los vientos del norte o un mal tiempo, provocan inundaciones severas que afectan a residentes de un sector del Vedado y Centro Habana.

Para un habanero, lo peor que puede pasar en esta época es un huracán tardío. Por lo demás, es la mejor del año. No suele haber un calor agobiante. Las noches son frescas y las mañanas brillantes y pletóricas, con un sol soportable.

Cierto que los mendigos, que crecen en flecha, siguen copando y molestando a los transeúntes en las principales calles, parques y plazas de la ciudad. Y el transporte público va de mal en peor.

En esta época del año la vida cultural y deportiva es más activa. Aunque los teatros son pocos y la mayoría están deteriorados y sin climatización, igual que los cines. De las 300 salas cinematográficas que había en La Habana de los 80, en 2010 funcionan alrededor de 40.

La mayoría desvencijados, con las butacas rotas, las acomodadoras sin linternas y los baños sucios a más no poder. Así y todo, los cines de la ciudad recibieron un aluvión de público, cuando a inicios de diciembre se descorrieron las cortinas del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

En los otoños criollos suele romper la temporada de béisbol. A no dudar, el espectáculo más grande que tiene el país. Esta vez es la número 50. Y el gobierno y la correspondiente federación deportiva pretenden que sea la de mayor calidad en medio siglo.
Lo dudo. Con una pléyade de jóvenes talentos que tomaron el camino de las Grandes Ligas y el Latinoamericano, antiguo Estadio del Cerro, en estado crítico, no auguro una campaña de altos quilates.
La pelota, como los cubanos llaman al béisbol, y el cine siguen siendo distracciones al alcance de todos. La entrada al cine y a los estadios cuesta diez centavos de dólar. Afuera, por cinco pesos (0.25 centavos de dólar) compras un paquete de palomitas de maíz... y a entretenerse se ha dicho!
Lo peor de los espectáculos donde acuden muchas personas, es el momento de tomar un ómnibus para volver a casa. Al día siguiente, cuando pasa la emoción del juego o del filme, vuelve la rutina: la falta de moneda dura y el quebradero de cabeza para comer caliente dos veces al día o la merienda para los hijos llevar a la escuela. Los cubanos ya estamos acostumbrados a esa realidad.

A pesar de los temores por lluvias imprevistas, el deterioro evidente de la ciudad, la legión de mendigos y de un gobierno que hace medio siglo a los cuatro vientos gritó que esta era "una revolución de los humildes y para los humildes", recomiendo visitar La Habana en invierno. Es lo mejor que hay.
Foto: Desde la escalinata del Capitolio se divisa una vista agradable de la ciudad, con una parte del Prado, la Fuente de Indias y el restaurado Hotel Saratoga.

1 comentario:

  1. La habana vieja tiene un talón de Aquiles, gran parte de sus construcciones están hechas con paredes de mampuesto (mampostería, tierra prensada) viga y tablazón en la cubierta, todo este andamiaje es muy vulnerable a los cambios de temperaturas y a la penetración de humedad, una vez salga el sol y se vuelva todo a calentar vendrán las temidas dilataciones que irremediablemente anteceden en silencio el derrumbe fatal.
    Pero lo mas triste de todo esto es que en el horizonte ninguna autoridad habla de estos problemas y sus solución, prefieren callar y esperar el desenlace fatal, les sale mas rentable enterrar a las victimas y vender los escombros a los países desarrollados para su reutilización en nuevos y novedosos materiales de construcción.
    La gran ventaja de la dictadura cubana en todo esto, es que no se toman el trabajo de indemnizar a los familiares de las victimas, no se como tienen cara de plantearse cobrar impuestos por servicios paupérrimos e inexistentes.

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