Por Iván García
Omar linares la gran estrella beisbolera cubana, de 28 años, es desde hace ocho diputado al monocorde parlamento nacional, que se caracteriza porque todos sus acuerdos se adoptan por unanimidad. Omar no es el único con tal categoría. Víctor Mesa, 37 años, otro astro del béisbol ahora en retiro, también es diputado. Ellos dos han sido los deportistas en activo que más lejos han llegado en una cuestionable carrera política.
Casi sin excepción, se puede afirmar que las figuras encumbradas del deporte cubano, junto con el pasaporte que les permite estar viajando la mitad del año, cargan consigo el carnet del partido (PCC) o la juventud comunista. El saltador Javier Sotomayor, el boxeador Félix Savón y el pelotero Antonio Pacheco, son militantes del partido. Iván Pedroso, de salto largo; el nadador Rodolfo Falcón, y el baloncetista Roberto Carlos Herrera, son miembros de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). Todos los entrenadores de las selecciones nacionales, además de su aval técnico, pertenencen al partido, como Miguel Valdés y Jorge Fuentes, en béisbol; Alcides Sagarra, en boxeo; y Juan M. Diaz, de volibol masculino, por solo mencionar cuatro de los más destacados.
El deporte cubano está altamente politizado. Junto a la salud y la educación, el deporte completa la tríada de lujo de esa vitrina sagrada de los cacareados "logros de la revolución". A pesar de su alto costo, el gobierno sufraga los gastos y preparación de los atletas cubanos, más por el interés de mostrar sus triunfos con el eslogan de que estos han sido posibles "gracias a la victoria de enero de 1959", que por lograr un hombre más sano e incentivar la masividad deportiva.
Tal práctica no es novedosa: era común en los expaíses socialistas de Europa del este, poseedores de laboratorios para forjar campeones. Después de la caída del Muro de Berlín, se supo que la desaparecida República Democrática Alemana preparaba a sus atletas usando sustancias prohibidas. Por encima de las medallas, las antiguas naciones comunistas pretendían demostrar la supremacía del socialismo sobre el capitalismo. Detrás estuvo siempre el matiz político. Tanto como los éxitos, al gobierno cubano le interesa la lealtad a su ideología, fidelidad que se ha visto mermada por la deserción en los últimos años de decenas de peloteros y boxeadores, entre otros deportistas.
Ello ha motivado el reforzamiento del trabajo de adhesión y a todo joven talento que despunta le dan "tratamiento politico": primero le otorgan, según la edad, el carnet del partido o la juventud, y luego le resuelven algunas situaciones materiales (casa, carro, etc). Si se mantienen fieles a los "principios del socialismo", cuando les llega el retiro pasan a integrar la extensa legión de entrenadores. Si no tiene capacidad para formar campeones, pero se es confiable, puede ser utilizado como una especie de embajador itinerante.
Es el caso del tres veces campeón olímpico, Teófilo Stevenson. A los que tienen un nivel intelectual más alto y cierta agudeza política, pueden otorgarles un cargo administrativo, como a Alberto Juantorena, bicampeón olímpico en Montreal'76 y actualmente vice presidente del INDER. Ésos son los menos: la mayoría pasa a entrenar niños y jóvenes en sus localidades de residencia. Otros ni eso: han caído en el olvido, como ocurrió con el boxeador Douglas Rodríguez, campeón mundial en 1974, hoy por culpa del alcohol convertido en un desecho humano.
La excesiva politización alcanzada por el sistema deportivo cubano tuvo su mayor exponente el 14 de julio último, cuando en una nota divulgada por el INDER se argumentó que el equipo nacional de béisbol no asistiría al torneo bilateral anualmente celebrado en los Estados Unidos por razones políticas. Una semana después, la Comisión Nacional de ese deporte emitía otro comunicado en el cual entre lineas se daba a conocer la verdad: Cuba no asistió a los juegos programados en territorio estadounidense, por temor a la deserción de varios peloteros y entrenadores,
(Publicado en Cubafreepress el 8 de agosto de 1997).
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