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lunes, 25 de octubre de 2010

¿Cómo se usan los recursos humanos en Cuba?

Por Jorge A. Sanguinetty

Hace unos meses el general Raúl Castro declaró púbicamente que la existencia en Cuba de hasta posiblemente un millón de trabajadores redundantes, o sea, completamente improductivos, era una carga muy pesada para la economía del país.
Con toda objetividad hay que señalar que el problema de la baja productividad del trabajo es casi tan viejo en Cuba como la misma revolución.
Recuerdo como durante la primera mitad de los años 60 el gobierno declaró una campaña que se denominó oficialmente “Lucha contra el burocratismo” y consistía, al igual que se plantea hoy, en trasladar a los trabajadores declarados improductivos o redundantes a labores que nadie quería hacer.
También hay que decir que el problema fue creado por las políticas del gobierno de emplear a todo el mundo aunque no se crearan nuevos empleos, mientras que al mismo tiempo permitía que muchos trabajadores abandonaran los trabajos menos deseables en busca de mejores empleos.
El hecho es que el gobierno fue inflando las nóminas de los organismos tradicionales del estado, o sea los ministerios, y también las nóminas de las empresas estatales formadas a partir de las expropiaciones de las empresas privadas. Este, dicho sea de paso, no es un problema exclusivamente cubano pues se presenta casi de manera endémica en muchos países donde el estado es un gran empleador y el empleo se genera artificialmente por razones políticas y no económicas.
Yo mismo, en mis trabajos de consultor económico en muchos países latinoamericanos he podido constatar en infinidad de ocasiones cómo empresas estatales en los giros de electricidad, comunicaciones y financieros, con frecuencia llegan a operar con números de trabajadores que pueden llegar al doble de los que en realidad se requieren.
Esto por supuesto, aumenta indebidamente el precio de los bienes y servicios que producen, mientras mantienen a los trabajadores verdaderamente productivos con salarios muy por debajo de lo que pudieran devengar en situaciones normales.
Ignorar los principios de economía, como hacen muchos gobiernos, socialistas o no, se hace a riesgo de que tarde o temprano la realidad económica se imponga a las arbitrariedades de la política. Este problema de la mala utilización de los recursos humanos (tener muchos donde no hacen falta y tener pocos donde se necesitan) fue uno de los factores más importantes en el descalabro del bloque socialista en 1989 y la desintegración de la Unión Soviética en 1991.
El general Raúl Castro sin duda tiene muchas razones para estar preocupado. Pero cabe preguntarse ¿cómo Cuba podrá resolver un problema que ninguno de los países socialistas pudo resolver?
El problema es de tan elevada complejidad que cualquier observador imparcial, inteligente y honesto puede llegar a tener serias dudas sobre la existencia de una solución, a menos que el gobierno tenga la voluntad política y la sabiduría de diseñar y aplicar las reformas profundas que se necesitan.
Para ilustrar lo complejo de la situación permítanme transmitirle una experiencia reciente en materia de mal uso del recurso humano. Nos llega una información directa desde Cuba de una familia a quién se le envió desde Estados Unidos un paquete por correo, de manera perfectamente legal, que contenía vitaminas, un cepillo de dientes y unas pinzas para las cejas, entre otras cosas.
El pequeño paquete fue decomisado por el servicio de aduanas en Cuba, y el decomiso plasmado en un documento casi ilegible relatando los artículos del pequeño envío. O sea, el gobierno cubano emplea a todas estas personas para impedir que un paquete con artículos inofensivos lleguen a su destinatario privándolo de unos bienes de primera necesidad y después dedicar empleados a escribir, documentar, enviar y archivar una constancia que registra el hecho.
¿Por qué esos funcionarios de aduana no están trabajando en actividades productivas? ¿Por qué el gobierno continúa obsesionado con la seguridad y los controles en presencia de una economía que a todas luces se viene abajo?
Todo parece e indicar que la solución que el gobierno cubano está contemplando se basa en reasignar o trasladar forzosamente a los trabajadores improductivos a otras zonas del país, posiblemente a áreas rurales para poder reactivar el maltrecho sector agropecuario nacional.
¿No sería mejor crear las condiciones necesarias para que los propios trabajadores redundantes dejen sus puestos actuales voluntariamente y creen o salgan a buscar mejores empleos por su propia cuenta?
La manera más adecuada de hacer esto es levantando las restricciones que existen desde hace muchos años a la micro y la pequeña empresa. En todo el mundo se sabe que la pequeña empresa, en cualquier sector de la economía, es una gran generadora de empleo para todo país.
La generación de empleo a su vez significa generación de ingresos para la población, que se traduce en mejores condiciones de vida, y generación de ingresos fiscales para el estado, lo que se traduce en poder mantener los sectores educativos y de salud en mejores condiciones.
Las ventajas económicas y políticas del desarrollo masivo de la pequeña empresa (por favor no olvidar que el sector agropecuario está conformado en gran medida por empresas pequeñas) son tan obvias y fáciles de conseguir que es difícil explicar por qué el gobierno cubano no haya permitido su desarrollo en tantos años.
Esta restricción (que es una especie de bloqueo interno peor que el americano) no sólo le ha costado miles de millones del equivalente en dólares al país, sino que también es la causa que Cuba haya dependido de los cuantiosos subsidios soviéticos hasta 1990 y de los venezolanos hasta el día de hoy.
¿Por qué los gobernantes cubanos han insistido en mantener al país en una situación estratégicamente tan precaria? ¿Por qué además no se han preocupado de aliviar con buenas políticas internas los efectos del bloqueo o embargo norteamericano que tanto denuncian? ¿Qué razones puede haber para no mejorar la economía interna de los cubanos?
Podemos plantear esto como uno de los misterios o enigmas de la política oficial cubana. Introducir mejoras en la economía permitiendo a los cubanos que monten micro o pequeñas empresas en lo absoluto significaría un abandono de la esencia socialista del régimen.
El gobierno continuaría teniendo un gran control sobre la economía por medio de la administración y posesión de las grandes empresas, aún cuando las mismas no hayan sido bien explotadas y su productividad esté muy por debajo no sólo de los estándares internacionales, sino también por debajo de los niveles que Cuba alcanzó antes de la revolución.
Pero ya esto es harina de otro costal.
Permitiendo el desarrollo de la pequeña empresa el gobierno tampoco estaría perdiendo su independencia ni el control de la soberanía frente a Estados Unidos o alguna otra potencia.
En este sentido sólo hay que observar países como Vietnam que han decidido salir de la pobreza crónica que sufrieron introduciendo reformas para modernizar sus economías.
Entonces, si la solución más elemental al problema económico cubano no sólo se conoce sino que está probada de manera fehaciente, ¿por qué el gobierno se empecina en no acabar de poner en marcha las reformas que promete? ¿Es que no saben cómo hacerlas? ¿Es que tienen miedo de que se les vayan de la mano los super poderes políticos que han concentrado durante medio siglo de gestión?
La revolución se hizo, o así se declaró y así la apoyó el pueblo masivamente, para mejorar las condiciones de vida de los cubanos. En este momento no hay excusa para que el gobierno no acabe de cumplir con esa promesa.
El pueblo cubano tiene derecho a reclamarle a sus gobernantes las medidas necesarias para mejorar su nivel y calidad de vida lo cual se puede hacer pacíficamente, pero de manera sistemática, masiva y contundente.

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