Partimos mi marido y yo hacia La Habana, el viaje que desde que nos conocimos habíamos soñado hacer. Coincidiendo con nuestro quince aniversario de bodas, decidimos darnos el gustazo de ir a Cuba, paraíso soñado. El vuelo salió puntual. Llegamos a La Habana a las 19:00, hora local.
Primera decepción
Para recoger las maletas, 2 horas largas de espera.
Para recoger las maletas, 2 horas largas de espera.
Segunda decepción
A la salida del aeropuerto unos diez mozos nos esperaban, para decirnos donde se encontraba el autobús al que nos había enviado el guía, unos 20 metros antes, es decir innecesariamente, para luego pasarnos "la gorra", con el beneplácito, eso sí, del conductor del autobús, que nos advierte que es un acuerdo que tiene él con los mozos, para que "se ganen unos pesitos".
A la salida del aeropuerto unos diez mozos nos esperaban, para decirnos donde se encontraba el autobús al que nos había enviado el guía, unos 20 metros antes, es decir innecesariamente, para luego pasarnos "la gorra", con el beneplácito, eso sí, del conductor del autobús, que nos advierte que es un acuerdo que tiene él con los mozos, para que "se ganen unos pesitos".
Tercera decepción
Llegada al Hotel Deauville, en Galiano y Malecón. Al entrar se advierte un insoportable olor a agua sucia. En la recepción reparten las llaves, según el siguiente criterio: quien más propina dé, mejores vistas al mar se lleva, no mejor habitación, pues todas son pésimas.
Esa forma 'democrática' de repartir no la conocíamos, nos enteramos después, es por eso que en el 'sorteo' de habitaciones nos tocó la 8004, en la planta 8, una de las peores, mínima, con una humedad que no se podía respirar. Era tal la humedad que las paredes tenían moho, las sábanas eran de doble uso, ya que observé pelos en la almohada, los muebles estaban carcomidos por las esquinas...
No hay nadie en el mundo que después de pagar 1,195 euros por un viaje, no diga nada al ver tal panorama. No conformes, bajamos a la recepción, y tras pagar unos "pesitos", nos cambiaron a otra habitación, con las mismas características que la anterior, sólo que más amplia.
Lo primero que hicimos fue esconder las colchas, feas, sucias y malolientes; lo segundo, descolgar las cortinas que también olían bastante mal, y nos colgaban justo encima del cabecero de la cama. Una vez hecho esto, bajamos a entregar la llave de la habitación 8004, y comunicar nuestro cambio a la 11002. Todavía me pregunto, ¿cómo puede haber humedad en una habitación de la planta 11 de un edificio?
Cuarta decepción
Nos levantamos al amanecer, pasamos al comedor para tomar el desayuno, incluido en el precio. Era de tipo buffet, de pésima calidad, con alimentos reciclados, zumos pasados, etc.
Nos levantamos al amanecer, pasamos al comedor para tomar el desayuno, incluido en el precio. Era de tipo buffet, de pésima calidad, con alimentos reciclados, zumos pasados, etc.
Quinta decepción
Una vez desayunados, esperábamos ansiosos conocer la ciudad. Al salir del hotel, nos encontramos con la cruda realidad: gente pidiendo, engañando, charlatanes vendiendo ilegalidades, edificios destrozados, llenos de personas muy pobres, sin nada que comer, sin un trapo para poderse vestir, sin jabón para poderse lavar, sin agua corriente. Madres, niños, padres, gente, mucha gente y muchos niños por la calle, buscándose el día a día con desesperación.
Una vez desayunados, esperábamos ansiosos conocer la ciudad. Al salir del hotel, nos encontramos con la cruda realidad: gente pidiendo, engañando, charlatanes vendiendo ilegalidades, edificios destrozados, llenos de personas muy pobres, sin nada que comer, sin un trapo para poderse vestir, sin jabón para poderse lavar, sin agua corriente. Madres, niños, padres, gente, mucha gente y muchos niños por la calle, buscándose el día a día con desesperación.
Todo esto entre edificios que a principios del siglo XX alcanzaron su máximo esplendor, verdaderas obras de arte que están rompiéndose a pedazos, dejadas de la mano de Dios.
La Habana se cae, no hay remedio, demasiadas necesidades en una misma ciudad para cubrirlas todas, demasiado tiempo sin hacer nada ha ocasionado esta pésima situación.
Sexta decepción
Visto lo visto, demasiado para un primer día, decidimos tomar un taxi para ir a la playa más conocida de la zona, la de Santa María del Mar. Al preguntar el precio de la carrera, cuál no sería nuestra sorpresa: 15 pesos cubanos convertibles (cuc), para recorrer menos de 15 kilómetros. Según nos acercábamos a nuestro destino, se veían coches averiados por la carretera, uno, otro, otro, así hasta siete.
Séptima decepción
Ya en la playa, pudimos observar mujeres ejerciendo la prostitución y proxenetas negociando su precio; turistas, hombres y mujeres, buscando los servicios de éstos, y como dice Joaquín Sabina en una canción, "mucha, mucha policía"... controlando a parejas como nosotros, que se limitaban a tomar el sol!
Ya en la playa, pudimos observar mujeres ejerciendo la prostitución y proxenetas negociando su precio; turistas, hombres y mujeres, buscando los servicios de éstos, y como dice Joaquín Sabina en una canción, "mucha, mucha policía"... controlando a parejas como nosotros, que se limitaban a tomar el sol!
A la tarde, regreso al hotel. Los días siguientes fueron muy parecidos, hasta el antepenúltimo día, cuando una pareja se quedó en el ascensor toda la mañana, debido a un corte en el suministro eléctrico. Entonces carecimos de luz y de agua en las habitaciones y zonas comunes, teniendo que subir a pie 11 plantas en nuestro caso, y 13 o 14 en otros.
Octava decepción
El penúltimo día llegamos de la playa al hotel a las 19:20, nos duchamos, descansamos un rato y salimos a cenar por el centro de la Habana Vieja. Días atrás habíamos descubierto el barrio de San Francisco, con cuatro o cinco calles de edificios remodelados, hechos para turistas, varios restaurantes y algún que otro café.
El penúltimo día llegamos de la playa al hotel a las 19:20, nos duchamos, descansamos un rato y salimos a cenar por el centro de la Habana Vieja. Días atrás habíamos descubierto el barrio de San Francisco, con cuatro o cinco calles de edificios remodelados, hechos para turistas, varios restaurantes y algún que otro café.
Después de cenar nos dirigimos de nuevo al hotel, dispuestos a pasar nuestra última noche allí. Pero cuando llegamos a la habitación... nos habían roto la cerradura y nos habían desvalijado! El susto fue monumental, toda la habitación revuelta, no lo podíamos creer, contábamos con una caja fuerte, la cual tenía una llave que nos habían robado, por lo que no sabíamos si los pasaportes y los billetes de regreso nos los habían robado también.
Bajamos tan pronto como pudimos a la recepción del hotel a comunicar el robo, insistiendo en que llamaran a la policía, y que nos abrieran la caja fuerte con la llave del hotel para saber si nos habían robado los pasaportes.
Novena decepción
Nuestra máxima preocupación era no poder salir al día siguiente de Cuba, de la que ya estábamos harto cansados, por todo lo ocurrido antes del robo.
Nuestra máxima preocupación era no poder salir al día siguiente de Cuba, de la que ya estábamos harto cansados, por todo lo ocurrido antes del robo.
Después de una hora esperando, bajé de nuevo a la recepción, ya que nadie subió a la habitación para abrirnos la caja fuerte, ni tampoco la policía para poner la denuncia. No nos podíamos creer lo que nos estaba sucediendo.
Al llegar a la recepción, me encontré allí a varias personas del hotel, dos recepcionistas, una limpiadora que hablaba con una de ellas, el jefe de seguridad del hotel junto con dos hombres blancos bajitos y poca cosa, hablando de lo sucedido y mofándose de la situación.
Pude escuchar lo que la mujer de la limpieza le decía a la recepcionista: "Total, por una mochila, la que están montando". Y respondo : "¿Cómo sabe esa señorita que me han robado una mochila?"
Tuve la prudencia de no comentar con nadie lo que me faltaba, ni aún con el personal del hotel, que me pidió que declarara antes de llegar la policía, pero rotundamente me negué a declarar con nadie que no fuese un policía.
Vista la situación, salí a la calle con el fin de encontrar uno de los múltiples policías que a diario hay por las calles de La Habana. En cuanto salí del hotel, me encontré con uno, al cual le expuse lo sucedido, éste me acompañó de nuevo al hotel y se acercó a hablar con el jefe de seguridad del mismo. Percibí que ya se conocían, pues se apretaron las manos con un gesto de complicidad. Se alejaron del lugar donde yo estaba, aunque no dejaba de observar el movimiento de su boca, para intentar enterarme qué estaban diciendo. El policía le preguntó si habían llamado y el jefe de seguridad le dijo que no, haciendo un gesto a la vez con la cabeza. Del resto de la conversación no sé más, ya que se cuidaron mucho de que no les escuchara.
Al cabo de media hora llega una pareja de policías en un vehículo con un número acabado en 04, uno de ellos se acercó a mí, y me preguntó qué había pasado, le expliqué lo sucedido, pero no dije nada en cuanto a lo que me habían robado. Le pedí que se identificara y nos hizo acompañarle a la comisaría, pues de otra manera no podríamos poner la denuncia.
Llegamos a la comisaria, dejando la recepción tras nosotros, nos introdujeron a una área un tanto apartada, donde nos presentaron al inspector que se encargaría de nuestro caso, quien nos preguntó en cuál hotel estábamos alojados. Cuando le dijimos Hotel Deauville, hizo un gesto dando a entender que no le extrañaba lo que nos estaba pasando, como si fuera algo habitual.
Nos preguntó si nos habían robado los billetes y los pasaportes y dijimos que no, que el personal del hotel nos había dado la llave maestra para que comprobáramos la caja fuerte de la habitación, ya que la llave original nos la robaron. Y pudimos comprobar que no faltaba la documentación, pero sí los enseres y el dinero que habíamos metido dentro. La habían abierto, pero no nos habían robado el billete de regreso para ese mismo día ni tampoco los pasaportes.
Una vez escuchado esto, el inspector dio importancia menor al caso, y nos hizo esperar fuera, en un banco con un fuerte olor a orine, desde el cual podíamos ver a las personas encarceladas.
Al cabo de 40 minutos salió este policía y nos indicó que le acompañásemos al vehículo, nos dijo que nos dirigíamos al hotel. Sin haber realizado ninguna declaración y ni interpuesto ninguna denuncia, nos subimos al coche policial y nos sentamos en la parte de detrás. Se trataba de un vehículo marca Peugeot 205, de unos quince años de antigüedad.
El coche salió derrapando de la comisaría en dirección al hotel, hizo un recorrido por las calles marginales. Pudimos ver lo peor de La Habana, las calles a las que nosotros no habíamos podido llegar caminando por encontrarse bastante alejadas del hotel.
Estábamos asustados porque la zona por donde nos llevaban era desconocida para nosotros, y pasábamos las calles a una velocidad de vértigo, me entraron ganas de vomitar. Me contuve callada, nos miramos como diciendo, "de ésta no salimos".
En unos 10 minutos llegamos al hotel, subimos a la habitación, y allí el policía me comentó que lo íbamos a tener difícil para regresar a España ese mismo día, ya que tenían que investigar el caso y eso iba a hacer que nos retuvieran de entre 3 a 15 días en el país, pues teníamos que esperar a que llegaran los criminólogos con perros para que encontraran el rastro del ladrón o ladrones.
Ante tal situación, decidí llamar a mi abogado en Madrid, quien me comunicó que la policía en Cuba tenía mucho poder y que, efectivamente, podía ser como decía el policía, aunque no entendía por qué, por un robo en una habitación llevaban un perro.
Llegó el perro, y con él unos señores uniformados de verde con un letrero en el bolsillo de la camisa que decía “criminólogo”. Observaron todo detenidamente e hicieron fotos, me hicieron describir como habíamos dejado situadas las maletas en la habitación antes de salir a cenar y el perro olió las maletas, y una y otra vez salía de la habitación sin encontrar el rastro, el animal no salía del rellano del ascensor.
Al instante, el investigador nos volvió a decir que si seguíamos adelante con la denuncia no podríamos salir del país, por lo que, en ese caso, le dije que no siguieran adelante. En un papel escribió lo siguiente: Don J. M. C. vino de visita a Cuba y no habiendo sufrido daños personales con lo sucedido decide no denunciar los hechos ocurridos. Firma JMC.
Una vez firmado el "documento", del cual no nos dio copia, me dice que el hotel me puede reclamar el pago por el destrozo en la puerta de la habitación del hotel. Decepcionada, me pongo al habla con el director del hotel, a quien le informo que no he puesto ninguna denuncia, debido a que de hacerlo, me retendrían en Cuba de 3 a 15 días, y que no nos quedaba más remedio que regresar a España ese mismo día, por las obligaciones de trabajo que teníamos contraídas. Me dijo que no me preocupara, que no me haría pagar la puerta.
Acto seguido me dirigí a la recepción y le dije que me pusiera con un número de teléfono de España. Era el de un abogado amigo nuestro, le comuniqué lo sucedido y él, no obstante, me ofreció el teléfono de la vicecónsul de la Embajada de España, por si seguíamos teniendo problemas. Creí oportuno darle las gracias y me despedí de él, pedí el recibo de la llamada y sin darle más importancia, lo metí en el bolso.
Me ofrecieron una nueva habitación para pasar el resto de la noche, ya que la nuestra tenía la puerta rota. Eran las 4:00 de la mañana, el director del hotel le dijo a la recepcionista que nos entregara una habitación de las “NUEVAS” ¿que querría decir? Nos dirigimos a la habitación 3003, planta tercera, lo de nueva, no tenía sentido, tenía la misma humedad y, además, un cristal de la ventana roto, es decir que entendí que le hablaba en clave.
Décima decepción
Cuando amaneció bajamos al restaurante, tomamos un desayuno liviano, un café solo, y tomamos un taxi rumbo al Hotel Nacional, para sacar dinero: solamente llevábamos encima 27,40 cuc. Pagamos 2,40 cuc al taxista, subimos a la planta primera del Nacional, a la oficina bancaria, y entregamos nuestra tarjeta de crédito (Master Card).
Cuando amaneció bajamos al restaurante, tomamos un desayuno liviano, un café solo, y tomamos un taxi rumbo al Hotel Nacional, para sacar dinero: solamente llevábamos encima 27,40 cuc. Pagamos 2,40 cuc al taxista, subimos a la planta primera del Nacional, a la oficina bancaria, y entregamos nuestra tarjeta de crédito (Master Card).
Nos denegaban una y otra vez la operación, decidimos regresar andando al hotel, por todo el malecón. Llegamos a las 12:00 del mediodía, recogimos las maletas y fuimos a la recepción a cobrar la fianza de la caja fuerte, 25 cuc, depositados el primer día como fianza por contratarla. La empleada nos dijo que por haber “perdido” la llave, no nos entregarían la fianza y que, además, debíamos pagar 50 cuc por la reparación de la puerta.
Me negué en rotundo, ya que debíamos cobrar esa fianza para poder pagar los 25 cuc reglamentarios para salir de Cuba. Le dije que quería hablar con el director del hotel, éste dijo que no iba a bajar a la recepción, que si queríamos, que subiéramos nosotros. Al final, después de montar un escándalo en la recepción, bajó y de malas maneras nos hizo subir a su despacho.
Lo primero que nos dijo fue que lo que había pasado la noche anterior había sido una tomadura de pelo, dejando entrever que nosotros habíamos simulado el robo, y como no pusimos denuncia, debíamos pagar la puerta del hotel, amenazándonos una y otra vez. que si salíamos del hotel sin pagar la puerta mandaría un comunicado a inmigración para que no nos dejaran salir del país.
Amenaza tras amenaza, abuso tras abuso, no dejándome hablar por el hecho de ser mujer, nos repitió textualmente unas frases de una conversación privada, que tuvimos al llegar y encontrarnos la habitación desvalijada, cuando dijimos lo que cualquiera hubiera dicho en esa situación: "Que no era posible que en una hora que habíamos estado fuera, nos hubieran desvalijado la habitación, sin que el hotel nada tuviera que ver".
Le dije que esas palabras pertenecían a una conversación privada, por lo tanto, era una grabación ilícita, respondiéndome: "Para qué creen están los altavoces en el hotel? Para escuchar música? Aquí las grabaciones son lícitas".
Recibimos insultos, vejaciones, maltrato, coacciones, amenazas, todas esas ilegalidades por parte del director del hotel, quien también puso en boca nuestra palabras que no habíamos dicho, que supuestamente habíamos enviado a una persona de Guadalajara (España) a verse con el canciller en Madrid.
Todo eran mentiras, hablaba como para que otros le escucharan, no podíamos entender nada, de repente se fue de nuevo la luz, por lo que ya no había forma de que nadie nos escuchara. Fue entonces cuando el director del hotel sacó dinero de su bolsillo, en total 75 cuc, para que pagáramos los 50 cuc de la puerta, y los 25 cuc restantes, para pagar en el aeropuerto y poder salir del país.
Nos solicitó que pidiéramos disculpas por haber perdido los nervios en la recepción, ya que ese gesto, dijo, nos facilitaría la salida de Cuba, y nos pidió que no habláramos de lo sucedido con nadie hasta tomar el avión con destino a España.
En todo el día no pudimos comer, pues ya no nos quedaba dinero. Pagamos al hotel los 50 cuc por la puerta y pedimos recibo. Y también pedimos un recibo por la fianza de la caja fuerte que no nos devolvieron.
Nos sentamos a esperar pacientemente hasta que llegaron a recogernos para llevarnos al aeropuerto, con miedo de no pasar el control de inmigración porque, según nos había dicho el director del Hotel Deauville, habíamos puesto una denuncia falsa y eso era motivo de multa y retención en el país.
Hasta que no pasamos el control no respiramos tranquilos. El vuelo duró doce horas, pero nunca un regreso a casa se nos había hecho tan corto.
Foto: Hotel Deauville, Dommo, Flickr
No hay comentarios:
Publicar un comentario